Jade Fischer
Froté mis ojos al subirme al carro, todavía no había amanecido por completo. Necesitaba salir temprano, para que nadie me viera o más bien para que una personita de tamaño diminuto no me viera. Aunque si me encontrara no tendría por qué darle ninguna explicación, pero conociéndome bien se la terminaría dando. Desde que me monté al carro, no hubo un solo momento en el que dejara de bostezar. Claramente, mi "prometida" no dejo de merodear por mi cabeza ni un solo minuto toda la noche. Después de aquella conversación, llegué a la conclusión de que siente un gran aprecio por Nadim, más del que me gustaría. Aunque esa no es de mis mayores preocupaciones, cuando sepa realmente quien es, se le borrara el brillo innato que mantienen sus ojos dorados hacia él.
Por fin pude observar, el enorme cartel del pueblo al que me estaba adentrando, "Bienvenidos a Veleso". Seguí conduciendo durante varios minutos más. Detuve el carro frente a la gran mansión de mi nuevo socio, Alonzo Matteucci. Su mansión era bastante lujosa pero nada fuera de lo común, a ésta la rodeaba un hermoso jardín con el césped bien podado, en el centro de este se hallaba una gigantesca piscina, detrás de ella se encuentran dos largas escaleras que conducen a los distintos balcones de las derivadas habitaciones, en la división que separa a las escaleras se hallan dos columnas inmensas, dando acceso a la entrada principal, a sus lados habían enormes ventanales que recubrían el resto de la mansión.
En la entrada me recibió una señora que aparentaba menos años de los que debía tener, su ama de llaves anunció por uno de los intercomunicadores de la mansión mí llegada y me guío hasta el despacho de Alonzo. Él estaba revisando algo en su ordenador, tenía una mano allí y otra sosteniendo su vaso de whisky, no me sorprendió verlo a estas horas de la mañana bebiendo, había trabajado con demasiadas personas que les apasionaba beber a cualquier hora, eran realmente desagradables.
—¡Oh signor Rousseau!, che piacere rivederti, come sta la sua fidanzata? –Le fruncí el ceño, no tenía noción de lo que había dicho, él lo noto y prosiguió– Discúlpame, a veces me olvido el detalle de que no habla italiano. Le decía que me agrada volver a verlo, ¿cómo se encuentra su prometida?
Deambulando por mi cabeza, se encuentra
—Para mí también es un gusto volver a verlo, Alonzo. Margot se encuentra en una reunión, me encomendó estrechamente que la supiera disculpar por no haber venido, pero que en otra ocasión asistirá–lo note demasiado contento ante la mención de mi "prometida", espero que no la vuelva a tener, porque si no romperé algo más que mis contratos con él
—Me alegra oír eso, –extendió su mano para darnos un apretón– Bueno... vamos a lo que nos compete, sígame por aquí –marco el camino
Al salir de su despacho, nos encaminamos por un enorme pasillo decorado con cuadros inmensos y fotografías de los que supuse que eran familiares de Alonzo. Llegamos a la abertura de uno de los tantos ventanales, dejamos atrás la mansión atravesando el gigantesco jardín que se encontraba en la parte trasera de la misma. Nos acercamos hasta la bodega que había por detrás de la mansión, Matteucci inserto la clave para ingresar, además de su huella digital.
La bodega era bastante más grande de lo que me imagine, de igual forma no se acercaba en nada a lo que había sido su bodega en Alemania, Matteucci mantenía sus negocios por todo el mundo. Recorrimos sus pasillos llenos de barriles con distintos tipos de vino, mientras mi asociado comentaba acerca de las reformas que quería realizarle. Las reformas no eran complejas, pero si nos iban a llevar bastante tiempo, justo lo que necesitamos, tiempo.
—¿Qué le pareció la bodega, señor Rousseau? –Menciono tras volver hacia su despacho– Sé que es pequeño, en comparación a los que tengo desplegados por el mundo
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Il falso colore delle rose
Dla nastolatkówTodos idealizan a la vida como un color de rosas, pero ¿es realmente verdadero lo que sucede dentro de esa burbuja imaginaria?, por defecto no tengo una respuesta exacta para eso. Sin embargo, lo que si puedo afirmar es que a veces uno mismo elige a...