Chile...

211 11 22
                                        

¿Por qué estaba tan incomodo?

¿Era acaso por la posición en la que dormía?

Solía pasarle a menudo que dormía en una posición bastante incómoda pero aún así lograba dormir tranquilo hasta que despertara y el cuerpo le doliera.

Pero esto era diferente; ahora la incomodidad le negaba el sueño y lo hacía querer despertar para quitar lo que tenía.

Movía su cuerpo intentando encontrar su comodidad de nueva cuenta, algo realmente imposible. Ahora no sólo era su cuerpo lo que le incomodaba, ahora tenía la sensación de ser vigilado, como si alguien lo mirara hasta el alma, como si esperara el momento perfecto para atacarlo.

Al principio creyó que se podría tratar de alguien que se había quedado a dormir, por ejemplo Argentina o México, quienes tenían la costumbre de despertarlo de manera brusca, ya sea de saltos sorpresas o cosquillas.

Pero estás vez era diferente...

Tal vez...¿Prusia?

Él tenía una rara costumbre por llegar a sus tierras sin avisar, sin siquiera mandar una carta o algo, y siempre llegaba cuando estaba dormido y lo despertaba mientras lo observaba fijamente y le acariciaba el cabello. Algo lindo y tétrico a la vez que no entendía la razón del por qué lo hacía.

Y ahora que se ponía a pensar todo eso, no era ninguno de ello.

No sentía esas caricias en su cabello peinando sus mechones rebeldes que lo único que hacían eran molestar su rostro, tampoco escuchabas risas que estaban a punto de hacerse más fuerte por una travesura.

Entonces, ¿qué era?

Algo alarmado pero aún cansado abrió los ojos intentando buscar la causa de esa creciente inquietud.

Su vista algo borrosa lo primero que observó fue la pared de su habitación, algo comprensible. Se talló sus ojos, intentando enfocar mejor su vista, y cuando por fin pudo ver bien se sentó en su cama.

El silencio sepulcral del lugar lo hizo inquietarse aún más. Esa mirada seguía clavada en su cuerpo pero no se atrevía a observar más la habitación.

-Que bueno que despiertas, hijo mío.

La voz que resonó por su habitación lo hizo congelarse en su lugar. Esa voz sería, que detonaba poder y superioridad la conocía perfectamente. Alguien con complejo de Dios que no le temía a nada, que era capaz de asesinar a quienes llamaba hijos por sólo mantener lo que ella consideraba "equilibrio y paz". Alguien que guardaba múltiples secretos que no compartía con nadie, secretos que se llevaría a la tumba si era posible. Alguien a la que todos temían y otros respetaban, Madre Pangea.

Levantó su cabeza de la cama para observarla con miedo. Nunca era un buen presagio que aquella mujer vestida de forma elegante como si estuviera en un baile de gala se apareciera en tu vida como si nada. Muchos humanos la llamaban la mensajera de la muerte; solía visitar a los países para darles la desafortunada noticia de que iban a morir y tiempo después les arrebataba la vida. Ella defendía su postura ante eso diciendo que era necesario, que sin algo o alguien que mantenga la paz tendría que asesinar a los países hasta que haya paz en todo el mundo. Según ella era justo y necesario.

-P-Pangea...-su voz vaciló, sus manos temblaron y su cuerpo sudó. ¿Acaso este sería su final?, si era así quería llorar; él sabía que no era el país más santo del mundo, había echo cosas malas como todos, pero no sentía que fuese tan malo para asesinarlo, ¿verdad?-¿qué haces aquí?

La mujer que estaba sentada enfrente de su cama en un pequeño banquito se levantó para curiosear por la habitación, observando las pertenencias del latino.

Headcanon [Countryhumans]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora