8: Chulo, creído e idiota, ¿qué más podía tener?

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Subí por la escalera de incendios con cuidado para no hacer ruido y cuando llegué a mi piso, empujé la ventana para entrar a mi habitación. La cerré como precaución para que nadie entrara y me quité la ropa lo más rápido que pude para ponerme el pijama. Pasé de desmaquillarme porque estaba demasiado cansada y no quería hacer más ruido, y me metí directamente en la cama. Por suerte mis padres no me habían pillado, sino mi móvil hubiera echado fuego con todas las llamadas que tendría de ellos.

Me quedé estirada boca arriba mirando al techo, reflexionando sobre todo lo que había pasado esa noche, ya no veía a Matt tan malo como al principio, estaba dolida por la traición de Hayden, y confundida por cómo me alteraba Jace cuando me tocaba.

Lo mejor era dormir y dejar de pensar en tonterías, ya que aún estaba un poco borracha, y no podía procesar las cosas con claridad.

(...)

Mi madre me despertó a las once de la mañana con el irritante ruido de la persiana. Técnicamente era tarde como para molestarme por ello, pero con la tontería me había dormido a las seis de la madrugada y me sentía agotada.

―Venga cariño, levántate. Tienes que limpiar la habitación y ponerte a estudiar que, dentro de nada, empieza época de exámenes ―me dijo con una voz muy dulce. A pesar de eso, a mí me sonó insoportable y respondí de malas maneras.

―Ya me levanto mamá ―gruñí y salí de la cama.

Fui al baño a lavarme la cara y me asusté de lo horrible que estaba. Tenía un montón de ojeras, los labios agrietados y la máscara de pestañas corrida. Además, debido a la resaca, me dolía muchísimo la cabeza y tenía algunas lagunas de la noche anterior.

Decidí tomarme un ibuprofeno antes de bajar a desayunar.

―Buenos días Kate ―dijo mi padre sonriendo.

―Buenos días papá.

En ese momento pude confirmar que no tenían ni idea de que por la noche me había escapado. De lo contrario, me hubiera caído la bronca del siglo, y mi dolor de cabeza hubiera aumentado por mil.

Al menos no había salido todo mal y eso me alegraba.

Mientras desayunaba mi típico zumo con tostadas, sonó mi teléfono, indicándome que tenía un mensaje nuevo. Lo desbloqueé y vi que me había escrito Lucas. ¿Qué hacía escribiéndome? Sería para pedirme la tarea o cualquier cosa del estilo.

LUCAS CLASE 11:21

Hola Kate, ¿te puedo llamar?

No entendía porque me quería llamar un sábado por la mañana, pero decidí ir a mi habitación al terminar de desayunar y llamarle yo. Tenía curiosidad por saber qué quería decirme.

―¿Sí? ―contesté con la voz ronca.

Veo que te acabas de despertar ―soltó con una leve risa.

―Cállate. ―Se seguía riendo y me empezó a molestar―. Va, dime qué quieres ―le espeté bruscamente.

¿Por qué tengo que querer algo? A lo mejor solo quería llamarte para disfrutar de una bonita conversación contigo. ―Se empezó a partir de risa.

―Déjate de rollos y dime qué quieres, no estoy de humor para tonterías ―dije frunciendo el ceño involuntariamente.

No sé porque siempre eres tan borde conmigo, si en el fondo soy adorable.

Me estaba vacilando y eso no me estaba haciendo ni pizca de gracia. La resaca no es que le sentara demasiado bien a mi carácter, mucho menos si me llamaba el idiota de Lucas y se ponía de ese modo.

[Disponible en físico] | Todo comenzó en esa estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora