Capítulo 30 - Inesperado.

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Siento que la vida me ha jugado sucio desde que tengo uso de razón, no me ha permitido ser feliz, y en los pocos ratos que lo soy no pasan minutos cuando algo malo se estrella en mi cara haciéndome caer, es como si el universo me dijera "hey, la vida es una mierda, no mereces que te pase algo bueno, así que bájate de esa nube", y me desplomo sin paracaídas a un vacío sin fin, cayendo sin parar, adentrándome más en la oscuridad.

Desde lo de Lucas comencé a tener problemas de confianza, no sólo con otras personas, sino también conmigo misma, me encerré en una burbuja durante un año, hasta que llegó alguién que logró atravesarla sin hacerme daño y ese fue Alex, gracias a él logré avanzar en mi vida, me fue fácil confiar en él, algo que me impactó ya que para mi era imposible volver a confiar, él me hizo sentir de nuevo, me hizo creer, me ayudo a soñar en grande y llevar a cabo cada uno de mis ideales, tenía suerte de haberlo encontrado, lamentablemente no lo supe valorar como era debido.

...

Desde que Alex se marchó ese día no hablamos más, de vez en cuando le escribía a Ben para asegurarme que estuviera bien, al final se enteró de lo que pasó, él era un gran chico, desde que conozco a Alex él siempre ha estado a su lado, gracias a él sabía que runner se encontraba bien, deprimido, pero de salud estaba perfecto, me alegraba por una parte, pero por la otra me entristecia, ya han pasado dos meses y sigo esperando su respuesta sobre que pasará con nosotros, pero no recibía nada, sé que necesitaba tiempo para pensar y despejar su mente, pero.

¿Dos meses? Ya estábamos en Septiembre y nada.

Eso estaba matándome, no sabría si terminaríamos de una vez por todas o tendría el enorme corazón de perdonarme y volveríamos, mi hermano ya me dirigía la palabra, pero seguía procesandolo, y hemos avanzado, las primeras semanas no me hablaba, pero poco a poco ha ido sediendo, por más que no lo quiera soy su hermanita, se que me perdonará con el pasar de los días, de igual manera lo único que le queda es apoyarme y así poder seguir adelante, familia es familia ¿No?

Antonella seguía dándome el mismo trato, ella decidió no entrometerse, su embarazo iba avanzando ahora con tres meses y debía mantenerse serena y fuera de discusiones, mis dos mejores amigos venían a visitarme los fines de semana, Daniel siempre me traía baigels, aquellos de los que me enamoré la primera vez que los probé y Valentina me traía uno de los deliciosos cafés que tanto amamos de Bread and waffles, últimamente estaba saliendo temprano del trabajo, ya teníamos todo preparado y más que listo para el desfile de Diciembre, sólo estabamos puliendo detalles por demás, así que todos nos retirabamos antes de las siete.

De Lucas puedo decir que cumplió con lo prometido, desapareció de mi vida, no había vuelto a llamar ni mensajear y no se había presentado de improvisto, las noches de insomnio seguían, pero él ya no estaba presente y por más que odiara tenerlo en mi mente me preocupaba a pesar de lo que había pasado, espero que se encuentre bien.

Me bajé del auto que había estacionado a un costado de la carretera, en mi esquina derecha se podía apreciar la cabaña, sí, aquella donde estuve con Lucas la última vez, se que no debía de estar aquí, pero necesitaba cerrar ciclos, además estaba a mi nombre, me pertenecía, cerré el auto, mi celular repico haciéndome respingar en el sitio, llevé mi mano derecha dentro de mi cartera que se encontraba colgada de mi brazo izquierdo, tomé el celular, la pantalla estaba encendida iluminando el nombre de Alex en la pantalla, mi corazón comenzó a palpitar dichoso, mis manos temblaban ahora de una manera irritable, regresé al momento sacudiendo mi cabeza y pestañeando un par de veces.

— ¡Alex! — Contesté ansiosa, estaba entusiasmada por su llamada, seguía de pie frente a la puerta del auto.

— Hey ¿Cómo has estado? — Esbozó al otro lado de la línea.

La verdad me iba bien, pero no me sentía de tal manera. — Estoy mejorando. — Una risita nerviosa salió de mi boca. — ¿Qué hay de ti? — Me recoste del auto.

— Eso me alegra. — Lo escuché reír y exhalar. — Estoy mejor.

— Me alegra escuchar eso. — Sonreí para mi.

— Sí, a mi igual. — Hizo una pequeña pausa y lo escuché exhalar con fuerza — ¿Podemos vernos? Tenemos que hablar.

El miedo comenzó a recorrer por mi cuerpo, invadiendo mis pensamientos recreando escenas en dónde las cosas no salieran bien, me nuble por un par de segundos, mi respiración se atoraba en mi garganta haciendo que respirar fuera bastante complicado.

— ¡Claro! — Cerre mis ojos, arruge mi frente y tense mis labios al instante en que noté lo desesperada que sone.

Carraspee un poco, di unos paso al frente para luego dirigirme a la entraba de la cabaña. — Es decir, sí, tu dime cuando, la hora y estaré ahí. — Hablé más calmada, las llaves del auto que colgaban en mis dedos cayeron al suelo, me agache para recogerlas y el ruido de unas bocinas y alguién gritando mi nombre me hicieron sobresaltar.

De un momento a otro, silencio, eso era lo que presenciaba, todo era negro.

¿Había estado soñando?

No, es imposible, estaba cien por ciento segura que estaba despierta, pero entonces.

¿Dónde estoy?

¿Por qué no veo nada?

Sólo total oscuridad, los ruidos de la naturaleza habían desaparecido, el sonido de los pájaros cantando se había esfumado como el humo, a ver Ángela, recuerda un poco, devuelvete a los hechos, me detuve unos segundos quedándome inmóvil por el comentario de Alex ¡Quería verme! Luego, recogía mis llaves, después nada, como si hubiera borrado cassette, a mi mente llegó un nuevo sonido, era el de un auto, lo escuchó muy lejos, se acerca, ahora cada vez más, puedo sentirlo cerca, el estruendo de algo chocando contra algo me atajó, dolor, ahora podía sentir, pero todo lo que sentía era dolor, cada hueso de mi cuerpo dolía, cada músculo, sin embargo, no podía moverme, sólo tenía permitido sentir, no lograba mover mis brazos, menos mis piernas, era como si no tuviera cuerpo y fuera simplemente nada, sentía como si flotara en el aire.

¿Tuve un accidente?

Escuchaba ecos de voces en mi cabeza diciendo mi nombre, entre eso más palabras, preguntas que no podía entender, todo era como un huracán en mi cabeza, el sonido ahogado casi inaudible de las sirenas de la ambulancia penetraron en mi mente, quería abrir mis ojos, hablar para decirles que seguía viva, pero me era imposible.

Todo iba de mal en peor, me sentía abrumada sin entender bien que sucedía, estaba sola, con frío y pesadumbre en algún lugar extraño sin poder moverme, estaba perdida.

Cuando los Caminos se Juntan. © (Segundo libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora