𝟑𝟒

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El sabor del café que ofrecía la máquina del hospital era realmente malo, pero me ahorraba el tiempo en ir y venir de la cafetería constantemente y además era gratis, tal vez por eso era tan malo.

Mientras esperaba a que se llenara mi vaso podía escuchar los pasos de las personas pasar detrás mío, algunos murmullos y uno que otro grito desconsolado. Si, era justo por eso que no me gustaban los hospitales, me daban ansiedad. 

Sentí la presencia de alguien colocándose a mi lado, casi rozándome el brazo. No tenía que alzar la vista para saber quién era.

—¿Qué haces aquí?—preguntó con absoluta calma, al tiempo que se servía café—Siendo sincero tenía la esperanza de que hubieras muerto aquel día.

—Cuidado—le advertí—La única razón por la que aún estás hablando es por Lisa y por lo que le pasó a su padre.

—Ah—rió por lo bajo—¿Vas a matarme?—sentí su aliento en mi oreja—Inténtalo, preciosa—volvió a alejarse unos centímetros—Quiero ver eso.

No tenía porque replicar, era lo que él quería; que perdiera el control. No le iba a dar esa satisfacción tan fácilmente.

—No te veía desde hace tiempo...—continuo hablando—Debo admitir que sigues siendo la chica de mis fantasías adolescentes.

Maldita máquina de café. ¿Por qué tardas tanto en llenar un ridículo vaso?. ¿A caso hay un agujero negro al fondo?. Necesito alejarme de Jaebeom ya mismo.

—Hace mucho tiempo comprendí que no podía tenerte—suspiró—Me heriste mucho, Jennie. Aún sigue doliendo—susurró—Sabía que si seguías viva algún día volverías a ella, después de lo que hiciste, claro que volverías—rió—Es por eso que voy a quitarte lo que más quieres en el mundo, quiero que sientas todo el dolor que me ocasionaste.

Sus palabras detonaron algo dentro de mí, tomé su brazo y lo obligue a permanecer en su lugar.

—¿Qué dijiste?.

—Creo que me escuchaste bastante claro—sonrió—No te tengo miedo, Jennie—se inclinó hacia delante—Te haré sufrir, no, espera...—chasqueó su lengua—No literalmente a ti...a ella—miró sobre su hombro hacia la habitación en la que estaba Lisa.

No pude controlarme ante su amenaza. Necesitaba borrar la estúpida sonrisa que se asomaba en sus labios. Coloque mi café a un lado con extrema delicadeza y luego lo tomé del cuello de la camisa tan rápido como pude, solo reaccionó con gritos desgarradores cuando el café caliente le quemaba la piel del rostro.

—¡Bastardo!—le grite, sujetándolo con fuerza y utilizando mi mano izquierda para abrirle los ojos, logrando que el liquido humeante le cayera justo dentro—Si te atreves a tocarla, si lo pones un dedo encima...—apreté mis dientes, queriendo decirle todos los métodos de tortura que utilizaría contra él pero justo en ese momento un médico cruzó la esquina y se aproximo a nosotros con una mueca perturbada en su rostro.

Solté a JB con brusquedad, estampandolo de la pared contraria. De inmediato se pasó las manos por los ojos y sollozo.

—Hija de puta—masculló.

—¿Qué está pasando aquí?—él médico nos lanzó una mirada interrogante, tal vez estaba ciego, de lo contrario no me explicaría su ridícula pregunta—¿Se encuentra bien, señor?—se acercó a JB, observando sus ojos de cerca, luego se giró a mi—Llamaré a seguridad y de inmediato será atendido—volvió a mirarlo.

—No es necesario—dijó él rápidamente, descubriéndose el rostro. Tenía toda la zona roja y sus ojos parecían inyectados en sangre. Reprimí una sonrisa—Hice enojar a esta mujer, me lo merezco—sonrió sin gracia—Aunque si quiero algo para el dolor, siento que estoy quemándome vivo.

𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 ❬ 𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀 ❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora