𝟒𝟐

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Pov Lisa.

Las siguientes horas que transcurrieron después de nuestra visita a la torre Eiffel fueron ajetreadas y desgastantes. Jennie se la pasó hablando ansiosamente con un agente inmobiliario que…demonios, ¿como pudo contactar a un agente inmobiliario tan pronto y a estas horas? y, mucho más sorprendente aún, comprar una linda casa en un prestigiado vecindario de París.

Me encontré en una espaciosa sala amueblada a eso de la una de la mañana, con la maleta aún sujetada con fuerza en mi mano y muchos sentimientos a flor de piel.

Escaneé rápidamente los alrededores: cuadros del siglo victoriano, sofás de cuero, sillones blancos, arreglos florales en su mayoría tulipanes bien cuidados. La pintura era de un beige muy opaco y las luces demasiado resplandecientes. Toda la decoración era anticuada pero ya habría tiempo para remodelarlo a nuestro gusto.

 Me volví a Jennie, quién hablaba con el agente inmobiliario a escasos metros de mi.

—Si tienen algún inconveniente con la propiedad no duden en decírmelo…—parpadeó varias veces, estaba tratando de mantenerse despierto—Estoy a sus servicios.

—Gracias por entender nuestra urgencia y atendernos a estas horas—Jennie le sonrió—Que tenga buenas noches.

—Trabajo las veinticuatro horas, no es un problema—sonrió vacilante—Buenas noches, señoritas.

A penas la puerta se hubo cerrado, Jennie avanzó hacía mi y me tomó de la camiseta para acercarme a sus labios. La acción me tomó por sorpresa así que tarde unos segundos en estabilizarme. Cuando lo logré, tiró de mi labio inferior tan fuertemente que al separarnos sentí el líquido caliente bajándome por el mentón. No me dolió y mucho menos me importó. Retiré la sangre con las yemas de mis dedos. Estaba por bajarlos cuando Jennie sujetó mi muñeca y luego aproximó mi mano a su boca. Chupando mis dedos lentamente.

Ví en sus ojos todo el deseo que contenía en su alma, desde su loca y enfermiza forma de amarme hasta la manera tierna y dulce en que me demostraba su cariño.

—Ya no tengo que soñarte—dijo muy despacio, bajando mi mano y entrelazando nuestros dedos, al mismo tiempo que me hacia retroceder.

—No—respondí con una sonrisa.

—Estaremos juntas por siempre.

—Si.

—Si llegarás a dejarme alguna vez entonces me arrojaré del puente más alto de París y tendrás que vivir sabiendo lo que hiciste hacer.

Sonreí aún más. No porque su comentario suicida me hiciera gracia, si no porque esa sería una posibilidad que yo nunca permitiría que cruzará mi mente.

 Dejé todo por ella, incluso a mi propia familia.

—Te amo…te amo…te amo—le dije sobre sus labios húmedos. Mi mano fue a su mejilla y la acaricié despacio.

Jennie cerró los ojos y se inclinó hacia mi. Una vez más, nuestros labios se tocaron. Dulcemente nos besamos por un largo rato, ignorando todo el cansancio y fatiga que el día nos había traído. Sus labios eran todo lo que necesitaba, ella era todo lo que necesitaba ahora mismo…y siempre.

Meses después.

—Estas haciéndolo mal—señalé al chico del fondo y negué lentamente—Te ves demasiado rígido en comparación con tus compañeros. Suéltate, tienes que sentir la música fluir por tú cuerpo, una vez que lo tengas nada podrá detenerte.

Miré a Enzo, nuestro encargado del sonido y con un gesto le indique que volviera a hacer sonar la canción.

Habíamos ensayado está canción por largos días. Los bailarines llegaron a un punto en el que parecía que había sido creada solo para ellos. Todo estaba perfecto…casi perfecto. Lucas, el chico que había intentado corregir minutos antes, seguía equivocándose. No conseguía el ritmo ni sus movimientos eran limpios.

𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 ❬ 𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀 ❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora