Capítulo 34 - Te dejo ir.

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Sebastián Johnson

La vida puede ser una mierda, desde lo sucedido con mi hermana no le había dirigido la palabra en un par de días, por más que quisiera odiarla no podía, es mi hermanita, perdí muchos años de compartir junto a ella por culpa de nuestros padres, no iba a arruinar la relación que construimos por errores que cualquiera pudo cometer, somos humanos y no podía permitirme el perderla otra vez, pero tampoco podía dejar todo lo que pasó como si nada, suelo ser bastante orgulloso así que matuve mi posición algo firme, comencé a hablarle de a poco, jugando un poco con sus sentimientos para que comprendiera que en verdad me dolía, aún así no la dejaría sola y estoy muy seguro de que ella lo sabía, en los años que tenemos juntos creo que es la persona que más me conoce en tan corto tiempo, cada segundo que transcurre nos hace más unidos, ahora verla en esta situación me devastaba como a nadie, no podía soportar perderla, suficiente con la muerte de ese bebé, iba a ser tío, por más que hubiera sido del imbécil de Lucas, ese pequeño no iba a tener culpa de nada y sería amado completamente, ahora pensaba en como me sentiría si con Antonella perdiéramos a nuestro hijo, creo que moriría de la depresión.

Después del contratiempo con Alex y Lucas en la sala de espera, nos encontrábamos fuera del hospital los tres hablando con la policía, Lucas había compartido toda la información que tenía, ahora sabíamos cómo habían pasado las cosas con más detalles, por más que lo odiara le debía una a Lucas por salvar a mi hermanita, Alex tuvo que bajar la guardia, también estaba en deuda, Lucas le dio el número de la placa a los policías, ellos se encargarían de encontrar al maldito que le hizo esto a mi hermana y nos estarían comunicando el caso y cuando lo encontraran.

Alex y yo regresamos adentro, No sabía nada de Lucas, lo había perdido de vista, todos estaban sin palabras, sentados en las tristes sillas cada uno en su mundo, supongo que analizando todo que acababa de pasar, al vernos se nos acercaron para preguntar que se había hablado, pero escuché la voz del doctor que me llamaba para acompañarlo.

— Habla con ellos. — Le di una seña a Alex y el asintió.

Seguí al doctor hasta la habitación de Ángela, respiré profundo e ingresé.

— You have twenty minutes. — Tienes veinte minutos. El doctor salió cerrando la puerta detrás de él dejándome a solas con ella. 

Allí estaba ella, tan pálida haciendo que resaltaran los moretones en su cara, sus brazos estaban con los mismo ematomas, pero aún más grandes, la intravenosa que iba de su antebrazo hasta la pequeña bolsa se suero colgada a un lado en un soporte, la habitación blanquecina hacía de este lugar tan deprimente, aunque los pequeños detalles en azul lograban distraer un poco la mente y la vista de las cosas tristes, en la habitación se hallaba un televisor colgado en la pared frente a la camilla, a un lado una enorme ventana que se encontraba tapada por las percianas, dejando entrar sólo un poco de luz, a su lado derecho una mesita vacia, al otro un pequeño sofa, proximamente mi insufrible cama, junto a este una pequeña silla.

Ella se encontraba dormida, sus largas pestañas resaltaban en su rostro junto a sus pobladas cejas opacando los golpes, como quería verla sonreír con aquella sonrisa reluciente que era característica de ella y mirar esos ojos que siempre se han posado en mi proyectandome seguridad.

— Despierta, An — Un sollozo se aproximó sin aviso dejando salir unas lágrimas, me acerqué después de arrastrar la silla para sentarme junto a la camilla. — Aquí te estamos esperando. — Me incliné apoyando mis codos en una esquina de la cama tomando una de sus manos para encerrarla con las mías y besarla. 

Estuve esos veinte minutos en silencio, sólo con nuestras manos entrelazadas, mirando borroso por las lágrimas que se posaban en mis ojos deseando que en cualquier momento abriera los suyos y me observara con ilusión, que viera que jamás la dejaré sola. 

Cuando los Caminos se Juntan. © (Segundo libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora