Capítulo X

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– ¿Un restaurante? ¿En serio? ¿Vinimos hasta Veleso por un restaurante? –comente mientras Jade aparcaba justo enfrente de un restorán muy elegante, de allí se retiraban dos parejas que parecían estar muy bien económicamente por cómo iban vestidos, aunque para semejante lugar no me esperaba menos

–Mira, tengo que resolver unos asuntos de trabajo –quito su cinturón y volteo hacia a mí con tranquilidad– Luego te contare porque estamos aquí, pero antes necesito que me prometas que vas a cumplir mis tres reglas

Uy, esto me huele mal

A mí también

–No creo lograrlo, no me gustan las reglas –afirmé– Pero lo intentare ¿cuáles son?

–Uno, por nada del mundo te alejes de mí. Si quieres ir al baño, te aguantas. Dos, no comentes nada acerca de tu vida personal. Tres, al cruzar esa puerta –señalo la entrada al lugar– eres mi prometida, así que ten –saco un mini cofre que portaba un anillo espectacularmente brilloso– Te doy mi palabra, que cuando termine esta cena, responderé tus preguntas o todas las que pueda

Corra de ahí mi niña

Yo accedí a venir, tendré que hacerlo

Sujete el anillo con desconfianza, me dedico una mirada prácticamente de súplica y me lo coloque –Esto te va a salir demasiado caro ¿sabes, no?

–Lo sé... –hizo una pausa, como si estuviera pensando en escoger las palabras adecuadas antes de hablar– Por cierto, te queda de puta madre ese anillo, creo que podría acostumbrarme a verte con el–solté una sonrisa nerviosa, con esas mínimas palabras ya había logrado poner mis pelos de punta. Jade bajo del carro y prosiguió a rodearlo para dirigirse a mí, estiro su mano para ayudarme a bajar, mientras me escaneaba de arriba abajo, soltó – Sin dudas, me he vuelto fan de los vestidos o más bien de como tú los portas

–Oh, ya madura –le di un ligero apretón en el hombro– ¿Vamos o vas a seguir babeando por mí?

–Podría seguir así un rato más... Pero tienes razón, vamos–entrelazo nuestras manos y nos adentramos

Claro que tenía razón, siempre la tengo

Obvio que no

Claro que sí

Déjalo ahí, no pienso discutir con alguien tan terca, taurina tenías que ser

Te recuerdo que tú también lo eres

Buen punto, no va a tener fin esta discusión

Nos acercamos al recepcionista, era un muchacho alto, delgado y con un rostro desganado. Jade le dijo algo a lo que no preste atención, mi mirada se quedó hipnótica detallando cada parte del restorán. Los muebles eran de cristales, menos mal que no trabaja ahí porque algo se me hubiera roto de seguro. El lugar estaba recubierto a sus costados por ventanales enormes que daban al pueblo de Veleso, la barra estaba plagada de personas que seguro respiraban y ya gastaban cinco mil euros. Jade volvió hacia a mí, y sujetándome de la cintura me guio hacia el fondo, un señor muy musculoso y con cara amargada pido nuestros nombres, y el pelinegro contesto con "somos los Rousseau"

¿Eh?

¿Su apellido no era Fischer?

Prometió responderte todo, no seas impaciente

Todo lo que pudiera, dijo

Sé positiva y cambia esa cara de pánico, sonríe y se la mejor prometida que puedas

Il falso colore delle roseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora