𝟒𝟏

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El sol dorado caía sobre la piel de Lisa, acentuando sus preciosos y suaves rasgos. Su cabello negro brillaba con la luz y resplandecía en tonalidades de azules. Me coloqué detrás y rodeé su cintura con mis brazos.

—¿Estás bien?.

Le pregunté por novena vez. Su mirada seguía clavada en el teléfono, leyendo ese estúpido mensaje que Marco Brüschweiler le había enviado esta mañana.

—Si—respondió en tono ausente—Estoy bien.

Rodé los ojos y, en un rápido movimiento, le arrebate el teléfono de las manos y lo guarde en mi bolso. Lisa se volvió, sus grandes ojos detallándome con detenimiento.

—No te lo regresaré—dije con voz entrecortada—Ni siquiera mirándome así.

Esbozó una pequeña sonrisa y continuó mirándome con tal intensidad que hacia que mi cuerpo temblara ligeramente. 

—Dámelo.

—No.

—Tengo que saber si lo que me dijo iba en serio o no.

Respiré hondo y negué.

—Ya déjalo, Lisa. No te hará nada bien lo que estas haciendo.

Se mordió el labio inferior y aparto la vista hacia un costado. Se veía tan vulnerable, no pude contenerme a abrazarla con fuerza.

—Tranquila, mi amor. No lo hagas, no quiero que llores—le dije, al presagiar las lagrimas en sus ojos cristalinos. Deseaba hacer su dolor mío y luchar contra él.

—Dijo que...que estaría muerta para él y para mamá si me iba contigo. Nunca pensé que fuera capaz de decirme algo como eso.

—Lo sé—me alejé y tome su rostro en mis manos—No lo dijo en serio. ¿De acuerdo?.

Asintió despacio.

—Si me besas me sentiría mucho mejor.

Mi corazón salto de alegría ante sus palabras y mi boca cubrió la suya de inmediato. Lisa no se movió mientras mis labios adsorbían el sabor de los suyos, moviendolos despacio. Cuando abrí los ojos, me estaba sonriendo de lado. 

—¿Alguna vez te he dicho que me gustan mucho tus ojos?—le dije, observando el avellana de su mirada.

—No—murmuró—¿Te gustan?

—Si...tú labios, tu nariz, tus cejas...tú voz.

—¿En serio?—fingió estar sorprendida y yo no pude evitar reír—Me pasa lo mismo contigo.

Suspiré, totalmente enamorada.

—Te amo. Nos espera una maravillosa y larga vida en París. No dejes que tu familia arruine tu estado de ánimo.

—Y yo a ti—dijo, dejando otro beso sobre mis labios—Tienes razón, es lo que quieren al fin y al cabo.

En ese momento se anunció nuestro vuelo: ya debíamos de abordar el avión. La ansiedad me recorría la piel. Lo que había deseado durante muchos años estaba a nada de ocurrir. Noches de insomnio, largas sesiones de llanto y ensoñaciones. Supe entonces que si Lisa volvía a intentar dejarme no encontraría fuerzas para detenerla. Ella era mi vida entera y la razón de mi existir, sin ella, yo dejaría de vivir.

—¿Esto está pasando realmente?—comento Lisa, mientras pasábamos por el filtro de seguridad

Me volví hacia ella y le mostré mi más grande sonrisa. El brillo en su mirada era más intenso que cualquier rastro de tristeza previo.

—Esta pasando y no acabará jamás—respondí, con toda la seguridad posible.

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𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 ❬ 𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀 ❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora