10: Esta mañana olías a sexo

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Localicé con mi teléfono la estación de metro más cercana y me dirigí hacia allí para llegar lo más pronto posible a casa. Con un poco de suerte llegaría a la hora de comer y podría saciar el hambre que me estaba consumiendo desde la tarde anterior.

Durante el trayecto revisé mi móvil varias veces para ver si tenía algún mensaje de Jace, pero nada, ni siquiera un simple hola para poder agregarle yo. Lo único que vi fueron cientos de mensajes y llamadas perdidas de Hayden, las cuales ignoré porque no me apetecía hablar con ella.

Tal y como me esperaba, cuando llegué la comida no estaba lista, así que aproveché para darme una ducha de agua fría para despejarme. La necesitaba con urgencia, no solo para relajarme por todo el estrés acumulado, sino para sentirme limpia. Después de haber pasado toda la noche en el hospital, había cogido un olor no del todo agradable.

Al salir de mi sesión relajante casera, me gritaron para poner la mesa así que, me vestí con el pijama y fui directa al comedor. Cuando me senté, mis padres me miraron expectantes, con el rostro lleno de curiosidad.

―¿Cómo está tu amigo? ¿Se encuentra mejor? ―preguntó mi madre preocupada.

―Sí, pronto le darán el alta ―mentí y me di cuenta al momento de que no sabía cuándo le daban el alta a Jace, ni siquiera me había preocupado por ello hasta ese momento. Me empecé a sentir un poco mal y encima no podía saber cuándo salía porque no tenía ni su número para llamarle.

―Que bien, nos alegramos mucho. Seguro que tu compañía y la de Lucas lo ayudaron a ponerse mejor. ―Los dos sonrieron.

―Sí, seguro que sí ―dije irónicamente. Por suerte no notaron mi falta de tacto y acabamos de comer con tranquilidad.

Cuando terminé de comer, me fui a la habitación, y una vez allí cogí mi móvil. Esperaba con todas mis fuerzas tener algún mensaje nuevo, pero nada, todos eran de Hayden, la cual no había parado de llamarme desde el viernes. No pensaba contestarle. Ya tenía suficiente con verla el lunes en clase y a pesar de que sabía que intentaría hablarme, yo la iba a evitar con todas mis fuerzas.

(...)

―¡VA KATE, LEVÁNTANTE! ―gritó mi madre alterada.

―Mamá no me chilles ―contesté mientras me retorcía en la cama. Odiaba que me levantaran con tantos gritos, me ponía súper tensa.

―Son las ocho de la mañana. ―Al oír eso abrí los ojos de golpe y la miré con preocupación.

―¿QUÉ? ―Me levanté de la cama de un bote y fui directa al baño.

Allí me lavé la cara, me peiné, me vestí y luego salí de casa sin si quiera desayunar. Intenté correr lo máximo que pude, pero aun así llegué bastante tarde. Todos mis compañeros estaban sentados y el profesor ya había empezado a explicar.

«Que mal, encima tendré que inventarme una buena excusa para evitar un castigo.»

―Buenos días ―dije en voz baja mientras abría la puerta. Todas las miradas se dirigieron a mí y escuché alguna risa de fondo.

―¿A qué se debe su retraso? ¿Usted decide la hora a la que tiene que llegar o cómo funciona? ―soltó bruscamente―. Mire a todos sus compañeros, ¿le parece correcto sentirse que tiene más privilegios que ellos?

―No, no... Verá, todo tiene una explicación. Me he encontrado por el camino a un gatito muy mono que estaba herido y no podía moverse, así que, lo he cogido y lo he llevado al veterinario, por eso he llegado casi media hora tarde a clase. ―Sonreí de oreja a oreja para que mi excusa sonara medio aceptable.

[Disponible en físico] | Todo comenzó en esa estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora