26: Se huele a kilómetros que estás desesperada

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Narra Jace

La lengua de Rebeca era cálida pero la forma en la que rozaba la mía era extremadamente fría. A pesar de que no besara mal, era algo calculador, sin sentimientos, sin emociones, era puro deseo físico.

Si me hubiera besado semanas atrás, no hubiera dudado ni un segundo en cogerla y llevármela a alguna habitación, pero en ese momento no pude. Me di cuenta de que ella no era la persona que hacía que me encendiera ni que provocaba que todo mi cuerpo se tensara al estar en contacto, esa persona era otra, y por ello no valía la pena ni que siguiera besando a Rebeca.

Mis pensamientos me hicieron volver a la realidad y supe que debía parar enseguida, no quería tenerla tan cerca de mí, necesitaba tener entre mis brazos a Kate.

―¿Qué haces? ―espeté apartándola de mí. Busqué con la mirada a esa chica que hacía que me volviera loco y no vi ni rastro de ella, se había ido, pero no sabía a dónde. Me levanté del sofá haciendo que Rebeca cayera de culo al suelo y su mirada fulminó la mía.

―¿Qué haces tú? ―Se levantó y se estiró el vestido hacia abajo―. ¿Me vas a decir que no te ha gustado el beso? Porque ambos sabemos que sí. ―Se colocó las manos en la cintura y me miró con la ceja alzada. La aparté de mi camino ignorándola completamente, y salí al patio para ver si Kate se había ido hacia fuera con Hayden.

Había mucha gente y después de lo que había bebido, me costaba distinguirla entre la multitud. Pasados unos minutos, vi a una chica con la cabellera negra sentada en una esquina del patio con una cerveza en la mano. Me acerqué a ella y me agaché para estar a su altura. De inmediato me miró y en un segundo pude sentir todo el dolor que tenía dentro. Sus ojos estaban vidriosos, más oscuros de lo normal y tenía la cara llena de largas lágrimas negras por el maquillaje, que caían poco a poco al suelo.

―Vete de aquí ―me soltó sollozando―. Todos sois iguales, igual de cabrones. Seguro que Álex se lo está montando en el baño con esa chica que ni siquiera sé de dónde ha salido ―empezó a balbucear.

Le puse una mano en el hombro para tranquilizarla y ella fijó la mirada en la mía. En un instante se volvió a derrumbar y empezó a hablar sin freno.

―Pensaba que lo nuestro podía tirar adelante, que podía salir algo bien después de toda la mierda por la que he pasado, pero no. Al llegar a esta fiesta, ya me he dado cuenta de que algo no iba bien. No me prestaba la misma atención que siempre, ni me miraba de la misma manera. Es obvio que no me quiere, en el momento en que no se ha pensado dos veces en irse al baño con esa, me ha quedado clarísimo.

Las lágrimas le empezaron a caer con más fuerza y se tapó la cara con las manos, dejando caer la botella de cerveza al suelo.

Nunca se me habían dado bien esa clase de situaciones y aunque sonara egoísta y poco empático, no dejaba de pensar en dónde podía estar Kate si no estaba junto su mejor amiga. A pesar de eso, intenté ayudarla prestándole la máxima atención que pude. No podía dejarla allí, ahogándose en sus lágrimas.

―No vale la pena que llores por eso. Aún no sabemos lo que ha pasado, no te preocupes. ―Me agaché y le sequé las lágrimas con el pulgar de la mano―. Conozco a Álex desde hace mucho y nunca dura más de dos días con la misma chica, así que, tú tranquila. Esto ha sido un juego y a él siempre le ha gustado jugar. Lo mejor será que no saques conclusiones precipitadas.

―Entonces no entiendo porque se está tanto tiempo dentro. ¿Dónde está Kate? Necesito irme a casa. ¿Está dentro? ―preguntó temblando.

―No sé dónde está. He salido fuera porque pensaba que estaría contigo, pero veo que no.

[Disponible en físico] | Todo comenzó en esa estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora