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Mami Ellie, la dama de la mafia...o eso intentataba”

Seth:

Entré por la puerta de la cocina, las luces estaban apagadas, me pareció raro, pues apenas eran las siete y tantas, a esta hora debía de haber actividad en la cocina, por ejemplo Marianne cocinado, Valerie correteando por ahí junto a Lucien. Algo estaba mal.

Seguí caminando hasta salir de la cocina, me quedé parado ante la oscuridad de la sala. Okey, definitivamente, algo aquí no andaba bien. Decidí moverme, en cuanto lo hice, una lámpara se encendió. Y allí estaba Ellie, con un vestido negro elegante, tacones, una posición imponente y una cara de mafiosa, sin contar el vaso de cristal que llevaba en mano, que parecía tener wisky, aunque probablemente fuera un té para controlar sus alergias.

Valash. —El tono de su voz era frío, o al menos trataba de serlo, seco, incluso hasta algo amenazador. Seguro que si yo fuera otra persona, me comería todo este cuento de “ira fría y elegante”, pero como ya la conocía tan bien, sabía que en cualquier momento empezaría a gritar. Tomó un sorbo del vaso. —. Por fin te dignas a aparecer, hermanito.

Solté un suspiro, esto sería largo. Ella se estaba creyendo mucho su actuación. Aunque, debía admitir, que es bastante convincente—no para mí, claro—, y tenía puntos extras por la ropa, el maquillaje y lo de las luces apagadas.

—Elliezabet. —imité su tono, aunque el mío era así de nacimiento. Estaba cansado, tenía ganas de dormir, pero sabía que la loca frente a mi no me dejaría pasar.

—Tenemos un asunto pendiente, Valash —su voz estaba firme, en verdad se estaba tomando enserio todo el rollo de mafiosa, incluso hablaba con ligero acento italiano.

«Locaaa.»

—Okey…—levanté las cejas, intenté  avanzar a las escaleras, pero antes Ellie descruzó las piernas y se levantó, camino lentamente hacia mi, sus tacones repicando contra el piso y su expresión de advertencia clara en el rostro de niña que tenía. Eso hacia que la tomara menos en serio, su cara podía ser tan tierna y aniñada, que costaba creer que fuera capaz de matar una mosca, pero en realidad era terrible, nadie se imaginaria la maldad que tenía, o que su manito pegará tan fuerte, por eso era que, una parte de mi, sentía un poco de miedo.

No se juega con una loca.

—Tu de aquí no te mueves hasta que yo diga —su tono autoritario, sus ojos enojados y acusadores, su dedo índice clavado en mi pecho, me hicieron sentarme en el sillón detrás de mi. Instintivamente llevé mis manos a mi entrepierna, protegiéndola de cualquier patada de mi hermana. —. Escúchame bien, Sethy —el tonito con que dijo mi nombre me dio escalofríos, me iba a golpear. —. Que esta sea la última vez que haces esta mierda sin avisarme, y no vengas con la asquerosa excusa de que yo te detendría, porque ambos sabemos que no. Yo, más que nadie, estoy de acuerdo en que seas jodidamente feliz, y soy la primera en apoyarte en todas tus cosas. Es injusto que me dejes todo a mí, hubiese sido bueno decirme “Hey, Elle, voy a hacer una escapada con Gen para poder fallármela mejor” o algo así.

Me sentí un poco mal, sabía que tenía razón.

—En fin, estoy molesta, pero estoy orgullosa. Te ves feliz, eso vale más que nada —su cara de mafiosa no había cambiado en nada. —. Ahora sube y ponte elegante, la familia nos espera para tu cena de cumpleaños.

—¿Qué? —pregunté, confundido. ¿Cena de cumpleaños? ¿Por qué no sabía de esa dichosa cena?

—Cierra la boca y ve a vestirte, se nos hace tarde. —Sentenció, sin dar alguna explicación. Asentí y me fui a vestir, con ella siguiéndome por la casa. No quería problemas con papá.

Los DesahuciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora