La luz solar de la mañana, penetraba mis parpados produciéndome una jaqueca horrible. Eleve con fastidio mi frazada, pero ya era tarde, el sol había logrado despertarme. Odiaba despertarme sin razón, una vez que me despabilaba se me hacía difícil conciliar el sueño de nuevo. Con todo el malhumor que podía acumularse en una persona de mi tamaño, quite mis mantas, me coloque una sudadera y me encamine hacia las escaleras. Con cada escalón que bajaba, podía notar que no había nadie en la casa o que todos habían muerto, aunque la segunda opción no me importo demasiado, cuando tengo sueño todo me vale verga.
Me prepare un café cargado, necesitaba algo sumamente potente para quitarme la resaca espantosa que tenía, debí hacerle caso a ese bozzolo pesado y tomar solo un vaso de cerveza, pero sin él controlando y Nadim que no paraba de abrir cervezas, se me hizo inevitable. Donatella nos había quitado los vasos, para reemplazarlos por copas de champagne, claramente esos ragazzi tenían un hígado de oro. En la cocina había demasiada luz, esa cosa radiante estaba perforando mi cerebro, así que me fui con mi hermoso café para la sala, a un lado del interruptor de luz estaba el control de las persianas, las cuales se encontraban irritantemente subidas. Las baje de inmediato e hice que las cortinas también se cerraran, obstaculizando la mayor cantidad de luz posible.
––¡HEY! ¡Estoy trabajando! –di un respingo al escuchar la voz de Marco, el respaldado del sillón era demasiado alto como para haberlo visto, su pelo era demasiado oscuro para distinguirlo del sofá
––Oh, disculpa –levante ligeramente una de las persianas, permitiendo que ingrese apenas unos rayos de luz– ¿Punto intermedio, no?
––Como sea, es tu casa –bufó
––Desde hace un tiempo que esta casa es de ustedes también, oye... ¿te encuentras bien? Te noto un poco tenso –me senté a un lado de él, se notaba que estaba frustrado y exhausto, sus ojeras llegaban casi hasta su barbilla, sus ojos rojos y a su alrededor tenía cuatro tazas de café, si no tuviera un dolor espantoso de cabeza lo hubiera regañado por el chiquero que era esa mesa ratona
––Elemental, mi querido Watson –dijo, dedicándome una mirada cansada
––En otra circunstancia, donde no estuviera muriendo de jaqueca, te hubiera atacado, pero ni fuerzas para eso tengo
––Se te ve, ¿Cuánto bebiste anoche?
––Fue tanto, que ni me acuerdo
––Es difícil seguirle el ritmo a esos cabrones, por eso prefiero no salir. Me sorprende que Jade no les haya dicho algo al respecto, suele salir con eso del entrenamiento y esas estupideces –comenzó a cerrar unas cuantas pestañas abiertas en su ordenador, que ni alcance a ver de qué se trataban
––Lo hizo, pero...
––Les valió verga –termino la frase por mi
––Exacto
Luego de tener mi más larga conversación con Marco, los dos nos mantuvimos en silencio, por suerte no era incómodo. Lo único que se escuchaban eran las teclas de su ordenador, las cuales presionaba a toda velocidad. Deje mi taza de café a un lado de las de Marco, el cual me aseguro que luego las recogería.
Cuando logre recuperar un poco más de fuerzas, subí al cuarto de baño, necesitaba una ducha fría para terminar de despabilarme. Tarde más de lo normal, los martes no asistía a la Universidad, así que no tenía de que preocuparme, no llegaría tarde a ningún sitio. Esa fue una de las razones por las que accedí a ir un bar, un día de semana. Tenía pereza de vestirme, en realidad tenía pereza de absolutamente todo, hace tanto tiempo que no sufría de resaca. Con mi bata de delfines me fui directo al sofá, que se encontraba en una de las esquinas de mi habitación, sobre el mismo está mi manta haciendo conjunto con la bata y el libro que estaba leyendo últimamente, La excusa perfecta.

ESTÁS LEYENDO
Il falso colore delle rose
Teen FictionTodos idealizan a la vida como un color de rosas, pero ¿es realmente verdadero lo que sucede dentro de esa burbuja imaginaria?, por defecto no tengo una respuesta exacta para eso. Sin embargo, lo que si puedo afirmar es que a veces uno mismo elige a...