30

81 17 20
                                    

“Mareada ”

Ellie:

Me sentía un poco mareada, la verdad.

Usualmente el mundo no me daba vueltas, todo siempre se veía derecho, pero ahora sentía como si la luna brillante en el cielo se estuviera cayendo sobre mi.

El camino cada vez se me hacía más turbulento, trastabille y tomé el brazo de Alec para no caerme, aunque el también se tambaleaba, pero parecía que su mundo no se estremecía como el mío.

—No te me vayas a caer, Elliely—envolvió su mano en mi brazo. Solté un bufido al escuchar como me dijo.

—No me vayas a soltar, Alecitys.

Sí, ambos estábamos ebrios.

¡Qué divertido!

Achique mis ojos para poder ver bien a dónde nos dijimos, se suponía que teníamos que hablar con la vecina, que se estaba quejando del ruido. La enfoqué parada tras la cerca que divida nuestras casas, llevaba una de esas batas de abuelas que tenían florecitas amarillas y la tela era blanca y medio transparente. Su cabello estaba puesto en un gorro azul, como de enfermera o algo así, aunque unos mechones de cabellos gris sobresalían, su cara estaba en una mueca molestas, sus arrugas se remarcaban con su ceño fruncido.

—¿Soy yo o parece una bruja?—susurré en el oído de Alec, él soltó una risa ahogada. Giré mi rostro hacia la señora Wade, le sonríe amablemente. —. ¡Hola, señora Wade!

Ella enarcó sus finas cejas.

—Me parece que estas no son horas de estar en parranda, Estella—soltó con un tono de advertencia, cargado de veneno.

—¿Quién es Estella?—le pregunté a Alec bajito.

—Creo que eres tu—chasqueó la lengua divertido.

—Pero yo no me llamo Estella.

—Pero eso ella tal vez no lo sabe.

—Oh—nos quedamos callados cuando estuvimos justo en frente de la amargada señora Wade.

—¿Y bien?—cuestionó, impaciente, podía oír como su pantufla chocaba contra el césped.

—No llame a los paparazis, por favor—junté mi manos en un gesto suplicante. Ella me miró confundida, oí como Alec trato de suprimir su risa. —. ¡Digo, a los policías!

—Entonces, quiten esos gritos que ustedes llaman música—nos escupió, enfadada. Abrí mi boca, indignada, ¡¿Cómo se atrevía llamar “gritos” a mi preciosa playlist compuesta por puro arte?!

—¡Óigame…!—no pude terminar mi replica, pues la mano de Alec me tapo la boca, callándome antes de soltar una imprudencia.

—Señora, por favor no llame a la policía, podemos bajarle el volúmen a la música y no ser tan escandalosos—intentó persuadirla. Ella negó con la cabeza.

—No, no y no. ¿Qué te crees que no sé que apenas entre por esa puerta ustedes van a seguir con su fiestecita hasta que se les reviente el hígado de tanto alcohol?—soltó una risa sarcástica. —. Pues no.

—¡Ayyy, señora Wade, por fis, no llame a la policía!—le rogué, haciendo pucheritos, Alec hizo lo mismo. Ambos no debíamos ver cómo unos idiotas. La señora Wade suprimió una sonrisa. —. Haremos lo que usted quiera.

—¿Lo que yo quiera?—entrecerró los ojos con suspicacia. Asentimos.

—Lo que usted quiera—afirmó el castaño. —. Solo si usted no llama a la policía y le bajamos el volumen a la música.

—Mmmh…me parece justo—concordó, su mano huesuda sobó su barbilla, como si estuviera pensado que pedir. —. De acuerdo, si ustedes dos se besan, me iré como si nada.

¿Qué?

Espera…¡¿Qué?!

—¡¿Qué?!—gritamos los dos al mismo tiempo. La sonrisa encantadora que Alec tenía se borró de inmediato, sentí bajar toda mi borrachera hasta mis pies.

—Dense un beso y ya, asunto olvidado—nos sonrió en lo parecía ser inocente, pero su malicia se notaba.

—¿Pero, por qué?—cuestionó mi amigo. Ella se encogió de hombros.

—Soy una anciana observadora, niño. Te he visto entrar y salir de la casa de los Valash muchísimas veces, no sé si son novios o no, pero se ven bien juntos. Hay la chispa—explicó, y me sentí vigilada y mareada. —. Estoy vieja, niños, pero soy una romántica empedernida. Quiero ver romance.

—Señora, yo tengo novia.

—Y yo tengo novio.

—Pero no es ella.

—No es él.

Ambos nos señalamos el uno al otro, como inculpándonos de algo.

—¿Y…?—le restó importancia, sus manos en sus caderas anchas. —. Un besito no le hace mal a nadie.

Pensé en mi novio, apenas y llevábamos un par de horas juntos. Y ya querían que me besuqueara con otro, increíble. Lo peor del caso es que la idea no me desagradaba en nada, tal vez era porque la mitad de mi organismo estaba bañada en cerveza y wisky.


Andy me había pedido que fuera su novia por la mañana, y sin pensarlo dos veces dije que sí. Me sentía feliz, además de que era el cumpleaños de mi bebé (Dexter), que por cierto, se veía guapísimo con la camisa que le había regalado. Y ahora estaba borracha, pensando seriamente si mi cerebro estaría bañándose en alcohol, porqué no podía concentrarme del todo bien.

—Bien—la voz de Alec me sacó de mi mente. Su asentimiento me dejó desconcertada, lo miré fijamente con los ojos como platos.

¿Qué? O sea, ¡¿Qué?!

Tal vez lo oí mal. Sí, tuvo que ser eso, porque él jamás…

—Un beso y asunto olvidado—asintió con sus ojos castaños en la señora Wade.

—Exacto—concordó la anciana.

—¿Qué? Pero, ¿Qué?—mi cerebro estaba haciendo corto circuito. Con la boca abierta y totalmente confundida, Alec me tomó por los brazos y me giró hacía él, una de sus manos fue a mi nuca y me acercó a él.

El corazón me latía desbocado, sentía que iba a salirse por mi boca. Cerré los ojos nerviosa, contuve la respiración hasta que sentí sus cálidos labios presionados contra mi frente. La suavidad de la piel de su boca se quedó plantada en mi frente durante un minuto, en un gesto cariñoso y protector, su mano apretó mi brazo y sus dedos pasaron una suave caricia por la piel de mi nuca, fue algo fugaz, entones se separó de mi, con una sonrisa brillante, dejándome mareada y embriagada de su aroma.

Mi corazón seguía sin volver a su ritmo normal.

—Un beso, ya—le dijo con suficiencia a la señora Wade, me di cuenta que por un momento había olvidado su presencia, y todo.

La señora Wade sonrió, como si estuviera compartiendo un secreto con él, le dedicó una mirada cómplice y orgullosa.

—Chico listo—lo apremió, mis ojos saltaban de uno al otro, sin comprender nada.

Intenté atar cabos, y oh, todo cobraba sentido.

La señora Wade dijo que quiera que nos besáramos, pero no específico en dónde. Alec lo notó y por eso aceptó.

Él se encogió de hombros, la señora solo acababa de inflar más su ego.

—¿Entonces ya no llamará a la policía?—cuestionó. Ella negó con la cabeza.

Yo me sentía como en otra dimensión.

—No, pero bájenle a la música y no se metan mas alcohol en el cuerpo, ni usen drogas—su tono había pasado de una señora amargada a un abuelita preocupada. Le hubiera sonreído dulcemente si no hubiese estado perdida en la dimensión Alec-labios-suaves. —. Oh, y otro día vengan a tomar el té conmigo, les haré galletas y pastelitos.

—Suena tentador, señora Wade—le sonrió el chico a mi lado.

—Los espero el miércoles a las cuatro treinta. —Con eso se dio la vuelta y entró en su casa.

—Vamos—Alec me jaló del brazo y me llevó con él. —. No les digas que pidió. Se meterán con nosotros hasta el fin de los días.

Me dejé llevar por mi amplio jardín medio oscuro, ni siquiera hablé, mi mente todavía estaba en el contacto de sus labios en mi frente, en la forma tan cariñosa y protectora que me tomaba. Mi corazón, mi corazón iba muy rápido…

—¿Ellie?—su voz suave me sacó de mis pensamientos. Alcé mi vista y sus ojos castaños se posaron en los míos, su mirada era preocupada. —¿Te sientes bien?

—¿Eh? Sí, sí estoy bien—traté de sonreírle despreocupadamente, pero creo que me salió más como una mueca rara.

Me regaló una de esas sonrisas que cortan el aliento. Mordí mi labio inferior nerviosamente, de repente sentí mis labios secos, así que pase mi lengua por ellos, sus ojos notaron el gesto, observó un segundo mi boca, parpadeó y luego hizo un gesto hacía nuestros amigos.

—Vamos, Elliely—sonreí abiertamente y corrí hasta mis amigos, con el detrás de mi. Aunque no le costó nada sobrepasarme.

—¿Y bien?—cuestionó Seth, tenía una cerveza en una mano, su otra mano estaba enredada en la de Gen.

—Dijo que bajáramos el volumen y No gritáramos tanto—explicó Alec, todos lo miraban atentamente. —. Es una señora agradable, nos invitó a tomar el té a Ellie y a mí. Creo que es británica.

Los demás le dijeron un par de cosas, a las que no preste atención. Sentía náuseas, quería irme a dormir.

—Oigan, me voy adentro—me despedí y caminé hasta la casa, tambaleante. Entré por la puerta de la cocina, estaba un poco oscuro, una que otra luz encendida.

Me acerqué a la nevera, saqué el vaso que usaba para tomar agua, era una mezcla de el álbum de Harry Styles, Fine Line y gatitos. Me fascinaba.

Me sobresalté al escuchar unos pasos, giré y vi a Dexter mirarme. Lo contemplé detenidamente mientras tomaba agua desde la pajilla de mi vaso. Su cabello negro caí despreocupadamente por su frente y ojeras, algunos mechones se pegaban a su piel, se vía algo sudado, sus ojos oscurísimos me miraban a través del vidrio de sus lentes, la camisa azul oscura que le había comprado el día del centro comercial se ajustaba perfectamente a su cuerpo delgado, unos pantalones oscuros se aferraban a sus caderas suavemente. Sus manos estaban a los lados de su cuerpo, su piel pálida relucía en la oscuridad.

Dexter era condenadamente guapo. No como Alec, ambos tenían un atractivo distinto. Él de Dex era como algo tosco, algo rústico y llamativo, algo que a simple vista no se ve, aunque igual tenía cara de ángel. Mientras que Alec tan solo verlo quedabas deslumbrada antes su belleza, porque sí, era bello, su nariz delicada, su boca curvilínea y roja, su pelo en un tono marrón claro/oscuro, y sus ojos cafés, era algo adictivo de ver, en especial sus gestos, su sonrisa roba alientos. Él no era sexy, él era mucho más, era ese que te derretía el corazón sin querer. Dexter era un chico duro, eso era muy atractivo para alguien tan insistente e intensa como yo.

—¿Te sientes bien?—preguntó suavemente. Su voz era tan linda, podía llegar a ser aguda cunado se enojaba, pero cuando iba serio era un tanto ronca.

—Sí. —casi lo murmuré, puse mi vaso en la encimera a mi lado. Lo miré fijamente, en silencio. —Ven.

Me sorprendió que no se quejara, o se negara. Solo avanzó hasta mí, sus pasos eran lentos y poco decididos, paró cuando estuvo a pocos metros de mi, bajo su cabeza para poder verme, yo alcé un poco la mía.

—¿Te gustó lo que te di?—indagué, mordiendo mi labio. Él asintió, algo me decía que lo ponía un tanto nervioso a Dexter.

Le regalé la saga completa de Harry Potter, una edición especial, algo valiosa en el mundo de los fans. Básicamente armé una caja con libros, películas y uno que otro videojuego, además de dulces.

—¿No me darás un abrazo?

—Ya te di muchos por hoy.

—Quiero más.

Evité decirle que los abrazos se los había dado yo. Estaba cansada y no quería pelear por estupideces, además, era su cumpleaños. Al menos, eso creo.

—Eres muy molesta—se quejó, volteé los ojos y me preparé para decirle que no quería nada cuando me tomó en sus brazos y me aplastó contra su pecho. Era un abrazo cálido y fuerte, enterré mi cabeza en el hueco de su cuello, aspire su colonia ligera.

—¿Me quieres?—pregunté, apreté su torso contra mí. Soltó un suspiro, no supe si cansado o aliviado.

—Claro que sí—respondió y luego se alejó de mí.

—Acompáñame a mi cuarto, tengo sueño y si voy sola podría caerme por las escaleras.

—Bien—resopló y me llevó por el pasillo semi-oscuro. Iba descalza, en algún punto no exacto me había quedado mis zapatos para bailar mejor.

Subimos las escaleras en silencio, aunque yo soltaba una que otra risita cada que me tropezaba, podía ver los ojos en blanco de Dexter. Cuando llegamos a la puerta de mi cuarto, me giré y le sonríe bobamente.

Dexy-boo, que sepas que en otra vida serías el amor de mi vida—bromeé, él se puso rojo y soltó aire por la boca.

—Ya vete a dormir.

—Ya voy, ya voy…—abrí la puerta, las luces led brillaban en un lindo azul, dando luz a mi rostro y mi habitación. Mis ojos fueron a la cama, y vaya, ahí estaba Samy, dormidísima.

—¿Pero qué…? ¿en qué momento llegó ella aquí? —preguntó Dexter, sorprendido. Me encogí de hombros, entrando en mi habitación.

—Es un sombra, como yo—hice un gesto como de ninja con mis manos.

—Loca—canturreó, metiendo las manos en sus bolsillos. —. Me largo.

Se dispuso a irse al patio de nuevo, pero lo detuve.

—Oye, un consejo…ni sé ocurra dormir en la habitación de Seth, dile a Alec lo mismo, pueden dormir en la de invitados—estaba salvándolo.

—¿Por…?—preguntó con el ceño fruncido.

—Ya sabes—hice un bailecito con mis cejas. —. Van a hacer el delicioso, el sin respeto, el de la F. Van a la práctica para hacer bebés, van a co—

—¡Bien, ya entendí, ya entendí!—alzó las manos, como que diciéndome que me callara. Solté un risa al ver su cara roja. —. Habitación de invitados, de acuerdo.

Y con eso se fue. Maleducado, ni “buenas noches, diosa hermosa” ni nada, estos jóvenes de hoy en día son de lo último, Dios mío.

Cerré mi puerta, con cuidado de no hacer mucho ruido, me cambié por una pijama suave y cómoda. Observé a mi mejor amiga tirada en mi cama, había tomado una de mis pijamas de ositos, que linda. Su cabello castaño estaba suelto y esparcido por la cama, tenía la cara enterrada en la almohada. Agradecí que ni cama fuera lo suficientemente grande como para las dos, y aún así quedaba espacio de sobra.

Me acosté el la cama junto a ella, que se removió al sentir la cama hundirse con mi peso. Volteé mi rostro al suyo, aunque no podía verla porque su cara seguía clavada en la almohada.

—Apestas a alcohol—se quejó, su voz adormilada y amortiguada. Chasqueé la lengua, puse mis manos en mi abdomen, observé el techo lleno de luces.

—Mañana me baño—cerré los ojos, sintiendo el sueño apoderarse de mí, escuché a Samy soltar algo como un bufido. Estaba a nada de dormirme cuando oí la puerta abriste y algo caerse, alguien soltó una maldición por lo bajo.

Sam y yo giramos las cabezas hacia la persona. Era Beth, estaba ebria, había tropezado con una mesa y tirado una foto mía con mamá. Ella nos miró, sonrió apenada.

—Los chicos dijeron que durmiera en el cuarto de Ellie—explicó y cerró la puerta. Miré a Samy, tenía cara de sueño y un hilo de baba corría por su mejilla, su cabello estaba desordenado, traté de no reírme de ella.

Samantha me miró con sus ojos verdes unos instantes, luego parpadeó y tiró su cabeza de nuevo a la almohada. Supuse que estaba bien con eso.

—¿Cómo supiste que está era mi habitación?—achiqué los ojos, mirándola con recelo fingido.

—Oh, pues, tiene un letrero en la puerta en neón con tu nombre, no fue muy difícil descubrirlo—se encogió de hombros. Sam soltó una risa baja. Chasqueé la legua y sonreí.

—Ven aquí—me arrimé y le hice espacio en la cama, ella sin chistar se lanzó junto con nosotras en mi comadre y calentita cama. —. Si quieres puedo prestarte una pijama…

Empecé diciendo, pero ella ya se había arropado hasta la cabeza con una manta de lana y dormía plácidamente, me encogí de hombros y me acomodé para dormir.




(***)


Resaca. Horrible y asquerosa resaca.

Era terrible despertar y tener una resaca. Pero lo único reconfortante era que había tenido peores.  Y aún seguía mareada, me impresionaba no haber vomitado.

Con mucho esfuerzo, me levanté de la cama, ya Samy no estaba, y Bethy tampoco. Entré al baño y me aseé un poco más de bajar.

Entré en la cocina y me los encontré a todos ahí, charlando con mi mamá.

—¡Buenos días, solecitos! —saludé alegremente, nada podía quitarme mi buen humor. Todos me voltearon a ver, Dexter con su típica cara de fastidio, Sam con una sonrisa, Alec con una media sonrisa, Beth y Gen conteniendo una, y mi hermanito con cara de perro.

—Buenos día, cielo—me saludó mamá cuando me le acerqué, dejo un beso en mi coronilla. Me serví un poco de café en mi taza de Lady Bug y Chat Noir.

—¿Ya tomaron café? ¿quieren? ¿Van a desayunar? ¿Te ayudo, Ma’?—disparé las preguntas luego de dos sorbos de café con extra de azúcar.

—La señora Marianne dijo que nos haría huevos con tocino—comentó Alec, tenía un taza azul entre sus dedos largos.

—Entonces, yo pondré a tostar el pan—repuse, y busqué el pan y lo puse en la tostadora. Tras un ruido procedente de las escaleras mi hermanos menores aparecieron con sus pijamas de dinosaurios y de mariposas.

—¡Buenos días, mami!—saludaron directamente a mi madre, ambos la abrazaron fuertemente. Lucien era un par de años mayor que Valerie, ella apenas y tenía unos 4 años, mientras él tenía 6.

—Niños, tenemos invitados. No sean maleducados y saluden—los reprendió mamá. Sonreí divertida cuando Val hizo un pucherito tierno. Ella tenía los ojos de un café claro, rozando lo verde, mientras que Lucien los tenía como su padre y como Seth, grises oscuros. Los dos tenía el cabello lacio y castaño claro, las misma nariz de mamá, la boca de papá y mi belleza.

—Buenos días, amigos de Seth y Elle—dijeron a coro, como si estuviera diciendo algo ya ensayado, y tal vez era así.

—Buenos días, peques—tomé un sorbo de café, ambos giraron hacia mi y me sonrieron, el brillo en sus ojos era tan lindo.

—¡Ellie!—corrieron hacia mi y abrazaron mis piernas, que era hasta donde su estatura llegaba. Les sobé la cabeza dulcemente, me agaché y les di un beso a cada un en sus mejillas redondas.

—Oye, Val—la llamó Seth, ella giró hacía él, sonriente. —. ¿Quién te gusta más para novio de Ellie; Dexter o Alec?

Mi pequeña hermana frunció su frente y arrugó su naricita en desaprobación.

—¡Ellie no tiene novio!—le dijo enojada, se pegó a mi y me abrazó la pierna posesivamente. —. ¡Ella es mía!

Solté una carcajada, al igual que mamá y todos. Pero nadie paso desapercibida la mirada fulminante que les lanzó Lucien a los chicos. Aww que lindo.

Desayunamos tranquilamente, cada quien con sus tostadas con mantequilla, huevo y tocino, mamá nos dio jugo de manzana y más café. Cómo por el medio día cada quien regreso a su casa, Dexter con cara de perro enfurruñado, Sam con cara de que querer dormir más, Alec como si el cerebro se le fuera a salir por un lado—me sentía exactamente igual—, Beth usaba unos lentes de sol enormes, y Gen tenía cara de boba.

Me encantaba mi grupo de amigos, la verdad.

Ese mismo día por la tarde, Andy me invitó a salir. Acepté y me aliste, me puse una falda que llegaba por mis muslos, era color rosa chicle, la combiné con un suéter blanco cuelo alto, y me puse unas zapatillas y un collar que tenía una estrellita fugaz.

A las cinco cuarenta tocaron la puerta de la casa, la abrí con una sonrisa, ahí estaba mi novio, con una sonrisa dulce. Lo contemplé y me felicité a mi misma por tener tan buen gusto, era un chico sumamente guapo, con su pelo dorado y ojos verdosos.

«No es más guapo que Alec…»

Cállate, conciencia.

Envié ese pensamiento a lo más profundo de mi cabeza, lo archivé en el rincón oscuro dónde se ocultaba lo que sentía por Voldemort.

Mi novio era Andy. Alec era mi amigo y ya. Punto.

Traté de que mi mantener mi sonrisa, me pare de puntillas y rocé sus labios con los míos. Él me tomó por los brazos posesivamente y me besó con intensidad.

Cuando nos separamos me dio una mirada coqueta, tomó mi mano y me guío hasta su auto. Pasamos la tarde juntos, fue divertido, era dulce y graciosos.

Aunque, al menos una vez, no pude evitar pensar que, no sentí el nervio y la emoción de cuando Alec me besó la frente y me dejó mareada.

Ignoré el pensamiento de nuevo. Con Andy me sentía más cómoda y ya. Él era distinto, eso me gustaba.

Pero el nombre de Alec no dejaba de martillear en mi cabeza.

«¿Qué estaba haciendo?»


###
¡Holaaaap!
Estamos en el capítulo 30 OMG!!!!!
JAMÁS CREÍ QUE LLEGARÍA WAAAA 😭😭😭
pero acá tamos y bueno...
¿Qué tal todo?
¿Dexllie? O ¿Allie?(plis ayúdenme a buscar un nombre mejor para el Shipp de Alec y Ellie, y uno para el de Andy y ella)

En fin, besitosssss...

Atte: Any Cape <3

Los DesahuciadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora