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12 de enero, 9528 a. C..


NamJoon estaba sentado en la balaustrada de su terraza, echando de menos a Artemisa. La diosa estaba en un festival que se celebraba en su honor, para espiar a los humanos en persona. Tenía esas rarezas, le gustaba ver cómo la gente la adoraba mientras fingía ser mortal.
Ese rasgo le resultaba encantador, y tenía que admitir que esas últimas semanas habían sido las mejores de su vida.
Artemisa era la única persona que le permitía ser él mismo. Si no le gustaba alguna actitud por su parte, se lo decía y ella se aseguraba de no volver a repetirla.
La diosa nunca rompía sus promesas. Y eso, por encima de todo lo demás, era un sueño hecho realidad. Además, como pasaban tanto tiempo juntos y ya no creaba problemas en palacio ni salía a hurtadillas de su dormitorio burlando la vigilancia de los guardias, su padre ni se acercaba. No recordaba ninguna época desu vida, salvo los meses que pasó con Ryssa, en la que hubiera pasado tanto tiempo libre de palizas y de azotes.
El respiro era maravilloso.

De repente, la puerta de su dormitorio se abrió de par en par.
Se le revolvió el estómago. Se aferró a la piedra de la balaustrada, presa del pánico por la posibilidad de que fuera su padre.
No lo era. Ryssa entró en el dormitorio con la sonrisa más radiante que le había visto en la vida.

—¡Buenos días, hermanito!

—Buenos días —la saludó con cautela, preguntándose la causa de su felicidad y el motivo por el que había dejado la puerta abierta—. ¿Pasa algo?

A lo mejor su padre había muerto por fin. Sería una bendición. Tras detenerse delante de él, Ryssa le ofreció la bolsita que llevaba escondida a la espalda.

—Eres libre.

¡Su padre tenía que estar muerto!

Se bajó de la balaustrada.

—¿Qué quieres decir?

—Acabo de descubrir uno de los beneficios de acostarme con Apolo. Padre ahora me presta atención. Tus guardias han desaparecido y tendrás una asignación mensual para gastártela como quieras. —Le colocó la bolsita en las manos—. También he ordenado que te reserven un asiento en el teatro para cuando quieras asistir. Solo tú podrás ocuparlo. Nadie más.

No daba crédito a lo que escuchaba.

—¿Con qué condiciones?

La sonrisa de su hermana desapareció al apretar los dientes. Parecía ofendida.

—Ya sabes, lo típico en padre. No puedes avergonzarlo de ninguna de las maneras. Ni a la familia. No ha entrado en detalles, pero mientras no te líes con nadie, creo que estarás a salvo.

La simple idea le arrancó un resoplido.

—No tengo intención de liarme con nadie. —Al menos en público. Hacía mucho que se había cansado de eso. No le gustaba ser el centro de atención.

Ryssa se inclinó hacia él.

—¿Te gustaría ir al teatro conmigo?

—¿Y Apolo?

—Se ha ido con su hermana. Tengo casi todo el día para mí sola. —Le tendió una mano—. ¿Qué me dices, hermanito? ¿Te apetece celebrar nuestra libertad?

Recibió su invitación con una sonrisa sincera, un gesto raro en él.

—Gracias, Ryssa. No sabes lo mucho que esto significa para mí.

—Creo que me hago una idea.

NamJoon fue en busca del manto que guardaba bajo la cama… y de los zapatos que Artemisa le había dado. Cuando agarró los zapatos, la añoranza lo asaltó con más fuerza. Ojalá pudiera celebrar su libertad con ella, pero eso tendría que esperar.
Tras vestirse a toda prisa, siguió a Ryssa al pasillo. Una vez allí, titubeó con la vista clavada en las relucientes paredes. A excepción del día que Ryssa fue ofrecida a Apolo, no había atravesado la puerta de su dormitorio sin tener que sobornar con sexo a los guardias.

◆☆🏛남준: 최초의 다크 헌터🏛☆◆[𝙰𝚍𝚊𝚙t] →❁𝓝𝓪𝓶𝓙𝓸𝓸𝓷❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora