19: Podrías invitarla a cenar

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Lucas. El chico que me había gustado durante un gran período de mi adolescencia. El chico por el que había asistido a partidos de fútbol que ni si quiera me interesaban, solo para poder admirarlo desde la distancia. El chico por el que me quedaba callada en medio de clase cuando los profesores me preguntaban algo, para no quedar en ridículo frente a él. El chico por el que estuve más de una semana probándome vestidos para impresionarlo en el primer baile del instituto.

Ahí estaba él, mirándome con ojos ansiosos, esperando a que nuestros labios se unieran en uno solo. Y ahí estaba yo, totalmente paralizada sin saber cómo reaccionar. Hasta que finalmente lo hice, pero de la peor manera.

Me reí. Me reí muy fuerte. Fue algo involuntario que hizo que él se quedara inmóvil sin entender absolutamente nada, y que provocó que yo me muriera de la vergüenza.

―¿Cómo has dicho? ―pregunté nerviosa intentando controlar mi risa.

―Ya me has oído. Bésame ―dijo sin apartarme la mirada. Se fue acercando poco a poco y yo sin pensármelo dos veces hice lo que me había pedido. Le besé.

―Interesante. Has decidido dármelo en la mejilla. Por lo visto resistes bastante bien a mis encantos. Voy a arriesgarme ahora a pedir yo prueba a ver de lo que eres capaz. ―Arqueó la ceja desafiándome.

―Bésame tú a mí. ―Pedí acercándome a él sin pensar si quiera lo que acababa de pedirle.

―¿Me estás provocando? ―preguntó relamiéndose el labio y se volvió a acercar hasta quedarse a milímetros de mi boca. Se me aceleró la respiración y me puse todavía más nerviosa. ¿De verdad quería besarlo o solo era por la simple curiosidad de saber cómo sabían sus labios? Cuando parecía que estaba a punto de besarme cogió el vaso y bebió.

―Kate, Kate... Habíamos quedado en que ya no se valía repetir.

―Fallo mío, no me acordaba. ―Suspiré―. Creo que esto me está subiendo.

―¡Qué poco aguante tienes! ―Se rio―. Si quieres paramos.

―¡No es verdad! ―repliqué haciéndome la ofendida―. Va, vamos a continuar.

―¿Segura? Acuérdate de que tienes que volver a casa sobria.

―Ya lo sé. Mientras no me hagas preguntas o pruebas comprometidas, todo irá bien. Voy a elegir verdad, que no me fio de tus pruebas. ―Puse los ojos en blanco.

―¿Te atraigo?

―Me pareces atractivo, pero no sé si te referías a eso. ―De nuevo, se empezó a acercar más a mí.

―Me refería a que... ―Me recogió un mechón detrás de la oreja y me alzó el mentón―. Si hago esto, ¿te pones nerviosa? ¿Te provoca alguna reacción?

―No, no me afecta lo que estás haciendo ―contesté conteniendo la respiración.

¿Qué estaba intentando? ¿A qué jugaba? Después de tantos años conociéndonos, no entendía a qué venía ese interés repentino en mí. Nunca se había mostrado tan receptivo e intenso.

De repente, disipando todo lo que estaba en mi mente, Lucas estampo sus labios contra los míos, solo un instante, un rocé momentáneo. Abrí los ojos de golpe por el inesperado contacto y él se separó de mí. Fue un beso rápido pero cálido. Sus labios eran suaves y se solaparon a la perfección con los míos.

―¿Y esto te ha afectado? ―preguntó con un brillo en los ojos sin apartar la mirada de mí. Me mordí el labio y deslicé mis manos por su cuello. Acerqué mi rostro hasta que noté su respiración, y nuestras miradas quedaron fijas la una a la otra.

[Disponible en físico] | Todo comenzó en esa estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora