Δεκαεπτά

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26 De Noviembre, 9530 a. C..



Fui incapaz de contener la emoción en cuanto vi de nuevo la casa de Estes. Apenas había cambiado nada desde mi anterior visita. Incluso el sirviente que abrió la puerta era el mismo. Pareció sorprendido de vernos, sobretodo a mi padre.

—He venido en busca de NamJoon —anunció—. Llévame con él.

Sin mediar palabra, el siniestro sirviente nos guió por el mismo pasillo que yo ya conocía. De camino a los aposentos que se habían convertido en motivo de mis pesadillas y de mis preocupaciones.
La emoción murió en cuanto llegamos y la realidad cayó sobre mí con toda su fuerza.

Nada había cambiado.
Nada.

Lo supe antes de que el sirviente abriera la puerta.
Cuando entramos, mis peores temores se confirmaron hasta el más ínfimo detalle.

—¿¡Qué es esto!? —bramó mi padre.

Me cubrí la boca con una mano al ver que NamJoon estaba en la cama con un hombre y una mujer. Los tres estaban desnudos y se retorcían entre las sábanas. Ver lo que le estaban haciendo a NamJoon, lo que mi hermano les estaba haciendo a ellos a la vez, me resultó horrible.
Jamás había visto semejante depravación.
El hombre se apartó de mi hermano y soltó una horrible maldición.

—¿¡Qué significa esto!? —exigió saber con voz imperiosa. Su porte delataba que se trataba de un atlante con poder y riqueza—. ¿¡Quién osa interrumpirnos!?

NamJoon se apartó del cuerpo de la mujer tras un último envite y un lametón, y se giró para quedar tumbado de espaldas sobre el colchón. Nos miró con descaro, desnudo y con una sonrisa burlona.

—Príncipe Ydorus —le dijo al hombre furioso que le había hablado a mi padre—, les presento al rey Jerjes de Dídimos.

Sus palabras apaciguaron un tanto al príncipe, pero no lograron aplacar del todo su furia.

—¡Dejanos! —ordenó mi padre.

Ofendido, el príncipe recogió su ropa y a su acompañante antes de hacer lo que mi padre había ordenado.
NamJoon se limpió la boca con la sábana. Su piel volvía a tener un tono grisáceo y apagado. Estaba incluso más delgado que la última vez que lo vi en esa misma habitación. Tenía la cara demacrada. Volvía a tener los brazaletes de oro en el cuello, en los brazos, en las muñecas y en los tobillos.
Y lo peor de todo: al hablar, distinguí el brillo de las bolas en su lengua. Ya no hablaba sin separar los labios. Ya no parecía avergonzado de ser lo que era. Ahora parecía enorgullecerse de ello.

—¿Qué los trae por aquí, majestad? —preguntó NamJoon con voz burlona y fría—. ¿También desea pasar un ratito conmigo?

En ese momento comprendí que el muchacho herido que yo rescaté había dejado de existir. El hombre que estaba en la cama era un cínico. Estaba furioso. Y nos lanzaba un desafío.
Ese no era el muchacho que había salido a escondidas de su dormitorio para poder sentirla hierba en los pies.
Era un hombre que había sufrido demasiados abusos. Y quería que el mundo y sus habitantes supieran cuánto los odiaba.

—Levántate —masculló mi padre—. Y vístete.

Vi que esbozaba una sonrisa torcida. Un gesto burlón.

—¿Por qué? La gente paga quinientas monedas de oro por verme desnudo. Deberían sentirse honrados por haberme visto sin pagar.

Padre se acercó a él, lo agarró sin muchos miramientos de un brazo y lo sacó de la cama.
NamJoon le cubrió la mano con la suya y señaló con desdén:

◆☆🏛남준: 최초의 다크 헌터🏛☆◆[𝙰𝚍𝚊𝚙t] →❁𝓝𝓪𝓶𝓙𝓸𝓸𝓷❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora