Capítulo 3

68 5 14
                                    

Sara Presley

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sara Presley

En mi opinión comer en la cafetería es una pérdida de tiempo. Cuando llega el receso me voy hacía un pasillo abandonado de la escuela. Ahí es donde me reúno con Zoé, ya que a esa hora saca la basura de la cafetería.

Tengo que ir al puente esta noche. Para hacer el famoso proyecto de química con Elián, el chico es lindo, tiene ojos verdes y su cabello con rulos castaños. Es simpático. Pero opinó que será igual que todos. Cosas que no me interesa.

Miro por delante a Zoé que se acerca hacia mí.

—Hola, Zoé—saludo con alegria.

—¿Cómo estás?

—Pues, no me quejo.

—¿Ya recargaste las baterías?

—Podemos dejar de hablar de eso por lo menos un momento.

—Sara, tu problema es complicado... además... me preocupas ¿Te has estado sintiendo bien?

—No, me he sentido mal— murmuro mientras me abrazo a mí misma.

—¿En que aspectos?

—Las baterías se descargan rápido, y me siento mareada.

—Sara, eso es peligroso. Tienes que ir al médico.

—No es necesario, solo fue por la mañana, ya me siento mejor.

—¿Tienes miedo? Verdad.

—Sí—murmuro con la cabeza agachada.

—Pero ¿por qué?

—Ya no me queda mucho tiempo, mi promedio de vida es de 10 años, si hacemos cálculos me quedan 5 años.

—¿Cuánto llevas con el corazón?

—No recuerdo a qué edad, pero casi desde que nací. He tenido dos corazones en mi vida. Uno ya dio su tiempo, que fueron  tres años. Hasta ahora tengo este—señalo mi bolsa amarilla—Que es una versión más moderna y avanzada, pero también tiene su tiempo de vida.

—Sara, pero imagínate que llegue un donador.

—Sí claro, quien querría darme su corazón—digo con sarcasmo tomando un trago de agua.

—Aunque no lo creas, una persona en este mundo lo hará— dice Zoé mientras agarra sus cosas.

No tengo esperanzas. Es ilógico que una persona quiera darme su fuente de vida. Nadie lo haría, por mi parte no.

Miro la pantalla de mi teléfono, es mi abuela que me está llamando.

—¡Bueno!

—Abuela, no es necesario que grites, puedo escucharte bastante bien.

—Cariño, ven a la casa ahora.

—Está bien, ahora voy—respondo sin reclamos.

Coloco mi mochila amarilla sobre mi hombro y empiezo a caminar hacia la puerta de salida. Todos los días me voy sola. Mi abuelo se queda hasta tarde para recoger el basurero que dejan los alumnos.

Hermosos ErroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora