The Beginning

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9 de mayo, 9548 a. C..

—¡Maten a ese bebé!

La furiosa orden de Arcón reverberaba en los oídos de Apolimia mientras huía por las estancias de mármol de Katoteros. El fuerte viento que soplaba por el pasillo le pegaba el vestido negro al vientre y sacudía su larga melena de color rubio platino. Tras ella corrían cuatro de sus demonios, protegiéndola de los otros dioses que estaban más que dispuestos a cumplir las órdenes de Arcón. Junto con sus demonios carontes, Apolimia ya se había cargado a la mitad de su panteón. Y estaba lista para matar al resto.

¡No le quitarían a su hijo!

La traición que había sufrido pesaba en su corazón. Le había sido fiel a su marido desde el día de su unión. Lo había seguido amando aún después de descubrir sus infidelidades e incluso había acogido a sus bastardas en su hogar.
Y ahora quería matar a su hijo nonato.
¿Cómo podía hacerle algo así?

Llevaba siglos intentando concebir un hijo de Arcón. Era lo único que había ansiado durante todo ese tiempo.
Tener un hijo.
Y por culpa de la profecía de tres niñas (las tres hijas bastardas de Arcón, corroídas por los celos) su hijo sería sacrificado, ejecutado. ¿Por qué? ¿Por las insidiosas palabras de esas mocosas?
Nunca.
Ese era su hijo. ¡Era suyo! Y mataría a todos los dioses atlantes con tal de que siguiera con vida.

—¡Basi! —gritó, llamando a su sobrina.

La aludida apareció frente a ella en el pasillo, tambaleándose de tal forma que se vió obligada a apoyarse en la pared. Puesto que era la diosa de los excesos, rara vez estaba sobria. Lo cual era perfecto para su plan.
Entre hipidos y risas tontas Basi le preguntó:

—¿Me has llamado, tía? Por cierto, ¿por qué están todos tan enfadados? ¿Me he perdido algo importante?

Apolimia la agarró por la muñeca y abandonó Katoteros, el lugar donde moraban los dioses atlantes, para materializarse de nuevo en Kalosis, el reino infernal gobernado por su hermano.
Fue precisamente en ese lugar húmedo y prohibido donde ella nació. Ese era el único sitio que Arcón temía de verdad. Porque sabía que, pese a todos sus poderes, ella ostentaba la supremacía en el reino de la oscuridad. Porque sabía que allí podía destruirlo.
Puesto que era la diosa de la muerte, la destrucción y la guerra, Apolimia contaba con sus propios aposentos en el suntuoso palacio de ébano de su hermano.
Y allí llevó a Basi.

Antes de convocar a sus dos demonios carontes de confianza, cerró puertas y ventanas.

—Xiamara, Xedrix, los necesito.

Los demonios, que residían en su propio cuerpo en forma de tatuajes, la abandonaron y se manifestaron frente a ella.

En esa ocasión, Xiamara eligió un tono rojo veteado de blanco para su piel. Su larga melena negra enmarcaba un rostro alargado con enormes ojos rojos que la observaron con preocupación. Xedrix, que era su hijo, había heredado sus rasgos faciales, pero su piel era naranja y roja, colores que delataban su nerviosismo.

—¿Qué necesitas, akra? —preguntó Xiamara, dirigiéndose a ella con el término atlante que significaba «dueña y señora».

En realidad no entendía la insistencia de Xiamara en llamarla de esa manera cuando su relación era más fraternal que otra cosa.

—Vigila que no entre nadie. Me da igual que sea el mismo Arcón quien exija entrar. Lo matas. ¿Me has entendido?

—Tus deseos son órdenes, akra. Nadie te molestará.

—¿Por qué siempre llevan los cuernos a juego con las alas? —preguntó Basi, que se mecía agarrada a uno de los postes de la cama—. En serio. No sé, con lo coloridos que son, podrían ser un poco más creativos. Creo que Xedrix estaría mucho más guapo con los cuernos de color naranja.

◆☆🏛남준: 최초의 다크 헌터🏛☆◆[𝙰𝚍𝚊𝚙t] →❁𝓝𝓪𝓶𝓙𝓸𝓸𝓷❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora