43: Un retorno inesperado e innecesario

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Nos encontrábamos frente la mesa de Chris, conteniendo la respiración mientras esperábamos una respuesta que fuera satisfactoria. Con la mirada clavada en nuestros ojos y con la mente pendiente de la voz al otro lado de la línea, movió la cabeza de lado a lado indicándonos que las cosas no iban según lo previsto. Colgó el teléfono despidiéndose de manera seca y fijó la atención en la pantalla del ordenador.

—¿Y bien? —preguntó Jace intentando que la respuesta de su padre fuera lo más directa posible, para aceptar cuanto antes nuestro fracaso. Apreté más fuerte el brazo de Jace intentando descargar la tensión acumulada, hasta que por fin Chris volvió dirigirnos la mirada.

—Han aceptado el acuerdo —respondió con una sonrisa relajada. No me podía creer que nos hubiera hecho pasar por ese mal trago durante tantos segundos—. Estoy orgulloso de vosotros dos, hacéis un gran equipo.

Salimos del despacho para que su padre siguiera trabajando y nos dirigimos hacia el nuestro. Una vez dentro, asegurándome de que nadie más nos podía ver, me lancé a los brazos de Jace y posé mis labios sobre los suyos demostrándole la felicidad que sentía.

—¡No me puedo creer que sin tener ni idea de lo que estaba haciendo, las cosas hayan salido tan bien! —exclamé antes de volver a saborear sus labios.

—Debes admitir que ha sido gracias a mí, sabes que tengo un gran poder de la convicción. —Sonrió entre beso y beso. Me aparté de él y lo observé mientras levantaba una ceja. Me volvió a acercar de inmediato y me besó de nuevo, pero esta vez, con más intensidad.

—Eres idiota —solté a milímetros de su boca y noté como la línea de sus labios se curvaba en la dulce sonrisa que adoraba.

Hacía unos días que habíamos vuelto de París, y no sabía muy bien cómo definir la relación que habíamos formado. La noche en que nos acostamos me había soltado que me quería, y ninguno de los dos había vuelto a sacar el tema.

Por otra parte, no habíamos vuelto a tener un contacto tan sexual como aquella noche, y a pesar de haber pasado pocos días, ya tenía ganas de volver a probar su cuerpo.

—Ya me estás imaginando desnudo otra vez... —murmuró sacándome de mis pensamientos.

Puse mi cuerpo recto y me dirigí hacia la mesa de trabajo.

—No digas tonterías, estaba pensando en todo lo que tengo que hacer hoy —contesté poniendo los ojos en blanco y seguidamente me centré en el documento de Excel.

—No te lo crees ni tú. —Se rio de manera sarcástica sabiendo mentía.

Los días fueron pasando, y entre los exámenes y él trabajo, solo podía ver a Jace entre papeles. A penas podíamos hablar sin que alguien nos llamara la atención, y mucho menos besarnos. Cada cinco minutos entraba el secretario de su tío a informarnos de nuevos movimientos, y eso me estaba volviendo completamente loca.

Lo peor era que no nos podíamos ver fuera de la oficina porque en mis ratos libres debía estudiar para poder sacar unas notas medianamente decentes, y, además, eso conllevaba a que solo pudiera hablar con Hayden entre clase y clase. Ya no sabía casi nada de su vida y yo solo le había podido contar la aventura en París por encima.

—Te noto tensa. —Los brazos de Jace se posaron sobre mis hombros y de golpe todo mi cuerpo se calmó. Empezó a hacer movimientos lentos con las manos y después presionó en los puntos más endurecidos de mi espalda.

—Vaya, no conocía esa faceta tuya —solté casi quedándome sin respiración por lo relajada que me estaba sintiendo.

—Hay muchas cosas que aún no conoces de mí. —Giró la silla hasta ponerme cara a cara con él y me retiró un mechón de pelo detrás de la oreja—. Como, por ejemplo, que cada día pienso en empotrarte encima de esa mesa y hacerte gritar más que en el hotel.

[Disponible en físico] | Todo comenzó en esa estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora