Capítulo XXX

3 2 0
                                    

Margot LeBlanc

Respire hondo y coloque la diadema sobre mi cabello. Mi mirada recaía sobre mí, me estaba observando a través del espejo. Me generaba tristeza observarme, porque sabía que lo que estaba ahí, no era real. En el espejo se reflejaba una persona feliz, con una sonrisa, vestida de blanco para demostrar que tenía un alma pura. Pero no era así, era todo actuación. Estaba rota, sin Millan conmigo he cometido atrocidades, cosas de las que quisiera decir que me arrepiento, pero no es así. No lo hago, porque no siento nada. Sin él, siento un vacío interno inaguantable. Todos han intentado que disfrutara, que siguiera mi vida con normalidad, pero no puedo. No sin él.

Todo esto es por Millan, no lo olives

Recuerda mi conciencia una y otra vez.

Mientras terminaba de colocarme el blazer repetía consecutivamente esa frase. Eso me dio fuerzas para asistir hoy. Alonzo Matteucci, nos había invitado a su mansión. Quise resistirme, sin embargo, si era realmente él quien tenía a mi mejor amigo, crearía mi mejor versión para impresionarlo y luego, cuando el tiempo lo indique, devastarlo.

—¡Avemaría! –Soltó Jade al montarme al carro– Que elegancia, francesita

Una arcada invadió mi garganta

—¡Agh! No vuelvas a llamarme así –el recuerdo de quien me llamaba así, me generaba desprecio– Ese apodo lo utilizaba Gina conmigo y como sabes nuestra relación no es la mejor

–Entiendo... –asintió– ¿Y yo? ¿Qué tal estoy?

Perfecto, como siempre

—Bien... estas bien

—¿Solo eso me dirás? –Se adentró en la carretera– Fresca, sé que estoy guapo

—Y si lo sabes, ¿para qué preguntas? –bramé

—Porque a veces es agradable oír algo lindo de tu boca –puse los ojos en blanco– No me mires así, yo estoy haciendo un esfuerzo para que nuestra relación mejore cada vez más, pero pues... tu tampoco me la haces fácil

—¿Por qué insistes tanto en que esto funcione? –nos señalé

—¿Qué no es obvio?

—Jade... yo...

—Me gustas, Margot –detuvo el coche en el semáforo y me miró, baje la mirada casi que por inercia– Y por más que intente ocultarlo o bórralo, no puedo. Lo he intentado con todas mis fuerzas, incluso trate de odiarte, pero es imposible. Cada cosa de ti, que te compone me gusta y está mal, muy mal.

—¿Por qué crees eso? ¿Por qué supones que amarte me hará mal? –ladee mi cabeza para mirarlo a los ojos

—Porque amarme sería destruirte y no puedo permitirme eso –confesó con sinceridad, volviendo su vista al frente

—Quisiera tomar ese riesgo, porque ocultar lo que siento, ya no puedo –reconocí– Quiero estar contigo –admití– de igual manera, no creo que sea nuestro momento

—¿Y eso por qué?

—Jade... yo no puedo quererte –trague grueso– Apenas puedo querer a mí misma, imagínate amar a otra persona. Además con Millan desaparecido, debo enfocarme únicamente en encontrarlo –bajé la mirada– Lo siento...

—No debes disculparte –acaricio mi mejilla, mientras que su otra mano sostenía el volante– Solo dime una cosa y prometo no insistir más... –asentí– Si tu mejor amigo estuviera aquí, ¿estarías conmigo?

—No... no lo sé –titubee– No es únicamente por él, ya te he dicho... no puedo amar a alguien si ni siquiera se amarme a mí misma –mi vista ya estaba nublada, en cualquier momento lloraría– Estoy rota, Jade... ¿sabes lo que es despertar y que tu primer pensamiento sea: no puedo más? Porque así es como me siento cada mañana

Il falso colore delle roseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora