Πέντε

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15 de noviembre, 9532 a. C..





Ya hace una semana que dejamos la Atlántida. Una semana durante la que he viajado al lado de mi hermano, un muchacho incapaz de reír o sonreír. E incapaz de expresar una opinión personal. Si le pregunto algo, siempre obtengo la misma respuesta:

«Sus deseos son mis deseos, idika».

Me saca de quicio.

La última etapa de nuestro viaje era otro trayecto en barco, pero en esta ocasión alquilamos una pequeña embarcación para llegar a la isla donde reina mi padre. No quería arriesgar la seguridad ni la integridad física de mi hermano otra vez. Cuanto más tiempo paso a su lado, más cosas comprendo. Posee un magnetismo sexual poco común.
Todo aquel que lo ve quiere tocarlo. Poseerlo. De ahí que oculte por completo su cuerpo cuando estamos en público. Que se encoja cuando alguien se le acerca. Ni siquiera yo soy inmune a esa terrible atracción y me repugna sentir algo así por mi propio hermano. Aunque lo peor es la certeza de que NamJoon sabe lo que me pasa. Y se tensa como si temiera que pudiera abalanzarme sobre él.
A pesar de que jamás podría tocarlo ni herirlo de esa forma, mi hermano no confía en mí y la verdad, después de lo que le ha pasado, no puedo culparlo por ello.
Según él, Estes lo protegía. Pero se equivoca. Lo que mi tío ha hecho no tiene nada que ver con la protección, lo único que hacía era controlar el número de personas que lo atacaban.
¡Ojalá los dioses le den su merecido!
¿Cómo es posible que semejante monstruo me haya mantenido engañada durante tantos años?
¿Cómo es posible que mi padre haya permitido algo así? Prefiero pensar que lo ignoraba todo. Es la única forma de poder seguir adelante. Espero no tener que ver a mi tío en la vida.

El quinto día de nuestro viaje Boraxis me explicó la causa de la palidez de NamJoon, deese extraño sudor y de sus vómitos.
Las culpables son las drogas que Estes ha usado para mantenerlo controlado. El olor a naranja que percibí en sus aposentos se debía al afrodisíaco que utilizaban para aumentar su apetito sexual y la otra droga que le administraban servía para doblegarlo y que aceptara cualquier cosa que le hiciesen.
NamJoon estaba tan débil que me asustaba. Necesitábamos encontrar un médico que pudiera ayudarlo. Boraxis insistía en que lo mejor sería que nos hiciéramos con esas mismas drogas para volver a administrárselas. Pero yo era incapaz de hacerle eso a mi hermano. Necesitaba vivir libre de esas sustancias.
Porque su debilidad pasaría con el tiempo. Si era capaz de eliminarlas de su organismo. Sin embargo, con el paso de los días parecía más y más extenuado.
Aunque por fin habíamos llegado a casa.

El palacio se alzaba frente a nosotros mientras nos acercábamos en un carruaje cubierto. No me atrevía a viajar con mi hermano al descubierto, por temor a que el aire le quitara la capucha y lo expusiera. La gente se ponía muy violenta al verlo y Boraxis ya había tenido que intervenir en varias ocasiones para apartar a los más persistentes.

Tragué saliva cuando entramos por las puertas del palacio y nos acercamos a la entrada principal. A pesar de la vehemencia de mis palabras cuando le aseguré a NamJoon que sería bien recibido, en ese momento las dudas me hicieron flaquear.

¿Y si mi hermano tenía razón? ¿Y si padre no quería saber nada de él? Tal vez estuviera al tanto de lo que Estes estaba haciendo. Tal vez incluso lo aprobara. La simple idea era repulsiva, pero tenía que estar preparada. Porque cabía la posibilidad de que fuese así.
NamJoon había sufrido tanto que me daba miedo hacerle más daño. La confianza era un vínculo muy frágil, y él estaba comenzando a confiar en mí. No quería que ese vínculo sufriera ningún daño.
Como tampoco quería que lo sufriera mi hermano.
De modo que entré en el palacio por la entrada lateral y lo llevé hasta mis aposentos, donde nadie lo molestaría.

◆☆🏛남준: 최초의 다크 헌터🏛☆◆[𝙰𝚍𝚊𝚙t] →❁𝓝𝓪𝓶𝓙𝓸𝓸𝓷❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora