Δεκατρείς

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12 de septiembre, 9531 a. C..

Estaba sola en mis aposentos cuando Mengana abrió la puerta.

—¿Está enfermo NamJoon?

Solté la pluma para mirarla con el ceño fruncido.

—No lo he visto hoy. ¿Por qué lo preguntas?

La niña se rascó la nariz. Parecía perpleja.

—Fui en su busca para amasar el pan, pero tenía muy mal aspecto. Me dijo que le dolía la cabeza y me habló de forma muy desagradable. Nunca es descortés conmigo. Después le llevé un poco de vino para el dolor de cabeza, pero no estaba en su dormitorio. ¿Debo preocuparme?

—No, akribos —contesté, fingiendo una sonrisa—, tú vuelve a la cocina que yo lo buscaré.

—Gracias, princesa. —Me devolvió la sonrisa y se marchó.

Preocupada por mi hermano, abrí las puertas que daban al patio. NamJoon pasaba mucho tiempo fuera, entre la hierba y las flores. Pero hoy no estaba allí.
Mi siguiente parada fue en la huerta. Pero tampoco lo encontré.
Después de una rápida búsqueda por el palacio, comencé a preocuparme de verdad. Era muy raro que pasara tanto tiempo solo. Y mucho más que evitara a NamJoon.
Presa de un pánico atroz, salí del palacio para buscarlo de nuevo por los alrededores.

¿Dónde estaría?

Si fuera Estigio, lo encontraría retozando con alguna sirvienta en sus aposentos. Pero sabía que en el caso de NamJoon eso era imposible.
Y en ese momento lo comprendí.

El mar…

No había vuelto a la playa desde el invierno, pero no se me ocurría ningún otro lugar donde no lo hubiera buscado. Era el único sitio donde podía estar. Susurré una apresurada oración a los dioses para pedirles su ayuda y me encaminé hacia la playa, hacia las rocas donde solía sentarse.
Tampoco estaba allí.
Sin embargo, trepé por ellas y lo vi tumbado de espaldas en la orilla, azotado por las olas que rompían en la arena. Me quedé sin aliento al ver que no se movía.
Estaba empapado de agua y tenía los ojos cerrados.
Aterrada, bajé de las rocas y corrí a su lado. La palidez de su hermoso rostro era evidente aun en la distancia.

—¡NamJoon! —grité con los ojos llenos de lágrimas por culpa del miedo. Creía que estaba muerto.

El alivio me inundó cuando lo vi abrir los ojos. Pero no se movió.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté cuando me arrodillé a su lado.

El agua salada me mancharía el vestido de forma irrecuperable, pero me daba igual. Mi vanidad era lo de menos. Lo importante era mi hermano.
Lo vi cerrar los ojos con fuerza antes de que me contestara tan bajo que apenas pude escucharlo por encima de las olas.

—No me duele tanto si estoy aquí tumbado.

—¿Qué es lo que te duele?

Extendió un brazo para agarrarme de la mano. La suya temblaba tanto que mi miedo se multiplicó por diez.

—Las voces que escucho. Todos los años me pasa lo mismo. Este día. Son insoportables.

—No lo entiendo.

—No paran de decir que es el aniversario de mi nacimiento y que debería volver con ellos. Pero Apolimia me grita que siga escondido, que no los escuche. Cuanto más grita, más lo hacen los demás. Es insoportable. Solo quiero que se callen. Estoy volviéndome loco, ¿verdad?

Apreté su mano con fuerza mientras le apartaba el pelo húmedo de la frente y en ese momento me di cuenta de que no se había afeitado. Tenía barba de un día, cosa que jamás permitía. Mi hermano siempre iba perfectamente limpio y arreglado.

◆☆🏛남준: 최초의 다크 헌터🏛☆◆[𝙰𝚍𝚊𝚙t] →❁𝓝𝓪𝓶𝓙𝓸𝓸𝓷❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora