II.41

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Diana

            Después de mi cumpleaños, el Erick pareció olvidar al Paolo y no me sacó más en cara el hecho de que yo estaba pololeando. Seguimos en una especie de relación, aunque en verdad yo solo fingía el estar enamorada de él, cada vez que veía su cara solo recordaba el sufrimiento que pasé por su culpa, lo que era algo que nunca más quería volver a pasar y sabía perfectamente que si volviera con el Erick, él me volvería a hacer sufrir, lo que nunca me pasaría con el Paolo porque ese sí era un amor del bueno.  Chile clasificó a cuartos de finales y ganó el partido contra Colombia, ahora tocaban las semifinales, contra Perú justamente en Porto Alegre.

             Ahora volvería a mi hogar al fin, y volvería a ver al Paolo. Lo que significaba que era tiempo de romperle el corazón al Erick, tenía planeado hacerlo al final de la copa, pero ya no daba más, aunque podía parecer una mujer sin corazón, sí lo que tengo y no quiero involucrarme más con el Erick porque sinceramente no quiero confundirme y hay veces en que casi logra confundirme por ejemplo para mi cumpleaños cuando me dedicó "more than this" en ese momento sentí hueás raras en mi estómago, cosas que no debería sentir por ese hueón conchesumadre que me hizo tanto daño.

           Sentí un alivio gigante cuando el avión aterrizó en mi querida ciudad de Porto Alegre, hogar dulce hogar. Al fin dejaría de dormir en un maldito hotel, podría dormir en mi casita. Me bajé del avión rápidamente, luego tomé mi maleta y luego un taxi.

           Al llegar a mi casa lo primero que me recibió fue mi hijo Cookie, él que corrió como un loco al verme y a saltarme encima, estaba demasiado feliz al verme, al igual que yo a él. Lo segundo que vi fue a la tía Petronila, la mamá del Paolo, mi suegra quien había llegado hace unas semanas desde Perú a cuidar la casa y al Cookie. Al verla la abracé, era como otra mamá para mí o más bien como una abuela porque mis papás igual son re jóvenes y ella ya está cerca de los setenta.

—Tía Petro, tanto tiempo sin verla—ella me sonrió.

—Muchísimo mi niña. ¿Y su familia cuándo llega? —El Paolo me había convencido de invitar a mi papá y a todos a la casa, porque quería conocer a mi familia, porque no conocía a nadie de parte de mi papá.

—En unas horas, me vine antes para arreglar todo.

—Yo ya arreglé las piezas—le sonreí. Era la mejor—y compré todo lo que Paolo me pidió para la cena de esta noche.

—Muchas gracias tía. Ahora entremos—le dije.

—No aún, Paolo le dejó un regalo.

—¿Un regalo? —pregunté confundida. El Paolo no me dijo nada acerca de un regalo.

—Sí, por su cumpleaños, venga conmigo—la seguí, detrás de mí venía el Cookie. Me llevó hacía el garage donde estaban los autos del Paolo. Ahí había un auto que antes no había estado ahí, tenía una cinta gigante de regalo. ¡Oh mi Dios! Era fabuloso, el sueño de toda mi vida, como el auto de Sharpay Evans de High School Musical, pero mil veces mejor.

—¡Es fabuloso! —grité como una cabra chica abriendo el regalo de navidad que esperó todo el año. La tía Petronila me sonrió. Me pellizqué el brazo si es que era real lo que veían mis ojos. Me dolió, así que sí lo era. Frente a mí tenía un auto deportivo rosado. Me acerqué a él y abrí la puerta del piloto. Era un Lamborghini y la puerta se abría hacia arriba como uno de los autos del Paolo. Era el mejor auto de la vida.

—Paolo dijo que te iba a encantar.

—Sí, me encanta—exclamé—Vamos a dar una vuelta tía Petro—ella me miró insegura—Porfis.

Just Give me a Reason || Erick PulgarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora