열 넷

19 7 0
                                    

27 de noviembre, 9528 a. C..

NamJoon estaba en la cama y le picaba tanto la nariz que ni siquiera sentía el dolor del resto del cuerpo. Habría vendido su alma con tal de poder rascarse. De repente, vió un deslumbrante destello blanco a su izquierda.
Era Artemisa. Estaba tan guapa como siempre, ataviada con su peplo blanco, y eso aumentó el odio que sentía por ella.
La furia le revolvió las entrañas. ¡Por fin se acordaba de él!

—¿Qué haces aquí?

—Estaba aburrida.

El tono repelente de su voz y el hecho de que hubiera tardado tanto en ir a verlo le arrancaron un resoplido.

—Me temo que ya no podré seguir entreteniéndote. Me han arrebatado esa habilidad.

Artemisa apartó la sábana y contempló lo que le habían hecho a sus órganos sexuales.

—¡Uf! ¿Qué han hecho?

NamJoon cerró los ojos, mortalmente humillado.

—Me han castrado. ¿No te acuerdas? Cometí la estupidez de pedirte ayuda.

—¡Ah, sí, ahora me acuerdo! —Chasqueó los dedos.

Un dolor aún más fuerte se apoderó de él, arrancándole un jadeo. Le dolía tanto la entrepierna que ni siquiera podía respirar y se le llenaron los ojos de lágrimas.

—¿Ves? Como nuevo.

Siguió respirando superficialmente. Aún le dolía.

—Tienes el pelo más largo.

¿Eso era lo único que le importaba? ¿Que le había crecido el pelo? Menos mal que no podía moverse, porque de lo contrario habría intentando estrangularla en ese mismo momento.

—¿Por qué estás encadenado?

Como volviera a hacerle otra pregunta tonta, acabaría estrangulándola.

—Para evitar que intente suicidarme.

—¿Por qué vas a suicidarte?

Apretó los dientes. ¿De qué le serviría explicárselo? Artemisa no le haría ni caso. No se lo había hecho cuando le suplicó que lo matara. Solo se acordaba de él cuando se aburría y nunca lo mataría porque eso supondría pasar por el tedioso proceso de buscarse otro hombre al que tirarse. Que no permitieran los dioses que algún día encontrara a otro cuya verga la satisficiera, pensó con ironía.

—En ese momento me pareció una buena idea. Ahora ya no tanto.

La diosa le lanzó una mirada irritada.

—Tendré que conseguir que te liberen. Te juro que me das más problemas que satisfacciones. Espérame aquí.

Como si tuviera la opción de largarse…

—¡Tranquila! —gritó después de que Artemisa se desvaneciera—. Ni siquiera puedo levantarme para orinar.

Y le seguía picando la nariz.
Su padre entró en su dormitorio poco después y lo miró con desprecio. Nada nuevo bajo el sol.
Como siempre, la apariencia del monarca era impecable. Iba bien peinado y su túnica blanca relucía a la luz del sol.
NamJoon enfrentó su desprecio sin flaquear.

—¿Puedo ayudarlo en algo?

La ira relampagueó en los ojos azules de su padre.

—¿Qué más hay que hacerte para que aprendas cuál es tu sitio?

«¿Mi sitio?», repitió para sus adentros.
Su sitio estaba a la diestra de su padre, como heredero al trono. Como príncipe reverenciado por sus súbditos.
En cambio, se encontraba encadenado y desnudo. Lo único que lo tapaba era la sábana ensangrentada que Artemisa había vuelto a dejar sobre él para no seguir viendo el trabajo del carnicero. Estaba sucio porque nadie iba a asearlo y no le cabía la menor duda de que tenía el pelo tan asqueroso como la barba.

◆☆🏛남준: 최초의 다크 헌터🏛☆◆[𝙰𝚍𝚊𝚙t] →❁𝓝𝓪𝓶𝓙𝓸𝓸𝓷❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora