Prólogo

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"Solo eres un niño asustado, pataleando para ser salvado en un mar vacío"

-Hola cielo- escuchó en la lejanía, una silueta, una capa blanca, una capucha y algo en su espalda- ¿Estas perdida?.

Miró detrás de sí, no había nadie más así que indudablemente le hablaban a ella.

Ella o el ciervo que, tranquilo, se paseaba entre los árboles.

Intentó recordar si estaba perdida o no, para contestar la pregunta, más que nada porque no quería parecer ignorante, pero no pudo hacerlo, como si apenas se hubiese levantado, se sentía somnolienta.

No pudo recordar si estaba perdida o no, bajó la vista hasta su ropa, unos shorts sueltos y una camiseta sucia, tenía la piel llena de algo oscuro y no llevaba zapatos.

¿Si que estaba perdida?.

Cuando el hombre llegó junto a ella, notó por primera vez, en su cuello, casi como si de un collar se tratase, una placa de metal, con un símbolo en ella, lo sintió familiar, diferente y familiar a la vez, estiró sus manos hasta esta, sin alcanzarla.

Entonces, notó por primera vez las marcas de sus manos, heridas, eran quemaduras, se aterró, ¿porque estaban así?.

>>Ay cielo, ¿que te pasó?- sus ojos se llenaron de lágrimas, el hombre, puso sus manos suavemente sobre las de ellas y pronto una pequeña aura verde las cubrió.

No lo sabía, las lágrimas ensuciaron sus mejillas, asustada.

-¿Mi mamá?- murmuró.

-¿Sabes donde vives?- entonces, justo cuando el hombre soltaba sus manos, una rama se rompió, logró escucharla con claridad en el silencio de la noche.

Así que, sin mediar más palabra, los brazos del mayor envolvieron a la pequeña niña, cubriendola con su capa.

Sintió el calor de su cuerpo quitarle el frío.

Tenía manos pequeñas, se preguntó entre la conmoción de todo eso, ¿Quien era?.

Estaba bastante helado, y las pequeñas gotas de lluvia comenzaban a caer.

No sabía si ese hombre era malo, pero había sido amable, y, ¿como se veía un hombre malo en realidad?.

-¿¡Qué traes ahí!?- el grito de quien parecía ser su compañero- Estamos en una misión, ¿ya lo olvidaste?.

Sintió la mano del hombre sobre sus hombros, defensivo, luego se agachó hacia ella, ignorando completamente a quien parecía conocerlo desde antes.

-¿Como te llamas niña?- preguntó entonces, amable, con una sonrisa.

Tenía el cabello blanco, y dos pequeñas marcas rojas en su frente, ojos extremadamente verdes, supo casi al instante, solo por las marcas, a que clan pertenecía, pero ese clan estaba extinto, quedando quizá unos cuantos esparcidos, perdidos entre las grandes y pequeñas aldeas.

Conocía a los Kaguya, un pueblo salvaje, lleno de prejuicios, con una historia depravada y sangrienta detrás, quizá esas personas se habían guardado todo para ellos, muriendo con sus secretos en un intento por demostrar que la fuerza bruta siempre gana.

Pero incluso con todo lo que le habían contado a aquel hombre sobre el viejo clan, después de todo lo que creyó conocer, había frente a si una niña.

Delicada y lastimada.

-No lo sé.

Una niña que no sabía quién era.

Traspasando cada dicho, y cada prejuicio que habría tenido sobre alguien salvaje como un Kaguya, reconoció en su corazón algo de bondad.

Era una noche lluviosa.

-Traigo a una sobreviviente- contestó entonces, levantando a la chica entre sus brazos, mostrándole al otro lo que llevaba en sus manos.

Un pequeño bulto asustado.

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Aclaremos algo, es un fanfic, pero soy lenta, me tomo mi tiempo porque me gusta hacer las cosas bien, quiero explorar y conocer a mis propios personajes, así que va a ser lento, tómenlo o déjenlo.








No eres un heroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora