스물 다섯

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16 de octubre, 9527 a. C. El Tártaro



Hades, el dios griego de la muerte y del Inframundo, estaba en el centro de su salón del trono, mirando con incredulidad al recién llegado que yacía en una de las celdas más recónditas del Tártaro.
Y él no lo había metido allí…

Se miró el artilugio que llevaba en la muñeca y con el que controlaba el paso del tiempo y apretó los dientes. Todavía faltaban tres meses para que su esposa regresara al Inframundo a su lado. Pero la verdad era que necesitaba hablar con ella con urgencia.
No podía esperar.

—¿Perséfone? —dijo con la esperanza de que su madre no estuviera tan cerca de ella como para escucharlo.

A esa vieja zorra le daría un ataque si los pescaba juntos. Aunque eso no sería tan malo… Si el ataque la mataba.
A su lado apareció una imagen de su esposa en la oscuridad.

—¡Cuchicuchi! —susurró Perséfone—. Te echo de menos una barbaridad.

Detestaba los apodos que se le ocurrían a su esposa. Menos mal que solo los utilizaba cuando estaban solos. De lo contrario sería el hazmerreír de los dioses. Claro que a su preciosa mujer se lo perdonaba todo.

—¿Dónde está tu madre?

—Con Zeus. Están supervisando unos campos. ¿Por qué?

Bien. Lo último que le hacía falta era que Deméter volviera y los pillara hablando.
Aunque eso le recordó su «dilema» particular. La furia lo invadió al tiempo que señalaba la pared en la que se veían las celdas donde estaban sus prisioneros.

—Porque estoy harto de solucionar los problemas que crean los demás y ahora mismo me encantaría saber a quién tengo que darle una patada en el culo por la última metedura de pata.

Su esposa se materializó delante de él.

—¿Qué ha pasado?

La agarró de la mano y la condujo a la celda en cuestión. Ellos podían ver a su ocupante, pero no al contrario.
Al menos esa era la teoría. Con ese ser en concreto, era difícil saber lo que podía o no ver.
Señaló al dios de piel azul que estaba acurrucado en el suelo.

—¿Tienes alguna idea de quién ha matado a esta cosa y me la ha mandado?

Con los ojos como platos, Perséfone negó con la cabeza.

—¿Qué es?

—No estoy muy seguro. Creo que es un dios… Atlante… supongo. Pero nunca había visto a uno igual. Llegó hace un rato y no se ha movido desde entonces. Intentaría destruir su alma y mandarlo al olvido para toda la eternidad, pero no creo poseer los poderes necesarios para hacerlo. De hecho, estoy seguro de que si lo intento, solo conseguiré cabrearlo.

Su esposa asintió con la cabeza.

—Bueno, pichurri, mi consejo es que si no puedes vencerlo, te hagas su amigo.

—¿Que me haga su amigo?

Perséfone sonrió a su esposo, que carecía por completo de habilidades sociales. Era alto, musculoso, de pelo y ojos oscuros, y guapísimo, aún cuando estuviera confuso y enfadado.

—Espera un momento.

Abrió la puerta de la celda y se acercó muy despacio al dios desconocido.
Cuanto más se acercaba a él, más entendía la preocupación de Hades. Emanaba tanto poder que el aire crepitaba a su alrededor. Llevaba toda la vida rodeada de dioses, pero ese era diferente. Su piel azulada de aspecto marmóreo resultaba extrañamente atractiva y cubría un cuerpo de proporciones perfectas. Tenía el pelo largo y negro; dos cuernos negros en la frente, los labios negros y garras del mismo color.
Y, además, no era un dios creador. Era un dios de la destrucción suprema.

◆☆🏛남준: 최초의 다크 헌터🏛☆◆[𝙰𝚍𝚊𝚙t] →❁𝓝𝓪𝓶𝓙𝓸𝓸𝓷❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora