Capítulo XXIII

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Hazlo, tráelos

Esa fue mi respuesta.

Oliver no dudo, los llamo de prisa.

Todos bajaron, estuvieron todo este tiempo dentro.

Sus rostros estaban pálidos, como un muerto luego de unas cuantas horas. Ninguno soltó ni una palabra, se mantuvieron fríos y distantes. El primero en romper el silencio fue Oliver, el cual demostró con su confusión mediante el rostro, que no tenía ni idea de lo que les ocurría. Me alegraba saber, que no era la única que no entendía.

Todos se sentaron en la larga mesa de cristal, en silencio. Pero claro, alguien en espacial, debía ser el distinto. Jade se sentó a mi lado y presionando mi mano, se reclino hacia mi oído y susurro

—Procura no alterarte, será lo mejor

Me zafé de su agarre de un tirón y le grite

—¡Pues, ya me alteré! –me incline sobre Oliver y reiteré mi pregunta– ¿Dónde está Millan?

Menos mal que te advirtió que no te alteraras

Todos cruzaron miras, pero ninguno soltó ni una sola palabra.

—Oliver.

Alzó su mirada, pero no específicamente a mí, sino a Nadim quien agachó la cabeza.

—¿Dónde? –exigió el ruloso

—No lo sabemos, creímos que estaría aquí, pero al llegar no había nadie –contento Donatella– Su rastro indicaba que se dirigía hacia aquí, pero lo perdímos, más bien lo desactivaron

—¿Qué desactivaron? –pregunto confundida

—Su chip

—¿Su chip? ¿Qué chip? ¡¿Pero, de qué diablos hablan?! –me levante de prisa del sofá y me dirigí a buscar mi patineta, hubiera usado el carro de mis padres, pero lamentablemente aun no tengo la licencia

Jade se aproximó hacia mí, estando ambos dentro del jardín, cerró el ventanal para que no pudieran oírnos. Sujetó con delicadeza mi mano, antes de que esta llegara a coger la patineta.

—¡Suéltame! –tajé

—Antes, dime a donde irás –ordenó

—Antes, ¡dime tú de que chip hablaban! –exigí

—Por la seguridad de Millan, le colocamos un chip, todos lo tenemos. Pero no es momento de hablar de eso, dime a donde irás–reiteró su pregunta

—¿Un rastreador? Agh, cada vez los detesto más. –proteste– Iré a buscar a mi mejor amigo, tal vez tuvo algún accidente por ahí –lleve mi móvil al oído– ¡Joder! No contesta –tire de mi mano con fuerza para soltarme y recogí la patineta– ¿Tienes tu móvil encima? –Él asintió– Bien, llama a todos los hospitales cercanos, dile al resto que se encarguen de las comisarías y cualquier centro de salud de la zona

Bajó su mirada al suelo y se mantuvo inmóvil, como si estuviera procesando información

—¡Muévete! –Grité– ¡Ahora!

Al notar que no obtendría respuesta, pasé furiosa por su lado para ingresar nuevamente a la casa y comentarle a los demás como proseguiremos

—Dame Blan...

—No, no me vengas con tus mamadas de "Dame Blanche, escúchame" –dije firme frente a él– El que va a oírme ahora, eres tú. Iremos a recorrer cada sit...

Il falso colore delle roseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora