31: No debí confiar, todos son iguales

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La primera llamada que hice no tuvo ninguna contestación, así que me esperé un par de minutos antes de volver a intentarlo. Pensaba que seguiría sin obtener respuesta, pero para mi sorpresa, al tercer tono respondió.

Hola, que raro que me llames ―respondió confundido.

―Hola Lucas, ¿puedes hablar? ―pregunté con la voz ahogada.

Ahora mismo no, tengo familia en casa.

―Por favor, solo será un momento. ―Escuché un suspiró al otro lado de la línea seguido de un pitido que indicaba el fin de la llamada.

Me había colgado. Había sentido cero empatía y preocupación por mí a pesar de que éramos, o habíamos sido amigos. Podía entender su actitud por cómo lo había rechazado cuando se declaró, pero pensaba que era una persona más madura.

La puerta de mi habitación se abrió de repente y me giré para ver quién era. Rebeca estaba ahí parada con cara de amargada y penetrándome con la mirada. Se acercó más a mí y se sentó a un lado de la cama.

―No me puedo creer que hayas estropeado la comida familiar de navidad. ―Se cruzó de brazos

―¿Disculpa? Yo no he estropeado una mierda. ―Entrecerré los ojos―. Todo lo jodiste tú, haciéndote la buena y haciéndote pasar por mi amiga. Eres una harpía, lo tenía que haber visto venir.

―Tampoco te pases. ―Se rio―. Simplemente me quería divertir un poco y lo he logrado. ―Dejó de reír y me dedicó una amplia sonrisa―. Por cierto, debería hablar con Hayden, creo que tengo un cotilleo de Álex que le podría interesar.

Mierda, Hayden. Tenía que ir a verla, necesitaba saber si se encontraba mejor. Me había levantado y no había pensado en eso, solo había tenido en la mente a Rebeca y a mis padres.

―No puedes hablar con ella. ―Me miró extrañada―. Ayer bebió mucho así que no creo que se levante hasta las cinco de la tarde.

Decidí no comentarle nada sobre todo lo que le había sucedido a Hayden y que se encontraba en el hospital, porque pasaba de que intentara hacerme más daño con eso.

―No te creo. Has arrugado la nariz y eso lo sueles hacer cuando mientes. ―Frunció el ceño y suspiré. No podía ser que me conociera tanto y mucho menos que se hubiera fijado en ese pequeño detalle.

―¿Cómo sabes tú eso?

―Se podría decir que soy bastante observadora y por tu reacción, se ve que he dado en el clavo. ¿Dónde está Hayden?

―Está en el hospital. ―Bajé la mirada y reprimí las lágrimas―. Lo peor es que creo que fue por mi culpa...

―¿Qué dices? ―Abrió los ojos de par en par―. ¡Tenemos que ir a verla!

Asentí dejando a un lado mi cabreo y salimos al comedor.

Todos se giraron hacia nosotras, en especial, hacia mí, y me miraron despectivamente. Sabía que les había decepcionado, pero realmente, solo conocían una versión de la historia.

Rebeca le explicó a su madre lo de Hayden y le suplicó que nos dejara ir a verla. Yo tenía claro que no me iban a dejar salir, pero sorprendentemente me dijeron que sí. Me fijé en mi madre y me di cuenta de que tenía una mirada de compasión. Me creía, se creía lo que le había contado del accidente, así que, aún tenía una oportunidad para no quedar como la mala de la película.

Mi tía nos llevó a la puerta del hospital y nos esperó en el aparcamiento. Bajamos del coche y nos dirigimos hacia recepción. La enfermera al verme, me sonrió y bajó la cabeza para seguir hojeando unos papeles.

[Disponible en físico] | Todo comenzó en esa estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora