44

53 13 2
                                    

“El matadero”

Seth:

13:41
Gen:
Hey
Estoy en casa de mi tía Rita.

Y cuatro días después se digno a responder mis mensajes.

Más que preocupado, estaba enojado, pues, si algo ocurría entre los dos lo más razonable era hablar sobre ello, pero no, ella se tomó cuatro putos días para dar señales de vida, y a medias.

Sabía que no estábamos bien, algo me lo decía. No entendía por qué, yo no recordaba haber hecho o dicho algo para hacerla enojar o herirla. Tenía el presentimiento que su actitud debía ser por algo que ocurrió en la fiesta de Ellie, y como me jodía no recordar nada de esa noche.

Solté un suspiro, recosté la cabeza contra el respaldo del asiento, necesitaba relajarme. Cerré los ojos un instante, al abrirlos contemplé el panorama, vi las hojas naranjas caer de lo más alto de los árboles, hoy era un  día frío, ya se acercaba el invierno, y empezaba a creer que mis planes para las fiestas se suspenderían.

Era una persona muy realista. Ellie decía que era un pesimista, pero yo no lo creía así, me consideraba más como alguien con los pies en la tierra y los ojo abiertos, no podía vivir en ilusiones, porque de realidades siempre se moría, así que por ello, veía todo desde un punto objetivo, si Gen estaba así, era porque algo había ocurrido, y no hacía falta tener más de dos dedos de frente para saber que algo que pasó en el cumpleaños de mi hermana fue la causa de su reciente distancia.

Bajé del auto, sintiendo el peso de mis pensamientos sobre mí, deseando quitar esa sensación de preocupación ligada con rabia a la vez.

Amaba a Gen, sí, pero todo en esta vida tenía un límite, y solo esperaba que ella no cruzara el mío.

Seguí mi camino por el pavimento cubierto de hojas, el viento hacia que mi pelo se moviera con fuerza, la fría brisa me hizo enfundar mis manos en mi sudadera roja. Vi el letrero con luces led apagadas a pocos metros, había llegado a mi destino, sin titubeos baje por las escaleras semi-oscuras que llevaban hasta—lo que a mí me gustaba llamar—el matadero. Desde otro ángulo, el matadero se asemejaba más con la boca del lobo, pues su entrada, a pesar de estar a plena vista, era oscura y mugrienta, parecía ser un lugar abandonado por sus paredes descoloridas y llenas de moho, o la maleza en el granito agrietado. Bueno, técnicamente era un metro que estaba fuera de servicio, incluso antes de yo nacer, pero había sido modificado en su interior, dentro todo era igual que al subterráneo común, a excepción de que ya no había ni metro, ni vías para uno, todo eso había sido convertido en una especie de cancha o ring con vario sacos de box colgando del techo, y uno que otra colchoneta desgastada en el suelo. El olor aquí era una mezcla entre sudor, animal muerto—ratas, quizá— y a sangre. Todo lo opuesto al ostentoso gym que pagaba mi padre para mis clase de box, uno donde habían maquinas profesionales, gente estirada que solo iban a fotografiarse frente a los inmensos espejos y un fuerte olor a incienso de melocotón. Honestamente prefería los casilleros aboyados y la poca luz que había en el matadero.

Aaron, un chico alto y de espalda ancha, se acercó a mí al verme entrar, me hizo un gesto con su cabeza a forma de saludo. Se lo devolví, mientras tomaba asiento junto a él en una de las bancas metálicas que usábamos para descansar.
 
— ¿Qué tal todo, mi querido amigo? —saludó, acomodando la cintas sobre sus nudillos. Me encogí de hombros, no me gustaba hablar mucho sobre mi vida aquí.

—Igual que siempre —respondí con aburrimiento. El chico de coleta chasqueó la lengua, incrédulo.

—No puedo creer que nunca te pase algo interesante, y eso que, con la cara de buenorro que te cargas, cualquiera pensaría que tu vida es una aventura. —Comentó en tono jocoso. Giré mis ojos ante su comentario, la verdad solo le hablaba porque era, relativamente, el más tolerable de todos los que venían aquí, no porque me cayera particularmente bien o fuera alguien con quien se podría tener una conversación trivial, hablar con Aaron era tener que soportar que pasara la primera parte de la conversación haciendo insinuaciones o tratando de ligar contigo.

—Aaron, cállate de una vez antes de que empieces con tus comentarios.

Lo oí murmurar algo por lo bajo, pero no le presté mucha atención, en cambio abrí mi mochila y saqué de ella mis cintas. Empecé a cubrir mis nudillos con ellas, cuando mi compañero volvió hablar.

— ¿Peleas hoy? —preguntó, curioso. Aaron era un tipo mayor que yo, pero cargaba consigo ese aire despreocupado y de humor negro que, de cierta forma, me recordaba un tanto a Alec. Negué con la cabeza, terminado de envolver mis manos, al hacerlo levante la vista, mis ojos chocaron con un chico pelirrojo sentado en una esquina, tenía la cabeza recostada de la pared desconchada, el sudor hacia pegar su cabello a su frente, lucía agotado.

— ¿Quién es el nuevo? —indagué, señalando con la cabeza al pelirrojo, los ojos oscuros de Aaron fueron hasta él.

—Oh, el de culo follable —dijo con un gesto que me hizo comprimir las ganas de hacer una mueca de asco. —Pues, hasta donde sé, se hace llamar CJ, llegó hace como cinco días, Logan lo encontró en Southside, parece que es una bestia. Tal vez tienes competencia, principito.

Observé al chico, tratando de recordar si alguna vez lo había visto, pues todos en esta parte de Drumor se conocían entre sí, pero no encontré nada.

—No es de por aquí, ¿cierto?

—No, no lo es. Por lo que me dijo Logan después de que se la chupara, vive del lado de la ciudad, pero no es de aquí como tal, es extranjero. Tiene pinta de ingles millonario, así como tú.

Asentí con la cabeza, obviando la parte de la chupada, aunque otra pregunta picaba en boca.

— ¿Cómo sabes que tiene dinero? —quité mis ojos del nuevo para posarlos sobre Aaron, quien buscaba en su bolso algo, al oír mi pregunta alzó la vista.

—Cariño, es obvio. Nada más debes verle el rostro de ángel para saberlo, o ver su ropa, que evidentemente es de marca, oh sin contar la maquina en la que llego. Así como tú. —Me sonrío con obviedad. Volví a ver al chico, que ahora estaba de pie nuevamente, lo vi tomar una bocanada profunda de aire para después lanzar el primer golpe contra el saco, fue duro y seco, produjo un  sonido que se alzó sobre el pequeño bullicio del lugar. — ¿Quieres un poco?

Miré lo que me ofrecía, negué con un gesto. Él se encogió de hombros, y tomó de lo que me había ofrecido.

Así que el chico nuevo se parecía a mí, con dinero pero aun así, metidos en esta mierda. Quizá y por fin había encontrado a alguien con quien valiera la pena pelear.

— ¿Sabes qué? Cambié de parecer, Aaron, está noche sí pelearé. Ya encontré al contrincante perfecto.



#

##

Atte: Any Cape <3

Los DesahuciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora