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“corazón abierto"

Samantha:

Una vez había leído en internet que durante la noche, las personas se ponían más sentimentales y pensativas. Era cierto.

Era la prueba de ello.

No pasaban de las 2a.m. cuando le dije como me sentía. Cuando le conté todos y cada uno de mis sentimientos, muy precisos, honestamente. Incluso, llegué a sentirme apenada, pero lo olvidé rápidamente, pues, era ella. Era Ellie, mi mejor amiga.

Creo que tenemos muchas “mejores amigas” en el transcurso de nuestras vidas, pero también creo, que hay una que espacial; una diferente al resto. Y para mí, esa era Elliezabet Carter. Aún así no tuviéramos ni un año de amistad, sabía que ella no era como las otras amigas que había tenido, ella me entendía como nadie, me escuchaba y me hacia sentir bien. La quería con mi corazón.

No sabía porque le había dicho todo eso…bueno, sí lo sabía; ella había empezado a abrir su corazón y su mente de la nada, y eso me dio cierta confianza para hablar.

Estábamos en mi casa, en una pijamada. Estar con Ellie, en una pijamada, era algo muy divertido, y bizarro.

Recordaba la conversación que habíamos tenido horas antes, dónde debatíamos dónde hacer nuestra fiesta de pijamas.

—En tu casa—sentenció ella. Veíamos a las personas pasar frente a nosotras, estábamos en el centro comercial, sentadas en una gran fuente de concreto con esculturas de ángeles en la cima. La miré, pensativa.

—¿Crees que te dejen? —cuestioné, dándole una lamida a mi helado de fresas. Ella frunció el seño, confundida.

—¿Por qué no habrían de dejarme?—preguntó. Hoy llevaba el pelo negro trenzado, una blusa blanca con muchas caras de gatitos grises, negros y rosas le hacía juego con sus gafas púrpuras. Era raro que las usara.

—Por mi hermano, ¿no? —supuse. Tal vez, porque mi hermano estuviera en casa, no la dejarían dormir ahí. Al menos por eso mis padres no me daban permiso de quedarme a dormir en casa de Ellie, no porque creyeran algo malo de mi o de Seth, sino que podrían ocurrir incidentes, ya me habían pasado antes. 

Ella me miraba con sus cejas pobladas arrugadas y una mueca en la cara.

—¿Por qué por tu hermano? Ni que fuéramos a dormir juntos o algo por el estilo—refutó. Era verdad, ambos teníamos cuartos separados.

—No hablaba de “ese” tipo de incidentes, era más bien de que podrían tener un encuentro incómodo en el baño, o algo así —expliqué, mirando a una señora mayor que pasaba junto a nosotras, tenía el cabellos teñido de un rojo fuerte, parecía un fósforo —. Lo digo porque me ha pasado varias veces. Una vez, en Canadá, invité a una amiga a dormir a casa, se levantó en la madrugada para ir al baño y se encontró con mi hermano haciendo pis, le vio todo.

Ellie abrió muchos los ojos, una sonrisa traviesa se dibujo en su rostro.

—Vaya…—suspiró, reteniendo una carcajada. Aunque igual la soltó, y yo la acompañé en ella. —. ¿Y no podemos botarlo de tu casa por una noche?

Negué, divertida.

—No lo creo —una pequeña sonrisa se quedó plasmada en mi boca.

—Ahs, solo por la noche…—hizo pucheritos. Sabía que bromeaba, por eso solté a reír. —. Okey, ya en serio. Es probable que mamá si me deje, solo me daría una plática de tener cuidado y no llevarme un pijama diminuto. Además, los “incidentes” en el baño se evitan metiéndole el pestillo a la puerta, por algo existen ¿no?

Los DesahuciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora