𝟒𝟑

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Los años pasaron como un pestañeo. Tres cortos veranos llenos de maravillosos recuerdos. No quería pensar en la vida antes de Jennie. ¿Seúl?, ¿Bangkok?, habían sido solo un débil gris dentro de un lienzo lleno de colores.

—¿Que haces ahí?—escuché su voz acercándose y me volví hacia ella—¿Estas hablando con otras mujeres?

—No digas tonterías—dije con gracia, regresando a mirar el horizonte—Estaba pensando.

—¿En qué?.

Ella tanto como yo lo sabía. Supongo que quería escuchar las palabras salir de mis labios.

Preferí alagarla, como todas las veces que me veía acorralada ante una situación difícil de manejar.

—Que tengo a la esposa más hermosa, sexy e inteligente del mundo. ¿Sabes lo afortunada que me siento?. Soy muy afortunada.

Su sonrisa me aturdía, me encantaba la forma de sus labios y la manera en que los curvaba.

—Oh, cariño, la afortunada soy yo.

Me rodeó la cintura con los brazos  y dejó caer la cabeza en mi hombro. Sentir su calor me daba tanta paz, podía dormirme aquí mismo si mis pensamientos no fueran tan ruidosos.

—Deberíamos bajar—murmuró pasado un momento.

Tras un largo suspiro bajamos al primer piso, encontrándonos a Kuma junto al sofá. Los años lo habían vuelto sordo y ciego. Su pelaje que  era castaño ahora estaba salpicado con canas.

Su pequeña nariz se movió con rapidez, olfateando nuestro olor familiar. Sabía que estábamos ahí, incluso si no podía vernos o escucharnos.

—No creo estar lista para cuando suceda, Lisa.

La voz de Jennie se volvió tan amarga que casi pude saborear el sabor de las palabras. Yo tampoco estaba lista para perder a nuestro Kuma. Vivir sin él iba a ser tan doloroso. ¿Quién saltaría encima de mi por mimos al regresar a casa?, ¿Quién desordenaria nuestros calcetines?, ¿Quién dormiría junto a nuestros pies cada noche? ¿Quién dejaría un reguero de pelos a su paso?

Era consiente que mi dolor no podía medirse con el suyo, para Jennie sería aún más difícil. Kuma había sido el obsequio de su padre en su cumpleaños número dieciocho. Lo había cuidado con tanta delicadeza, le había regalado tantas horas de vida, tantos recuerdos que ahora se irían con él y permanecerían con nosotras.

Los días avanzaban y Jennie y yo cuidábamos a Kuma tanto como podíamos. Su veterinario nos explico que sus últimos días debían de ser tan felices como los primeros.

—Si está feliz pueden hacer que viva un poco más—nos explicó una vez—No debe de percibir lastima viniendo de ustedes, eso lo haría sentir triste.

Sin embargo, la vida de nuestro pequeño Kuma se apagó tres meses después de eso. Jennie estaba devastada, apenas comía o se levantaba de la cama. A veces la hacía reír con anécdotas del estudio de baile, otras veces ni me escuchaba, prefiriendo llorar de repente.

Fueron meses difíciles, sufría, no solo por la partida de Kuma, si no también por ella.

. . .

—¿Hola?—dije dedutiva.

—¿Quién habla?

—Lisa, La esposa de Jennie…¿me recuerdas?

La última vez que ví a Wonho fue en nuestra boda hace dos años. En un momento de la celebración nos citó en un rincón alejado de la multitud y nos comentó que estaba huyendo de la policía después de que descubrieran varios delitos graves bajo su nombre. Antes de marcharse le dijo a Jennie que no intentará localizarlo, que era muy peligroso cualquier movida, incluso por muy tonta que pareciera. Nos deseo mucha felicidad y vida y luego camino despacio hasta desparecer entre la gente.

𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 ❬ 𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀 ❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora