Capítulo XXXVII

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Jade Fischer

El reloj está en marcha, los minutos pasan...

Tic...

Tac...

Tic...

Tac...

Diecinueve horas...

Ese es todo el tiempo que nos queda aquí, ya mañana todo terminará. Volveremos a casa o a lo que llamábamos casa, porque hace tiempo que mi verdadero hogar se transformó aquí en Bellagio, al lado de la mujer que amo.

Las maletas ya han sido enviadas al departamento, Hans se encargara de llevarlas al aeropuerto. A diferencia de la mía, la de Liz estaba muy llena. Pero era de esperarse, porque la mitad de mi ropero se encontraba en la habitación de Margot. Le he dejado camisas, chaquetas incluso hasta algunos pantalones holgados, que por alguna extraña razón, le fascinan. Quería que tuviera un recuerdo mío, aunque conociéndola, no tardaría mucho en quemar todo aquello que le recuerde a mí.

Cada uno de los chicos también recibirá una carta, todos sabrán el porqué de mi decisión y cuando lo deseen, me encontraran, sé que lo harán. Sera así, porque yo lo querré de esa forma. Cuando sienta que haya pasado el tiempo correspondido, volveremos a encontrarnos, todos nuevamente.

—¡Hey, renacuajo! –Llamo Donatella– ¿Qué haces aun aquí? Los chicos ya han acabado de... ¿estuviste llorando?

—¿Eh?, no. No digas mamadas, quieres

—Jade...

—Sabes perfectamente que yo, no lloro –Intente ocultar lo que claramente había sucedido

—Tienes los ojos rojos y húmedos–bramó

—Acabo de bostezar, por eso –no pareció conformarse– En serio, Dona, no te preocupes

—Perfecto, no me quieres decir a mí, se lo dirás a ella –prosiguió a correr y gritar su nombro– ¡Mar...

La atrapé callando su grito

—Está bien, entra ahí –señale mi habitación y voltee a cerrar la puerta– Si estuve llorando, ¿feliz?

—Wow, esto si es muy fuerte. ¿Se puede saber por qué?

—No

—Bien, Ma...

—Cállate de una vez, realmente no quiero hablar de eso, respétalo –podría mentirle, pero jamás me creería así que ni lo intente– No es nada grave, simplemente no quiero hablarlo, por favor

—Lo entiendo, pero tenme en cuenta con cualquier cosa que te esté ocurriendo –extendió su mano a la mía– Sabes que me tienes para todo lo que necesites, nunca lo olvides

—Lo se

Me acerque hacia ella y la abrace con fuerza. Estaba despidiéndome, aunque ella no lo supiera. Dona ha sido parte de mi vida por demasiados años, era una hermana para mí. Para todos. Siempre ha estado pendiente de nuestro bienestar, tanto físicamente como sentimentalmente. Ha sanado cada corazón roto de nuestro grupo, así como nosotros lo hemos hecho con ella. Somos más que un equipo, somos una hermandad. Una que espero que no se acabe.

—Vamos, hay que continuar con los preparativos –comenté

Ambos bajamos y nos dirigimos directo a los carros, primero salieron Liz, Dona y Marco. Nadim y Oliver aguardaron en la casa, por la tarde se juntarían con los actores y actrices, para ultimar detalles y dar la última repasada del plan. Por otro lado, nos dirigimos con Margot a la mansión de los Matteucci, detrás del carro de Marco.

Il falso colore delle roseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora