𝟑𝟎

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17 de abril de 2025

Pov Lisa

Me apoyé en el barandal del balcón y aspiré el aroma húmedo de la mañana. El sol apenas podía divisarse entre las nubes, tornando el ambiente en uno oscuro y frío, nada comparado con los otros días de abril donde el sol resplandecía en el azul del cielo.

Siempre preferiría los días fríos por sobres los calurosos pero me gustaba que el sol matutino calentara mi piel. Me hacía empezar el día con buen humor.

Observé la callé y las pocas personas que pasaban por ella. Era demasiado temprano como para que ocurriera un embotellamiento, como era costumbre a eso del medio día. Luego, miré más allá—aún costado del edificio que estaba en frente—el parque central. Fue justo por el parque que decidí mudarme aquí. Podía correr todas las mañanas o las noches— dependiendo de cuando me sintiera con ánimos de hacerlo — ir y regresar trotando, solo eran unos seis minutos de distancia.

Tuve que apartar la mirada del parque al sentir un cosquilleo interno. Ese que ocurría cuando tienes la ligera impresión de que te observan aunque no puedas ver quien lo hace. Moví mis ojos por todo el entorno y no encontré a nadie mirándome fijamente como lo quería hacer parecer mi cerebro.

Suspiré cansada. Solo era mi imaginación.

Entre al departamento y me di la vuelta nuevamente para correr las persianas, cuando un pequeño pomerania en el edificio contrario me hizo detener. El cachorro parecía mirarme, con su pequeño cuerpo moviéndose feliz de un lado a otro. La habitación en la que estaba tenía las persianas a medio cerrar y una tenue luz amarillenta salía de su interior. De vez en cuando el viento las movía de lugar revelando una silla vacía y una pequeña mesa en frente con una laptop sobre ella.

Volví a mirar al pomerania y fruncí el ceño.

Era idéntico....

Negué lentamente apenas ese pensamiento cruzó mi mente y cerré las persianas en un solo movimiento.

No, Lisa. No todos los pomerania de pelaje café oscuro con los que te topas tenían que ser Kuma.

—Estás alucinando—me dije a mi misma en un murmuro y retrocedí varios pasos, aún mirando las persianas fijamente, como si algo fuera a salir de ellas al momento de darle la espalda—¡Ah!. ¿Qué estoy haciendo?.

Quise reír pero el sonido se ahogó en mi garganta y salió como una débil exhalación.

En realidad, esto me ocurría más a menudo de lo pudiera contar; sentir que alguien me observaba, tener repentinos escalofríos e incluso el confundir a otros cachorros con Kuma.

Pero era imposible, estaba a miles de kilómetros de distancia de Corea del Sur.

Ella no podría encontrarme.

Me sobresalte al momento en que escuché suaves toques en la puerta. Espere diez segundos para que mi corazón acelerado se calmara y después me dirigí a ella. Miré por la mirilla y suspiré de alivio al divisar a Lia del otro lado.

—Hola—la saludé, mi mirada se desplazo a los vasos de café que sostenía en sus manos.

—Disculpa, disculpa. Se suponía que te avisaría pero dejé mi teléfono al salir y cuando me di de cuenta ya estaba a mitad de camino. Iba a pedirte que desayunáramos afuera pero empezó a llover. Me dio tiempo de ir a esa cafetería que te gusta y...—tomo una profunda respiración y sonreí ampliamente—Te compre un ice latte, tu favorito—me lo tendió y lo tomé al instante.

𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 ❬ 𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀 ❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora