Capítulo XXXV

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Jade Fischer

—¡Desacelera! ¡Desacelera! –Me aferre con fuerza al asiento– ¡Margot, vas a matarnos! –Grité–

—¡Para, ya! Me haces dolor el vientre de la risa –dijo sujetándoselo

—¡¿Qué haces?! No suelte el volante, Dame Blanche –estire mi brazo agarrándolo

—Ya está, deja de exagerar

Sus manos se colocaron nuevamente sobre él, su vista se mantuvo al frente, determinando cada cosa que pasaba a su alrededor. Yo por otro lado, pude volver a respirar nuevamente. No sé en qué momento se me ocurrió que sería una buena idea enseñarle a conducir y sobre todo, en que estaba pensado cuando accedí a presentarle mi carro para eso. Aunque claro, no teníamos más opciones. El otro carro que restaba en la casa, era el de Marco y Margot no tenía ni posibilidades de respirar cerca de ese móvil, mejor dicho, ninguno tenía posibilidades. Y al faltar el de Millan y el de Oliver en el taller, la única opción era el mío, no quedaba más remedio que sacrificar a mi pobre bebe.

—Lo estoy haciendo bien, ¿no? –Me sonrió– ¿Ah que si?

—Hoy por lo menos no has subido a la acera –hice referencia al incidente de ayer

—¿Eso es un sí? –dijo con ilusión

—Sí, mi amor –puse los ojos en blanco

—¡Aw! Me has dicho mi amor, quien lo diría –comenzó a reír– Logré descongelar tu corazón

Si tan solo supiera, que ya lo ha hecho hace rato eso.

—Fue sarcasmo, Dame Blanche –mentí– Mantén la vista al frente

—Como digas, mi amor –lanzo nuevamente una carcajada

Definitivamente no tenía remedio con ella

—Pon primera, vas a subir la pendiente

—Es con segunda

—No tiene la fuerza suficiente el carro en segunda, pon primera –bramé

—¿Estás seguro? –cuestiono

—Conduzco hace años, haz lo que he dicho

Asintió con fastidio y yo sonreí con satisfacción.

Lo estaba haciendo bien, estábamos subiendo con tranquilidad. Nos encontrábamos en una pequeña pendiente, alejada de la ciudad. Hoy es el segundo día que sus clases de manejo, lo hace bien pero tiene poca paciencia y eso que estamos absolutamente solos. A Margot le gusta ir rápido, sentir adrenalina cuando el viento roza su rostro haciendo que su cabello se despeine. Pero no puede hacerlo así siempre, lo último que necesitamos es que vaya a la cárcel. Necesitábamos que aprendiera a conducir para un momento específico, para el día final. El cuál sería la próxima semana. Cada vez nos faltaba menos tiempo, por lo cual las cosas por casa estaban cada vez más tensa.

El tiempo se vuelve limitado, por lo cual, solo contamos con cuatro días para que Margot aprenda a conducir. Debe volverse la mejor esgrimista que se haya visto, todo lo que debe hacer la próxima semana debe ser perfecto, su actuación, su simpatía, su competición, todo.

Cada hora, minuto y segundo va dejando su cadáver en el tiempo, siendo recordatorio de que mi lapso aquí se agota, de que cada vez tengo menos momentos con ella. Por eso, estoy aprovechando cada instante cerca suyo.

Otra vez mi mente entra en conflicto, se debate entre hacer lo correcto o lo que verdaderamente siento. Siempre uno coloca por delante la primera opción, pero ¿qué tan sano es eso? Hacer lo perjudicial para uno mismo, ¿está bien? Opino que no, pero tampoco está bien hacerlo para el otro. Justo por eso, es que uno siempre termina sacrificándose.

Il falso colore delle roseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora