20: Intentas retener lo que sientes

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Ya era la tarde de domingo y estaba muy nerviosa por ir a cenar a casa de Jace. No tenía ni idea de qué ponerme, ni de cómo iba a interactuar con sus padres, y apenas quedaban dos horas para que me viniera a recoger.

Decidí darme una ducha para relajarme y evadirme de todo, pero solo sirvió para que me comiera más la cabeza. Era consciente de que en casa de Jace no pasaría nada, no quería que pasase, pero él, con su actitud, siempre conseguía provocar situaciones incómodas entre los dos y que se desatase la tensión sexual. Esperaba que esa noche fuera la excepción.

Salí del baño y me empecé a arreglar. Cogí un jersey blanco con unos vaqueros, apenas me maquillé, y como acabé antes de lo esperado, me senté en el sofá a ver la tele.

Pasado un rato sonó el timbre, y me dirigí a la puerta para asegurarme de que era Jace. Efectivamente era él. Pude ver su rostro enmarcado con una perfecta sonrisa desde la pantalla del interfono.

―Pensaba que me dejarías subir para que conociera a tus padres ―dijo nada más verme.

―Eso no pasará ni en tus sueños.

―Más bien sería en mis pesadillas, no te confundas. Estoy agradecido de que no me hayas hecho subir, no se me da bien eso de fingir ser un buen chico.

―No eres un mal chico...

―Ya, pero tampoco soy el mejor ejemplo a seguir, así que no suelo dar la mejor impresión. ―Se encogió de hombros―. Pero bueno, dejemos de hablar de mí, esta noche debes ser tú una buena chica, aunque no creo que a ti te haga falta fingirlo.

Se me empezó a formar un nudo en la garganta y asimilé lo que estaba sucediendo. Iba a conocer a sus padres. A los padres de Jace. A los padres de un conocido, ¿o ya lo podía considerar amigo teniendo en cuenta todas las situaciones que habíamos vivido juntos en tan poco tiempo?

Cuando llegamos a su casa, mis nervios empezaron a aumentar cada vez más. A lo mejor no me había vestido adecuadamente o hablaba demasiado, o decía algo fuera de tono. Jace notó mis nervios y me rodeó la espalda con su brazo para tranquilizarme.

―Calma Kate. Mis padres no muerden.

Lo miré a los ojos.

―No hagas eso. ―Me sonrojé.

―No recordaba que mi contacto hacía que te pusieras a cien. ―Apartó el brazo y me guiñó el ojo―. Iré con más cuidado la próxima vez. ―Volví a mirarle y puse los ojos en blanco.

Al entrar en la casa lo primero que me vino fue un olor riquísimo que me abrió el apetito de golpe. Se notaba que la calidad de su comida era excelente, y todavía no había probado nada. Parecía que hubiera entrado a un restaurante y me moría por comer un plato de esos.

―Tú debes ser Kate ―dijo una mujer muy elegante mientras se acercaba a mí―. Que rostro más bonito tienes, se ve que te cuidas la piel. ―Mis mejillas se tintaron de rojo ante sus palabras―. Yo soy Helen, encantada de conocerte. ―Sonrió y me saludó con dos besos a cada lado.

Supuse que era su madre y la verdad fue que me quedé bastante sorprendida, parecía sacada de una película de los años cuarenta. Llevaba un vestido negro, unos tacones bajos y joyas en las muñecas que le daban un toque clásico.

―Buenas noches Kate, me alegro de que al final hayas podido venir. ―Oí que decía su padre por detrás y me giré―. ¿Te gusta la lasaña?

―Hola señor Brooks. Sí, me encanta. ―Sonreí.

―Oh, no me llames señor, no soy tan mayor. ―Se rio―. Puedes llamarme Chris. ―Asentí mientras me estrechaba la mano.

―En unos diez minutos estará la comida. ¿Por qué no le enseñas la casa? ―propuso Helen mirando a su hijo.

[Disponible en físico] | Todo comenzó en esa estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora