Margot LeBlanc
Siendo las cinco de la tarde en punto, me adentre a mi última clase, anatomía. Hace ya varias clases que nos venimos dedicando al sistema nervioso, es decir, al cerebro en síntesis. Antes de elegir la medicina, pensé durante mucho tiempo cual sería mi especialidad. Al principio pensé en pediatría quirúrgica, pero ver morir niños no es algo que me hiciera mucha gracia, eso no significa que con adultos me hagas sentir mejor, al contrario, pero antes que ver pequeños que no tuvieron tiempo de desarrollar su corta vida, me derrumbaría. Finalmente, escogí la neurocirugía. De igual manera, aún me quedan unos seis años por delante, antes de escoger mi especialidad oficialmente. Pero ya es una decisión tomada, la sensación de querer interiorizarme dentro de una parte de nuestro cuerpo, el cual es el encargado de manejarlo absolutamente todo, es maravilloso. Es asombroso como una pequeña célula, mejor dicho como una neurona se encarga de transmitir señales al cerebro y el resto del cuerpo, controlando la capacidad de movernos, respirar, ver, pensar y muchas cosas más. Realmente no me arrepiento de escoger esta especialidad.
La clase de hoy sería en el laboratorio, por lo cual aplicaríamos toda la teoría que teníamos del sistema nervioso, hasta el momento. Desinfecte bien mis manos, pasando un pequeño cepillo por debajo de mis uñas, antes de aplicarme los guantes y anudar correctamente mi bata. Me coloqué a un lado de Tatiana, ambas nos dedicamos una mirada cómplice y comenzamos.
Frente a nosotras, sobre una plaqueta yacía un cerebro de animal. Lo debíamos cortar de manera adecuada, para no dañar ningún tejido y poder examinarlo a la perfección.
Acomodándome en mi asiento, estire mi mano hacia ella y pronuncié
—Bisturí 10
Ella lo coloca sobre mi mano y se acerca aún más cerca para poder apreciar cómo se iba abriendo, admirando cada parte del cerebro. Debería decir que el tajo lo hice yo, por algún motivo en especial, pero la realidad es que simplemente lo hice por la suerte que obtuve dado a la moneda que lanzamos antes de desinfectarnos.
—Es asombroso –dice con admiración
—Realmente lo es –afirmo
—Buen trabajo, señorita Cottlin –expresa el profesor Parisi, quien está parado frente a nosotras
Mis ojos le lanzaron una mirada asesina, él sabe que fui yo quien abrió ese cerebro, pero su orgullo no le permitiría felicitarme. Desde el primer día que llegue tarde a su clase, por quedarme dormida, desde aquel momento que se las ha empeñado en fastidiarme. Intento no darle importancia, después de todo termina aprobándome, pero sus clases me generan un espantoso dolor de cabeza. Si no fuera por su enojo hacia mí, sería mi clase favorita. Verdaderamente, amo anatomía, pero él me produce rechazó cada clase.
—Yo no hecho más que alcanzarle el bisturí, quien hizo esa obra de arte fue Margot, ciertamente tiene un talento innato –ella me sonríe
Le he devuelto la sonrisa y mantengo mi vista al profesor, esperando que algo de positividad salga de su boca, pero lo único que consigo es una mirada fría y un comentario desafiante
—Vamos a ver si también tiene talento sobre la teoría, dígame LeBlanch, ¿Dónde se encuentra el tálamo? –casi me rio ante esa pregunta, si quería desafiarme tendría que haber comenzado por algo más difícil
—Se encuentra en lo más profundo del encéfalo, más bien, justo aquí –señalo un área específica del órgano– por encima del tallo encefálico y cerca de los ganglios basales
—¿Cuál es su función? –desafía nuevamente
—Procesar las señales sensoriales mediante su trayecto hacia la corteza cerebral. Además, recibe señales de la corteza. Son señales aptas de modificar su propia actividad, haciendo variar la intensidad y por si fuera poco, también determina en cuál estímulo sensorial enfocar la atención. –respondo con firmeza, sin dudar un solo momento
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Il falso colore delle rose
Teen FictionTodos idealizan a la vida como un color de rosas, pero ¿es realmente verdadero lo que sucede dentro de esa burbuja imaginaria?, por defecto no tengo una respuesta exacta para eso. Sin embargo, lo que si puedo afirmar es que a veces uno mismo elige a...