27: Conductor borracho e imbécil

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La manera en la que las manos de Rebeca rozaban la piel de Jace, hizo que me estremeciera. Necesitaba salir de ahí de la forma más rápida posible.

Mientras localizaba la entrada con la mirada, vi cómo se besaban intensamente, y en ese momento, mi bomba interior se desató. Inmediatamente me dirigí hacia la salida y fui hacia a la calle para intentar perderlos de vista.

Empecé a andar sin saber a dónde me dirigía ni a dónde quería llegar. Solo era consciente del frío que estaba pasando porque me había dejado la chaqueta dentro. Aun así, por nada del mundo pensaba volver allí.

Era bastante tarde, y la calle estaba oscura y vacía, similar a una película de terror. No conocía mucho la zona, había ido pocas veces ahí y no podía volver a casa en metro porque la estación estaba cerrada. Intenté no entrar en pánico y decidí llamar a Hayden para buscar con ella la manera de irnos. Rebeca ya se apañaría, después de como se había comportado, no me importaba ni lo más mínimo.

Kate, ¿dónde estás? ―preguntó con la voz ahogada.

―¿Cómo sabes que no estoy? ¿Has vuelto al comedor? ―cuestioné extrañada.

No, paso de ver a Álex después de lo que ha pasado. No tengo ni idea de lo que ha hecho con esa chica, pero tampoco me interesa saberlo, él sabrá se quedó callada unos segundos, intentando reprimir las lágrimas. Sé que te has ido porque Jace ha venido a buscarte al jardín. Pensaba que estabas dentro de alguna habitación, pero no es así, ¿verdad?

―He salido a la calle, no podía soportar verlos a los dos juntos...

―No hace falta que me cuentes más, Jace me ha explicado todo y me parece que ha sido un cabrón. Igualmente, no te preocupes, por lo menos no habías hecho nada con él. Que se quede con Rebeca si quiere, y le haga todo lo que no ha podido ni podrá hacerte a ti.

En ese momento caí en cuenta de que no le había contado lo que había pasado en mi casa, lo que habíamos hecho y todo lo que me había dicho. Ella no era consciente de cuanto me había afectado ese beso. Más de lo que debería teniendo en cuenta que no éramos nada.

―Mejor dejemos el tema ―respondí cortando la conversación. Ya le explicaría todo en otro momento si fuera necesario―. ¿Podrías salir y así vemos juntas la manera de volver a casa? Te espero en la entrada del metro.

Sí, tengo ganas de irme ya a casa. No te muevas de ahí que en diez minutos llego.

Mientras esperaba a Hayden vi a un coche a lo lejos de la carretera. Al principio decidí no prestarle atención, pero a medida que se iba acercando mi preocupación fue en aumento.

Al llegar a mí, el coche se paró, y el conductor bajó la ventanilla para observarme mejor. Lo conducía un hombre de unos treinta años que olía a whisky desde kilómetros y eso me empezó a dar muy mala espina.

―¿Qué haces aquí tan sola guapa? ―le ignoré y me puse a mirar la pantalla del móvil―. ¿Quieres que te lleve a alguna parte? Te vas a enfriar estando aquí ―Me repasó de arriba abajo con la mirada.

Estaba empezando a sentirme demasiado incómoda, así que empecé a andar en dirección contraria a él mientras me abrazaba a mí misma para calentarme.

―Yo te puedo llevar a dónde tú quieras. A mi casa, por ejemplo ―soltó arrastrando las palabras por la borrachera que llevaba.

―No gracias, sé el camino de vuelta a mi casa ―espeté recalcando el "mi".

Seguí andando y él me fue siguiendo a marcha lenta.

―Venga, súbete. Nos lo vamos a pasar muy bien. Con esa faldita que llevas te estarás muriendo, estarás mucho más calentita aquí conmigo.

[Disponible en físico] | Todo comenzó en esa estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora