Capítulo 24. Si hay una chica

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Hoy era un día importante. Muchos empresarios importantes visitarían la  residencia Bloomberg. Por supuesto, habrá una cena, implicando que yo tengo que atender a los invitados. La señora Bloomberg ha estado preparando la celebración desde hace unos días. Quiere que todo sea perfecto. 

Odio mi uniforme. Eso no cambiará. Tomé el ridículo vestido negro corto y el delantal blanco que había a un lado. Después de haberlo planchado, lo tendí sobre la cama de mi cuarto, para que las arrugas que había eliminado no me obligarán a repetir el proceso. Salí hacia la cocina. El gran mesón del centro estaba lleno de bandejas con aperitivos de diferentes sabores que posteriormente debería servir a las visitas. Mi tía se estaba ocupando de la comida de la cena.

— Tía.

Se sobresaltó y botó la fuente de aluminio con las verduras. Apenas el recipiente impactó con las baldosas,  mi tía suspiró y se dispuso a recogerlo sin dirigirme una mirada. Corrí antes de que terminara por agacharse a recoger el desastre. Recogí rápidamente las verduras del suelo, colocandolas rápidamente en el recipiente por si alguien llegaba a la cocina. Mi tía se apoyó en el mesón de granito, pasándose la mano por la frente innumerables veces, negando con la cabeza y culpándose por ser torpe. Cuando terminé de limpiar el accidente, bote las verduras al basurero y dejé el recipiente sobre el mesón. Pose mi mano sobre el hombro de mi tía. La lana de su viejo chaleco hacia cosquillas en mis manos , y mi cercanía con tal textura provocaba que mi nariz no dejará de picar. Pero nada importaba ahora, sólo quería saber porque mi tía estaba tan extraña.

— ¿Qué ocurre? —susurré.

— Nada — puso una mano sobre la mía y dio un apretón para reconfortarme —. Estoy nerviosa, hoy es un día importante.

—Usted no se pone tan nerviosa para estos eventos, su actitud es muy extraña. Siempre hay cosas así en esta casa, no es novedad.

— Lo se, amor, estoy bien no te preocupes.

Asentí, no conforme con su respuesta.

—Voy a creerle sólo por esta vez. —Saqué unas nuevas verduras, arrebate el cuchillo de la mano de mi tía y saqué otro recipiente del mueble —. Pero yo me encargaré de esto. No sería bueno que la cocinera terminara sin un dedo después de esto.

Mi tía río. Hizo lo que me correspondía a mi: limpiar los cubiertos, poner la mesa,  ordenar por última vez la sala. Apenas termine con el tema de las verduras,  mi tía, que estaba más tranquila y el temblor de sus manos ya había desaparecido, le dije que comenzará a cocinar,  y así lo hizo.

Un momento más tarde, mientras yo secaba las cosas que mi tía iba utilizando, la señora Bloomberg entró en la cocina —lo que solo se da para estos eventos —para preguntar lo que siempre cuestiona en estas ocasiones. ¿Cómo va todo?

— ¿Como va todo?

Reprimí una carcajada. Levanté la mirada para encontrarme con la señora Bloomberg totalmente acicalada. Su cabello rubio recogido, unos aretes plateados brillantes colgaban del lóbulo de su oreja,  un vestido amarillo,  ceñido al cuerpo y a la altura de la rodilla destacaba todos sus atributos. Desearía poder estar así a los cuarenta y cinco.

—Muy bien, señora —respondió mi tía con una sonrisa.

—Así me gusta —asintió levemente —.¿Danielle?

—Diga —respondí educadamente.

— Lleva un té verde a mi habitación —dió la vuelta, pero antes agregó —. Agrega unas galletas livianas y. ..casi se me olvidaba, tu castigo esta relevado.

— Muchas gracias.

¿Recuerdan ese estúpido castigo? ¿Ese que me prohibía salir de casa y que decía que Nick no podía visitar la cocina Bloomberg? Bueno, ese es el castigo del que me soltaron. Digamos que aprendí la lección y salí hasta con novio incluido del castigo.

Si esto fuera posibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora