Erick
No pude dormir en toda la noche pensando en la Diana, es que seguía sin poder creerlo. ¿Cómo es que pasó esto? Aún no entraba en mi cabeza. Pensé que iba a volverla en la mañana, pero no hubo ni rastro de ella, ni en el desayuno, ni cuando nos fuimos a entrenar.
Ahora estábamos en entrenamiento con los cabros, pero éste estaba parado porque el Arturo había chocado con el Gary y se había lesionado al parecer. Así que el profe dijo que ya habíamos entrenado lo suficiente así que estábamos libres.
―Oye ¿Qué hueá te pasa a ti? ―preguntó el Eduardo―Has tenido una cara de hueón impresionante todo el entrenamiento, o sea más de lo normal.
―Estás como en la luna―dijo el Charles―hace un rato te pegué un pelotazo y ni reaccionaste hueón. ¿Dónde está tu mente?
―Vi a la Di―dije en voz baja, pero ellos escucharon.
― ¿Qué? ―exclamaron los dos al mismo tiempo, sorprendidos.
― ¿Cuándo? ―preguntó el Charles.
―Anoche―respondí.
―Chu, es la Copa América de las reapariciones―dijo el Edu soltando una risa―Primero la Javiera, la pendeja y ahora la Diana.
― ¿Y qué onda Erick? Eso es bueno...―dijo el Charles ignorando por completo el comentario del Eduardo―Entonces ¿por qué tenís cara de funeral? ¿Se va a casar? ―lo miré confundido. ¿Por qué había llegado a esa conclusión?
― ¿Qué? ―negué con la cabeza―No lo sé, no lo creo. Es solo que estoy sorprendido porque ya no es la misma Diana, está diferente.
― ¿Diferente en qué sentido? ―preguntó el Charles.
―Diferente en todo sentido―dije remarcando el todo―les juro que si la ven no la van a reconocer, yo no la reconocí, ni siquiera me había imaginado que fuera ella hueón.
―O sea que ¿ahora está rica? ―preguntó el Edu. Lo miré feo―No me mirís así hueón, no es que antes fuera fea, pero parecía una pendeja como de doce años hueón, no entendía cómo te gustaba eso, de hecho me perturbaba...―rodé los ojos.
―Como sea―dije ignorando las palabras del Eduardo―pero sí, está rica, demasiado, no sé qué se hizo y ya tampoco es la misma en la manera en que actúa, ¡Ni en absolutamente nada! Y no sé qué hueá hacer.
―Recupérala―dijo el Charles.
―Sipo hueón llevai años llorando por la Diana y ahora que la veís no haces nada, hácele caso al Charles―concordó el Eduardo.
―Sí, pero es que no sé qué decirle, es todo tan raro.
―Invítala a comer o alguna hueá po―dijo el Charles rodando los ojos― y pídele perdón, pregúntale de su vida, o dónde ha estado ¡Qué sé yo! ¿Cómo vas a ser tan hueón? ―ya si igual el Charles tenía razón? Cuando volviéramos al hotel tendría que buscarla―Ya ahora me voy a duchar. ¿Vamos Eduardo? ―preguntó. El Eduardo lo siguió. Dejándome ahí solo, quizás yo también debería ir a bañarme. O quizás debería irme al hotel ahora mismo, sí eso haría mejor.
Caminé a la salida del centro de entrenamiento, sin embargo me crucé con un chancho, sí un chancho corriendo, más encima el chancho tenía correa. ¿Qué hueá? La selección cada vez estaba más loca, definitivamente.
Segundos después de ver al chancho el Ángelo Henríquez venía corriendo.
―Erick ¿viste a un chancho? ―preguntó.
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Just Give me a Reason || Erick Pulgar
Hayran KurguSolo dame una razón para amarte otra vez... Saga futbolistas de la Roja Todas mis novelas están conectadas entre sí, pero no es necesario leer las otras para entender ésta.