Capítulo 40 [EXTRA]

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Alejandro Holmes

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Alejandro Holmes


El miedo se apodera de mí al verlo ahí, tirado en el suelo, inconsciente por mi estúpida culpa.

Me inclinó para tomar su cabeza sin fuerza. Mis manos se manchan de su sangre, esa que forma parte de mí.

—¡Son unos idiotas!—les grito a los tres imbéciles que contraté—¡Unos completos idiotas! ¡Les dije un susto no que lo dejarán así!

Le arrebató la pistola a uno para apuntarlos y espantarlos más.

—je-jefe, no-nosotros so-solo hicimos nuestro trabajo —tartamudean.

Maggie baja de la camioneta rápidamente, mira aterrorizada el suelo.

—Alejando que hiciste—murmura con un hilo de voz mientras su mano temblorosa está sobre su boca.

—¡Cállate y vuelve al auto!

—¡Lo mataste!—grita asustada mirándome con miedo a que le haga daño.

Cansado de su voz la apunto con la pistola cargada.

—¡Cierra la puta boca y entra al auto!

A Maggie se le escapa el aire al momento de esperar que una bala atravesara su cuerpo. Niega con la cabeza decepcionada, cansada de todas las mierdas que la estoy haciendo pasar. Sin dar marcha atrás corre al auto.

Volviendo a ver a mi hijo tirado en el suelo, les exijo a los tres hombres que uno de ellos llame a una ambulancia mientras yo sigo apreciando su rostro, observando como sus ojos están cerrados, su cabello alborotado lleno de sangre saliendo de su cabeza. Mis manos no paran de temblar al verlo, al recordarlo corriendo por el huerto feliz con sus carritos de juguete, cuando mirábamos a los autos pasar por el parque mientras los dos teníamos un helado en mano. Todo eso se acabó cunado Elián decidió seguir a su corazón.

Tal como lo hizo papá con mamá, esa relación tan perfecta que tenían pero tan macabra a la vez. Cuando mamá se veía con otros hombres en la sala mientras un niño de 7 años estaba sentado en el comedor sin entender la tarea de matemáticas. Papá por otro lado, estaba muy ocupado en darnos la vida que merecíamos.

Todo por culpa del tonto corazón. Por el amor. El amor que nos hace pensar que todos somos princesas y príncipes pero la realidad es que todos somos humanos jugando el juego llamado vida.

Por esa razón quería que Elián se enfocara solo en él, y que usara el cerebro para apartar los estúpidos sentimiento del corazón. Más sin embargo esto se me salió de las manos.

Escuchando el sonido de la ambulancia acercarse, doy un beso en la frente de Elián. Recargo su cabeza en la suelo para largarme del lugar. Corro hasta el auto donde esta Maggie sobrellevando una pequeña crisis de ansiedad. Cuando me observa encender el auto no tarda en reclamar.

—¿¡Lo dejaras allí? ¡Sólo! Después de todo lo que...

Junto mis labios con los de ella en total desesperación. Maggie no acepta el beso y al curso de unos segundos se separar de mi boca sin despegar sus ojos azules de mi vista.

—Preciosa—masajeo sus mejillas—De ahora en adelante estaremos juntos—sonrió apartando el cabello rubio de su delicado rostro—porque si no es así, los dos saldremos afectados.

Sin dejar de temblar comienza a llorar de arrepentimiento.

—Eres un enfermo....—se encoje ella misma.

Rodeó los ojos para arrancar sin cuidado alguno.

Mira hasta donde llegó tu obsesión.

La voz de mi cabeza se escucha tan coherente que pudiera asegurar que mi propio hijo me está hablando.

—Alejandro...—murmura Maggie sin apartar la vista de la transitada carretera.

Jamás imagine que llegarías tan lejos.

Con una ligera taquicardia lo ignoro metiendo cuarta velocidad.

—Alejando, frena el auto...

Me mataste, papá. Con tus propias manos, aquellas que también masajeaban mi cabello cuando tenía miedo.

Cierro los ojos escuchando la voz más pero más fuerte.

—¡¡Alejando frena el puto carro!!

—¡Cállate!—abro mis ojos mirando a un auto que viene hacia mí.

Logro girar el volante. Alcanzo a notar que el carro al que esquivé provoca una carambola entre los demás autos que están esperando que el semáforo cambie a verde. Sin pararme a ayudar en el accidente que acabo de provocar, arranco el auto de nuevo hacia otra dirección.

Maggie sin hablar sigue en shock con la mirada baja. Una de mis manos va a las de ella para tranquilizar y calmar su respiración. Ella al ver que sus manos ahora están manchadas de sangre, me aparta volviendo a llorar en silencio.

Huyo de la culpa de mi propia conciencia al darme cuenta que yo ocasione la muerte de mi propio hijo.

De nuevo vuelve la voz...

Aun así... Te  perdono papá, siempre fuiste mi héroe...

Me sonríe su silueta y desaparece.

Cierro mis ojos para hacer posible que las últimas lágrimas que brotan de mis ojos salgan con fluidez

Hermosos ErroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora