[Disponible en físico] | Todo comenzó en esa estación

48: La peor pareja de toda la gala

Su presencia aumento mi nerviosismo y empecé a hiperventilar.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes que no tengo cómo ir? ¿Cómo sabes dónde vivo? —pregunté desconcertada. No podía ser que de todas las personas que conocía, tuviera que aparecer él haciéndose el héroe para venir a buscarme.

—Tranquilízate y deja de tratarme como un criminal —soltó riéndose—. Estaba en la gala benéfica y mi padre me ha comentado que le parecía extraño que no estuvieras con tus padres. Luego he visto el móvil de Jace sobre la mesa y un montón de notificaciones tuyas. Eso me ha hecho pensar que te sucedía algo, así que he cogido la moto y he venido lo más rápido que he podido. Que sepas que casi atropello a una abuela por ti así que, menos quejas.

—Guau, muchas gracias por ir atropellando a ancianitas por mí, estoy realmente agradecida —dije con sarcasmo—. Supongo que has conseguido mi dirección por alguno de tus malvados medios. Por eso pudiste dejar esa nota debajo de mi puerta. —Asintió y resoplé desganada—. Aun así, no hace falta que me lleves a ningún lado, me encuentro mal y justo ahora mismo iba a volver a casa.

—Le he dicho a mi padre que venía a por ti, no puedes dejarme así de mal. Además, yo no tengo pareja y te recuerdo que tengo un secreto tuyo que debo guardar...

—Pues lo siento, pero yo ya tengo pareja para ir y no pienso dejar que me lleves en esa trampa mortal.

Me di la vuelta, y cuando iba a abrir la puerta, caí en cuenta de que no llevaba las llaves. No podía ser más puto gafe. Intenté disimular y me volví a sentar en las escaleras.

—¿Qué haces? Va, deja de hacer la tonta y súbete conmigo. Vas a hacer que nuestros padres estén preocupados por ti. —Frunció el ceño y al ver que no reaccionaba se acercó a mí y se colocó en cuclillas—. Si no quieres ser mi acompañante no pasa nada, pero no pienso dejarte aquí sola con el frío que hace y además sin llaves. Y si, se ha notado un montón que te las has dejado. —Puso los ojos en blanco y se levantó para volver hacia la moto.

Odiaba que se fijara en cada puto detalle y que intentara jugar conmigo en todo momento. No quería que se saliera con la suya, pero por desgracia no tenía otra opción. Si me quedaba allí, me acabaría convirtiendo en un cubito de hielo.

Cogí el casco de la moto con un movimiento brusco y me lo coloqué a desgana. Subí detrás de él y se levantó la chaqueta del traje para que le rodeara con los brazos.

—No pienso tocarte —espeté cogiéndome del agarre de atrás.

—Tú misma —contestó arrancando la moto a toda hostia haciendo que mi cuerpo se abalanzara sobre él y mi cara se estampara contra su espalda—. ¿Sigues sin querer tocarme? —preguntó con una sonrisa de lado.

Resoplé y lo agarré por fuera de la chaqueta, intentando tener el mínimo contacto con él. La rabia que le estaba pillando a ese chico no era ni medio normal, incluso podría llegar a ser el récord Guinness de odiar a alguien en el menor tiempo posible.

Empezó a dar frenazos y me tuve que agarrar más fuerte, cosa que, por lo visto, le encantó.

Cuando llegamos a la puerta, aparcó la moto y le devolví el casco para que lo guardara.

—¿Te he dicho ya que estás muy guapa? —soltó acariciándome la barbilla—. Aunque es una pena que el casco te haya despeinado.

—¿Te he dicho ya que eres un puto imbécil? —pregunté retóricamente. Me intenté peinar con los dedos y empezó a sonreír de una manera irritante.

—Por la manera en la que me has agarrado, dudo que pienses eso de mí. Creo que hasta me has dejado marca. Me has cogido con demasiadas ganas. —Se pasó la lengua por los labios y empezó a levantarse la camisa. Agarré su mano para que dejara de hacer eso, pero consiguió subírsela hasta el pecho. Miré la zona y vi que en los costados tenía marcas de mis uñas.