Capítulo 14 - El beneficio de la duda.

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Nuestras dudas son traidores y nos hacen perder el bien que a menudo podríamos ganar por temor intentarlo.

William Shakespeare.

Desperté de un sobre salto esparciendo el agua de la bañera por el suelo, respiraba descontroladamente, estaba desconcertada ¿Todo había sido un sueño? Se sintió tan real, traté de tranquilizarme, salí de la tina, me estremecí al sentir el frío proveniente del suelo que se estrelló con las plantas de mis pies haciendo que me quejara un poco, tomé la toalla y la envolví alrededor de mi cuerpo, me encamine a la habitación con pánico, a pesar de que había sido un sueño aún lo sentía muy real, incluso llegué a pensar que podía ser una advertencia, con precaución asomé mi cabeza a la habitación antes de formalizar el paso hacía allá, suspirando aliviada al ver que todo estaba como lo había dejado me adentre en ella, al instante percibí el ruido de la puerta de la entrada cerrándose y seguido el grito de Alex anunciando su llegada, sonreí reconfortante, abrí la puerta de la habitación y anuncié que me encontraba arriba, enseguida me dirige al closet y me dispuse a ponerme algo de ropa.

...

— ¿A dónde vas? — El tono de voz de Alex era intrigado, me miraba desde el sofá, pero luego volvió la vista al TV para seguir prestando atención a la película, se veía la trilogía de Maze Runner, creo que ya iba por la segunda.

— Me iré a encontrar con un viejo amigo. — Esboce una sonrisa a medias, pensando en lo que le diría Daniel cuando lo tuviera de frente. Alex simplemente asintió sonriente. — Disfruta, no vayas a regresar tan tarde, quiero acurrucarme junto a ti para dormir. — Su tono se torno tierno y un poco infantil. Sonreí asintiendo con la cabeza expresando que estaba de acuerdo, tomé las llaves del auto y salí de la casa.

Unos minutos antes le había escrito a Val que me enviara la ubicación del restaurante donde lo vio por primera vez, ya la tenía puesta en el celular, me encontraba encaminada al lugar y decidida a escucharlo.

No había hablado con Daniel, era obvio pues no tenía como comunicarme con él, así que mi plan era llegar de imprevisto y simplemente confiar en que estuviera ahí y esperar que todo no se fuera en vano. Después de unos minutos en el auto llegué al lugar donde suponía que trabaja Daniel, no era seguro, mi idea podía fallar, habían muchas variables al aire, estacione junto al restaurante, tenían parqueadero privado, bajé del auto asegurándolo mientras me acercaba al restaurante. A simple vista no vi a Daniel, entré al lugar con esperanzas de encontrarlo, por suerte así fue, vestía el uniforme con elegancia, un mandil negro, por debajo unos vaqueros negros, una chemise blanca y llevaba unas botas negras. Se hallaba limpiando un par de mesas que habían desocupado, me detuve frente a la puerta pensando si había sido una buena idea, estaba estática, los nervios comenzaron a invadir mi cuerpo haciendo que mi corazón comenzara a latir desenfrenadamente, comencé a transpirar, me di vuelta para retirarme sin que me viera, no estaba lista, me sentía avergonzada, pero fue tarde cuando escuché mi nombre provenir a mis espaldas.

— ¿Ángela? — Me paralice por completo al escucharlo decir mi nombre. Me giré en mis talones para mirarlo fijamente.

— Hey. — Sonreí nerviosa de boca cerrada alzando una mano en saludo y me acerqué a donde se encontraba de pie, Dabiel sostenía el paño de limpiar con ambas manos, mirándome sorprendido. Me detuve cuando estuve frente a él. Mis piernas temblaban y mi corazón palpitaba tan fuerte que podía incluso escucharlo.

— Cuánto tiempo. — Sonrió iluminando su rostro. — Es lindo verte, yo... — Hizo una pausa intentando procesar todo. — No pensé que fuera a volver a verte, me alegra haberte encontrado. — Su personalidad seguía siendo la misma de siempre, no había cambiado en nada, se podía notar en sus expresiones que en verdad estaba feliz de verme.

Cuando los Caminos se Juntan. © (Segundo libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora