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A pesar de que insistimos que durmiera en la habitación de invitados, Wonho se marchó con la excusa de que extrañaba a su esposa.

-Las visitaré la semana que viene-prometió-No volveré a separarme de ustedes.

Jennie casi lo fulmina con la mirada y Wonho sonrió como respuesta.

-Te lo juro-volvió a decir-La semana que viene.

. . .

-Cariño, estuve pensando...-me dijo esa misma noche mientras apagabamos todas las luces de la casa-creo que es el momento perfecto.

-¿Para qué?

-Para ser mamás. ¿Quieres serlo?, yo lo quiero.

¿De donde había salido eso? Traté de mostrarle una falsa fachada de tranquilidad.

-¿Hijos?, ¿Estás...segura?

-Si. ¿Tú no?

El nuevo Kuma apareció en mi campo de visión. Lo seguí con la mirada mientras se estiraba como un gato a los pies de Jennie.

-No lo sé, Jennie, yo...-fallé al mirar sus ojos llenos de ilusión-Yo...-Kuma gruñó dando cortos pasos hacia mi-Oye, oye, calma tigre.

-Tranquilo Kuku.

Al instante la pequeña bola de pelos detuvo su andar y se volvió para acurrucarse junto ella.

-¿Que fué eso?-dije en voz alta-¿Por qué solo te hace caso a ti?

-No lo sé-se agachó para acariciarlo-Supongo que sabe que estás lastimandome.

-¿Qué?

-No quieres que tengamos hijos.

-Yo no dije eso-murmuré.

-¿Entonces?

Le permiti a mi imaginación recrear la escena de una pequeña versión de nosotras recorriendo toda la casa. Veía a Jennie sosteniendo a una niña en sus brazos, me ví a mi misma acercarme y tocar su pequeña nariz. Escuché su risa y el sonido titubiante al decir "mamá" por primera vez.

Llené mis pulmones de aire. No sabía si estaba preparada para esto pero no parecía ser tan malo después de todo.

-Si...me encantaría.

Los días pasaron y ninguna de las dos movia un dedo para hacer algo al respecto. Pareció que había sido una simple conversación nocturna, como esa vez en la que juramos adoptar a todos los animales del refugio cercano-aunque no descartaramos la posibilidad del todo- Después de un año retomamos la charla y a la mañana siguiente Jennie entró a la habitación con una carpeta en sus manos.

-Hay más de doscientos-explicó, dejando los documentos a mi alcance-Solo traje una carpeta, habían cientas, no sabía que existían tantos donantes de esperma.

Hombres de todas las edades y razas pasaban frente nuestros ojos sin llamarnos ni un poco la atención... hasta que apareció David, un sueco de cuarenta años con un rostro atractivo y sonrisa dulce.

𝐄𝐍𝐅𝐄𝐑𝐌𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 ❬ 𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀 ❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora