Capítulo 26 - La División de Voluntarios (Parte 3)

4 1 0
                                    

HISTORIA – 4 de enero de 2992

Adlar se encontraba en la alcoba de su padre, hablando sobre su decisión de unirse al grupo de voluntarios. Su madre también se encontraba presente, quien no parecía estar dispuesta a aceptar tal decisión.

―¿Puedo saber el porqué de tu decisión?― preguntó su padre.

―¿No es evidente? Irchar nos necesita― contestó Adlar ―. Y yo no puedo quedarme de brazos cruzados, esperando a que otros hagan el trabajo.

―Mientes― acusó su madre ―. No es Irchar lo que te preocupa.

Adlar se vio molesto por aquel comentario de su madre.

―Leaniar...― soltó el general Aklar, siendo interrumpido por su mujer.

―No. Quiero hablar yo― se pronunció desafiante Leaniar ―. Ya sabemos cuánto te importa el honor militar, y que se cumpla tal ejemplo en tu familia, Aklar. Pero, como madre, quiero tomar mi decisión.

―De acuerdo― dijo Aklar con un tono bajo, cruzándose de brazos mientras se sentaba en la cama ―. Hablad todo cuanto queráis, yo solo haré de espectador, y esperaré a mi turno para hablar.

―Muy bien― comentó Leaniar antes de poner su mirada en su hijo ―. Ahora, quiero que seas sincero, Adlar. Ya que quieres entrar en esa división de voluntarios, deseo por lo menos conocer tus verdaderos motivos.

―Ya lo he dicho.

―A mí no me lo parece― juzgó Leaniar ―. Esto no es por patriotismo, sino es por algo personal. Tú quieres hacerte ver como un guerrero, y quieres entrar en ese conflicto, sin saber a lo que te expones realmente. ¿Me equivoco?

Adlar sintió un golpe realidad que no se esperaba, creyendo en ese entonces que su madre parecía conocerlo más de lo que él mismo se conocía. Sin embargo, eso no iba a hacer que se echara atrás en tomar su decisión. Escondió el poco atisbo de sorpresa que tenía el joven Romsen, y trató de mantener su postura, con una expresión más seria.

―¿Y qué si es así? Quiero formarme como guerrero, como uno de verdad.

―Lo de siempre― musitó Leaniar molesta ―. Maldigo el día en que tomaste esa decisión. No eres consciente del daño que te hace eso.

―Soy consciente en que ya estoy cansado de la vida que llevo, de no ser capaz de vivir independientemente. Quiero tener mi propio reconocimiento.

―De modo, que no te importa Irchar― acusó su madre.

―Puede ser. Aunque, sinceramente, no veo que a ti sí te importe realmente, y eres la Gobernadora. De manera, que nuestra preocupación por nuestro hogar, no es un factor importante para nuestras decisiones― argumentó Adlar ―. El caso es, que yo deseo pelear por ver mi verdadero valor, que todos mis conocidos dejen de verme como un soñador. Ya va siendo hora de empezar mi propia historia. Una en la que no deseo que nadie se interponga en mi camino. Cuando encuentre quién soy realmente, cuál es mi valor, entonces me preocuparé por otras personas, aspectos de la vida... lo que sea. Si sigo por este sendero, no encontraré tales propósitos.

Adlar vio de reojo que su padre mostraba bastante interés por la dirección que tomaba esa discusión, y quiso incluirse en ella por un momento.

―Dime, Adlar― comenzó a hablar su padre ―. ¿Qué es lo que buscas como propósito? Si quieres ser General de Irchar, vas a tener que replantearte bien el hecho de formar parte de los voluntarios.

―Mi propósito es el que he dicho. Descubrir mi verdadero valor― contestó Adlar ―. Sé que te decepcionan mis artes, para ser General de Irchar, y...― Adlar hizo una pausa.

Las Guerras de Oriennón (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora