Margot LeBlanc
—A 200 metros gire a la izquierda–menciono la española del gps
Estábamos a unos veinte minutos de la mansión. Ya habíamos entrado a Veleso. Oliver conducía mientras que a su lado, Nadim repasaba por milésima vez los planos. No queremos fallos, es una misión importante. Todos nos encontrábamos nerviosos, atentos a cada detalle que pudiera ocurrir.
El plan era sencillo de memorizarlo, no había demasiadas complicaciones en él. Sin embargo, requería demasiada destreza física, una que estuve desarrollando por mucho tiempo.
Debíamos aparcar una cuadra antes de llegar, yo iría de carnada a distraer a los guardias. Inventaría que estaba perdida, y los muchachos irían por detrás a inyectarles el sedante que nos preparó Lizandro, el cual no solo los dormiría por 45 minutos, sino que también borraría cualquier rastro de memoria de las dos últimas horas. Lo siguiente sería hackear el sistema, eso estaría en manos de Marco. Luego debía colgarme de un arnés y escalar un muro de aproximadamente 18 metros, lo habitual. No podía olvidarme de colocar el micrófono y la cámara, debíamos recaudar evidencias.
—¿Lista? –volteo Oliver a verme luego de apagar el carro
—Siempre –afirmé y salí
Me encamine por la calle residencial en la que yacía la mansión. Allí estaban ambos guardias, custodiando la puerta trasera. Jamás los había visto y de ser así los recordaría, soy buena recordando rostros. Ambos estaban rapados y uniformados. Se los veía demasiado robustos y de mal carácter.
Me quite la chaqueta y deje a un lado la ballesta, a cargo de Nadim. Temblando exageradamente para que creyeran mi actuación, me acerqué a ellos.
—Di-disculpe señor, –llame su atención– ¿M-me puede de-decir donde está la estación de tren que me lleva a Zelbio? –mis dientes comenzaron chocarse entre sí, ya no era actuación, estaba congelándome
Nos encontramos en principios de Noviembre, el invierno se pronuncia en abundancia.
—¿Señorita que hace saliendo así? ¿Usted acaso quiere morir de hipotermia? –Cuestiono su compañero
—Me lo han arrebatado –froté mis brazos en busca de calor
Se miraron entre ellos y uno entro en busca de abrigo mientras yo les daba mis gracias. El grandulón que se quedó conmigo, me observaba despectivamente, desconfiaba de mí claramente y yo mantuve mi actuación hasta el final.
Oliver al ser el más alto, lo atrapó por el cuello, por detrás. Aplicándole una llave, saqué velozmente la jeringa de mi pantalón y se la aplique dejándolo a un lado, Nadim aprovecho la distracción del compañero, que regresaba con el abrigo, y aplicamos la misma táctica.
—Al final, eran más blanditos de lo que aparenta –rió Oliver al apoyar a los dos hombres en el suelo
—Vamos, sin distracciones –les quite mi abrigo y coloque nuevamente la ballesta a mi espalda– Marco –lo llame por el intercomunicador– la puerta y las cámaras, ahora
Si bien la puerta ya estaba abierta, necesitábamos tener conocimiento de la clave para luego salir.
—023052011 y para que las cámaras no los capten tienen...
—97 segundos, lo sé –repetí– Exactamente 48.5 segundos para entrar deprisa y lo mismo para salir
Teníamos esos segundo con exactitud para cruzar hasta la fuente, allí las cámaras dejaban de captar. Un dato curiosamente necesario que me había dicho Romeo aquella noche, sabíamos que no podíamos confiar, pero tampoco teníamos opción. De igual forma, cubrimos nuestros rostros y colocamos la clave.
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Il falso colore delle rose
Teen FictionTodos idealizan a la vida como un color de rosas, pero ¿es realmente verdadero lo que sucede dentro de esa burbuja imaginaria?, por defecto no tengo una respuesta exacta para eso. Sin embargo, lo que si puedo afirmar es que a veces uno mismo elige a...