Capítulo 8

30 1 0
                                    

Elián Holmes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Elián Holmes

Quedarme en la casa de Sara fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Dormimos en una habitación chica que tiene dos camas individuales. Cada quien durmió en una cama.

Los abuelos de Sara llegan mañana, entonces será más cómodo para mí. No quiero que piensen que pasaron cosas indebidas con su nieta. No tengo esas intenciones con ella.

Sara sigue dormida en la cama de alado. En toda la noche ha permanecido quieta, desde que se recostó en la cama, no se ha movido para nada. Dudo que esté muerta ya que se escucha la salida y entrada de aire  de sus pulmones.
Toda la casa está en silencio, pareciera que no viviera nadie en la colonia.

Por lo general me levanto temprano porque mi padre me obliga a estudiar por las mañanas. Aun no sé cómo le diré que reprobé el examen de Física. Mis padres nunca me han regañado fuerte, pero si me castigan.

Por otro lado es mejor que ellos se enteren por su cuenta, puedo evitarme el castigo.

Sara se revolotea por su cama hasta que se enreda con una de las cobija y está a punto de caer al suelo, me levanto rápidamente para atraparla.

—Sara, ¿estás bien?—pregunto.

No puedo observar su cara porque esta toda tapada con cobijas pesada.

—Mmm—masculla.

Le doy la vuelta cuidadosamente hacia la cama y quito las cobijas sobre ella.

Ella hecha un suspiro para apartar el cabello de su cara y después voltea para mirarme

—¿Qué haces despierto tan temprano?—pregunta tallándose los ojos.

—Tenía que estudiar un poco.

Me mira confundida mientras se sienta en la cama.

—Tú nunca descansas, Elián.

Solo niego con la cabeza riendo.

Me gusta tener todo planeado en mi vida. En mi casa tengo una agenda pequeña donde escribo como será mi día y mi semana. También tengo un Diario, sé que es raro que un chico tenga uno. Pero ahí saco el estrés sobre problemas con todo el mundo.

Se escucha como se mueve la cerradura de la puerta principal. Sara y yo intercámbianos miradas. Sara se acerca a la puerta de la habitación para escuchar más de cerca.

—¡Sara, querida, ya llegamos—grita una voz desde abajo de la casa.

Es claro que son sus abuelos que llagaron antes. Puedo notar la preocupación de Sara por sus actitudes. No quiero que me vean aquí, es una falta de respeto hacia sus abuelos.

—Ahh no puede estar pasando esto—murmura Sara con las manos en la cara.

Tengo una idea un poco loca, pero puede ser de ayuda y así los dos no saldríamos afectados.
Me pongo de pie para acercarme al oido de Sara para contarle mi plan suicida.

Hermosos ErroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora