Capítulo 24 - Segunda ronda.

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El placer, sin duda alguna es lo que nos hace estremecer, nos hace sentirnos vivos, cuando nos comemos algo que ansiamos tanto, el gusto de sentir ese sabor invadiendo nuestra boca, haciendo explotar al paladar con tan exquisita embocadura, llenado al ser por completo, produciendo una corriente eléctrica y un cosquilleo de disfrute a niveles inimaginables, o cuando logramos algo que llevábamos días, meses, incluso año esperando a que prosperara, la sensación de placer que transcurre es totalmente satisfactoria cuando cumplimos nuestros sueños, nuestras metas, esas mismas sensaciones al saborear la comida que deseaste por un tiempo, esas mismas que sientes cuando cumples tus logros, son las mismas que sientes cuando la persona que tanto deseabas con todo tu ser, aquella que creaba una tensión irresistible cada vez más poderosa a medida que avanzan los días, y más aún cuando se veían en su diario vivir, al final terminando siendo tuya, complaciendo cada parte de ti, zaceando tus ansias, llevándote a niveles de éxtasis inconcebibles, haciéndote sentir llena y completa.

...

Y como balde de agua fría la culpa llegó a mi, intercediendo en mi cabeza llenándome de tristeza, debilidad, rabia y frustración ¿Qué había hecho? Ahora sólo podía pensar en Alex, lo había defraudado, le había sido infiel, había deshonrado nuestro compromiso, no podría verlo a la cara, no sería capaz de mentirle y se que le diría todo lo que pasó y eso acabaría con nosotros, también estaba Sebastián, mi hermano me odiaría y mataría a Lucas ¡Mierda, estoy totalmente jodida! ¡Me lleva el diablo!

Omitiendo mis sentimientos, los arrinconé en una esquina de mi corazón, permitiendome así que mi mente los ignorará y entonces poder olvidarlos por un rato, no quería hacer sentir mal a Lucas por algo que había sido mi culpa.

Me encontraba sentada en la cama junto a Lucas tomando nuestro chocolate caliente con un plato en medio de la cama con un par de sándwiches integrales de jamón, queso y una extraña salsa que sabía deliciosa. Nos encontrábamos en un silencio tranquilizador, no era para nada incómodo, la lluvia cesaba poco a poco, dejando así de escuchar las gotas golpear el techo y las ventanas, la opaca noche había caido a nuestro alrededor sin nosotros habernos percatado, las luces del lugar que Lucas había encendido hace unas horas iluminaban tenuemente el ambiente, la chimenea seguida encendida, Lucas agregaba más leña cada que veía que se iba a extinguir, el frío seguía estando presente en el ambiente, pero gracias al fuego la cabaña se encontraba acogedora.

— ¿Tienes algún cargador? Mi celular murió hace rato y necesito llamar a Alex. — Hablé cabizbaja dándole después un mordisco a mi sándwich intentando no sonar culpable.

Lucas me miró irritado, aunque intentó ocultarlo pude notarlo, entonces entendí que me era imposible ocultar lo que sentía. — No, pero si quieres usa mi teléfono. — Se levantó molesto de la cama llevando su taza vacía al lavaplatos.

Lucas llevaba puesta su ropa, al salir del baño la había colgado frente a la chimenea, anduvo un rato en toalla y luego por el frío decidió ponerse su ropa que ya estaba más seca que húmeda.

Suspiré tomando su celular tirado a un lado de la cama, lo primero que hago es mirar la hora, son las siete de la noche ¿Cuándo paso el tiempo tan rápido? Ni siquiera había notado que ya oscureció, pasamos dos horas hablando idioteces, teniendo también momentos de silencio mientras comíamos nuestro sandwich y nos tomabamos nuestros chocolates, analicé mejor la situación y tal vez no sea buena idea hablar con Alex ahora, todo está muy recién y podía cagarla por la culpa que cargo. Omiti todo, me dispuse a terminar mi sándwich y mi chocolate. Sabía que Lucas se había molestado, pero tiene que entenderme, acabo de traicionar a mi prometido ¿Qué esperaba?

— Está delicioso. — Le di un sorbo a la taza humeante llena de chocolate tratando de liberar la tensión.

— No tanto como tu mojada para mi y gimiendome al oído. — Alejé la taza bruscamente tosiendo debió a que el comentario de Lucas hizo que me ahogara con el chocolate. Ya podía verme totalmente sonrojada, haciendo evidente mi nerviosismo.

Cuando los Caminos se Juntan. © (Segundo libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora