열 셋

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25 de noviembre, 9528 a. C..

NamJoon soltó una horrible blasfemia cuando se despertó consumido por el dolor. ¿Por qué no estaba muerto? Claro que ya conocía la respuesta. Mientras su vida estuviera ligada a la de Estigio, nadie se apiadaría de él. Jamás. Abrumado por la desesperación, intentó moverse, pero descubrió que volvía a estar encadenado a la cama.
Gritó, frustrado por la ira, antes de golpearse la cabeza contra el colchón de paja.

Un movimiento a su derecha le llamó la atención y se quedó de piedra al ver a la persona que había en el rincón. Era Ryssa, vestida de púrpura y oro.
Se acercó a él mirándolo con expresión compasiva y culpable, logrando que se le llenaran los ojos de lágrimas.

—Yo no les dije nada —le aseguró—. Estigio se desmayó y padre te encontró. —Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas—. No puedo creer que te hayan hecho esto. Sé que no tocaste a Nefertari. Jamás le harías algo así a otra persona, y no me he cansado de repetírselo. Pero nunca me escuchan… Sé que no te sirve de consuelo, pero Estigio ha roto su compromiso y la ha enviado de vuelta a Egipto. Lo siento, NamJoon. —Apoyó la cabeza sobre la suya y lloró en silencio.

Él se guardó sus lágrimas. No había motivo para llorar. Esa era su vida y, por mucho que lo intentase, nunca mejoraría.
Además, Artemisa lo arreglaría…
La despreocupación de la diosa era tan indignante que le daban ganas de gritar su frustración, su amargura y su furia a los cuatro vientos.

Ryssa le acarició la mejilla.

—¿No quieres hablar conmigo?

—¿Qué quieres que diga, Ryssa? Creo que mis actos hablan por sí solos de forma tan clara que hasta un sordo oiría lo que quiero decir. Pero a mí tampoco me escucha nadie.

Su hermana se tragó las lágrimas al tiempo que le acariciaba el pelo.

—Es tan injusto…

—La vida no tiene por qué ser justa —susurró—. La vida y la justicia van por caminos separados. La vida consiste en aguantar y sufrir todo lo que podamos.

Estaba muy cansado. Pero nadie le permitía dormir.
A través de las paredes les llegó el llanto de Apolodoro.

—Tu hijo te necesita, princesa. Vete con él.

—Mi hermano también me necesita.

Soltó un suspiro cansado.

—No, no te necesito. De verdad, no necesito a nadie.

Ryssa le besó la mejilla.

—Te quiero, NamJoon.

La observó marcharse en silencio. En ese preciso momento el amor no tenía cabida en su interior. Solo era capaz de sentir angustia, desesperación y furia. Giró la cabeza y contempló la venda blanca que tenía en la muñeca. Le habían protegido la herida para impedir que volviera a abrírsela y lograra así su objetivo.
Eso era lo que había conseguido.
Cerró los ojos y pensó en su futuro. Nada cambiaría. Viviría atado y recibiendo palizas… para siempre.

Ventiló la impotencia a gritos y comenzó a debatirse contra las ataduras con todas sus fuerzas. Pero no logró soltarse.
Él nunca lograba nada.
Gritó con más fuerza si cabía y se consoló con el dolor de sus heridas.
Ryssa regresó corriendo a la habitación.
Sin embargo, no le hizo ningún caso y siguió con sus intentos de soltarse de las cadenas que lo retenían.

—¡Ya he tenido bastante y quiero que acabe!

Su hermana lo abrazó. Intentó zafarse de sus brazos, pero no pudo.

◆☆🏛남준: 최초의 다크 헌터🏛☆◆[𝙰𝚍𝚊𝚙t] →❁𝓝𝓪𝓶𝓙𝓸𝓸𝓷❁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora