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"Te amo"

Ellie:

—Gracias —le sonreí, tomando la taza de té humeante entre mis manos. La señora Wade me devolvió el gesto, tomando asiento en el sillón frente a mí. Su casa era un poco más pequeña que la mía, pero era maravillosa por dentro, tenía un aire clásico y elegante, muebles de madera pulida y pisos de cerámica fina. Las paredes eran de un tono crema claro, los cuadros colgaban de ella elegantemente, eran pocos, uno familiar, uno donde se apreciaba un bosque como de cuento con el letrero de “Bienvenidos a Goldenville” en primer plano, había una foto de una chica tocando el piano, todo se veía oscuro a su alrededor, solo se apreciaba su vestido rojo sangre y su pelo negro y brillante, como el piano que tocaba. Los cuadros de la señora Wade llamaban mi atención de sobremanera, parecían contar historias, cada uno de ellos, con sus matices oscuros y lúgubres, sin dejar de ser elegantes. Sabía que la chica del cuadro era su nieta, justo ahora no recordaba su nombre, pero era hermosa.


—Señora Wade —la llamé después de tomar un sorbo de té de durazno.

—¿Sí? —bajó su taza de porcelana blanca con flores doradas.

—Nunca me ha dicho porque se fue de Goldenville —observé, con la curiosidad a flor de piel. Sus rasgos se endurecieron un instante, sus ojos azules se tornaron ligeramente oscuros.

Se me había hecho costumbre visitar a mi vecina después de la invitación que nos había hecho a Alec y a mí en el cumpleaños de Dexter, la verdad era que ambos la frecuentábamos todos los miércoles para tomar el té y comer galletas, de vez en cuando yo traía algún postre y charlábamos entretenidamente. En este tiempo había descubierto que mi vecina era oriunda de Goldenville, uno de los pueblos vecinos, estábamos muy cerca de él, era un lugar pequeño, algo húmedo y pintoresco, parecía salido de un cuento inglés del siglo XIV, lo había visitado alguna vez en una excursión en primaria. Además de que era viuda y solo tenía un hijo, vivía en Goldenville, junto con sus tres nietos, no recordaba sus nombres, solo que eran dos chicas y un chico, el cual era el menor. Oh, y que su nombre era Evangelí Wade, aunque ese era su nombre de soltera.

Era una señora muy educada, refinada y conservadora, era de esperarse, en su pueblo las personas eran así, era como un mini Londres, solo que con minas de oro abandonadas y sin el clima lluvioso de por vida, aunque ese era más de Saint Point.

A Alec y a mí nos encantaban oírlas historias de cuando era joven, era una mujer enérgica y feroz. No faltábamos ni un solo miércoles, aunque hoy esperaba que él no viniera. No quería verlo, no aún.

Era mi ultimo día en Drumor, y quería despedirme de la señora Wade, así solo me fuera por unos días, claro que por mi mente había estado rondando la idea de pasar las fiestas con mis abuelos, las vacaciones de navidad estaban a la vuelta de la esquina, y no me importaría terminar las clases a distancia, porque eso era lo que quería, tomar distancia.

Goldenville es un pueblo hermoso, sí, pero hay algo malo en él, Elliezabet —su voz teñida de secretos me sacó de mis pensamientos, me quedé en silencio, digiriendo sus palabras, estaba por hablar, cuando la puerta sonó, la señora Wade dejó su tasa sobre la mesita de centro y con mucha elegancia se levantó del sofá y fue hasta la puerta. Me puse tiesa, no tenía que ser adivina para saber quién era, vi el reloj que estaba sobre la chimenea, solo él vendría a esta hora.

—Llegas tarde, niño —oí a mi vecina reñirlo, no alcancé a oír su respuesta. Sentí sus pasos por el impecable piso, relamí mis labios, nerviosa.

Los DesahuciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora